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Javier Brandoli

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El esperpento italiano

Una de las peores cosas que le pueden suceder a un político es que su mejor discurso sea el de despedida. Le ocurrió a Giuseppe Conte, ahora ya ex primer ministro italiano

Foto: Giuseppe Conte, a la izquierda, conversa con Matteo Salvini en el Senado. (Reuters)
Giuseppe Conte, a la izquierda, conversa con Matteo Salvini en el Senado. (Reuters)

Una de las peores cosas que le pueden pasar a un político es que su mejor discurso sea el de despedida. Eso sucedió este martes con Giuseppe Conte, el primer ministro italiano, que destapó un irreconocible liderazgo el día que renunciaba a la poltrona con un medido epitafio que soltó en el estrado del Senado donde no dejaba títere con cabeza. Luego, solemnemente, dimitió, obligado, y dejando la duda de si 'muerto' hablaba mejor que 'vivo'. Algunos, llevados por el entusiasmo de escuchar un discurso de Estado en un país gobernado desde los populismos, apuntan la posibilidad de resucitarle. Otros, se hacen sencillas preguntas: ¿por qué esperó a su dimisión forzosa para denunciar que encabezaba un Gobierno de irresponsables? ¿No era él parte de eso que denunciaba?

Ahora, la pelota está de nuevo en manos del presidente de la República, Sergio Mattarella, que ha anunciado que este miércoles arranca la ronda de contactos, debe decidir en los próximos días si convoca elecciones, como quiere Salvini; nombra un Gobierno de tecnócratas que saque adelante los presupuestos y reformas pendientes, como quiere Europa, o nombra un nuevo Ejecutivo fruto de la alianza entre los populistas del Movimiento 5 Estrellas (M5S) y la izquierda del Partido Democrático (PD), como no se sabe bien quién quiere salvo el ex primer ministro Matteo Renzi, que regresó del destierro precipitándose a ofrecer un pacto al M5S en nombre de una formación que ya no lidera. Su ofrecimiento tuvo una única consecuencia: meter al PD una presión que no tenía ante un escenario de crisis donde ellos eran los testigos.

Foto: Salvini y Conte, en una imagen de archivo. (Reuters)

El papel del PD debía ser el de posible solución del problema y ahora ha pasado a ser parte del problema, al involucrarse y dar una coartada a un Salvini que sacude el fantasma del retorno del odiado Renzi. "Si queréis gobernar con Renzi, felicidades", espetó este martes Salvini a sus exsocios de gobierno. Las palabras del líder de la Lega siempre tienen una finalidad: él provoca la crisis, él rompe el Gobierno y él acaba siendo la víctima.

¿Es un Gobierno M5S y PD posible? Lo es, aunque difícil. Nicola Zingaretti, actual líder del PD, parece que entreabrió ayer algo la puerta a un acuerdo que hace 15 días hubiera sido calificado de ridículo. ¿Qué son dos semanas en estos tiempos donde los gobiernos se manejan desde Twitter?

placeholder Matteo Renzi, hablando desde su asiento en el Senado. (Reuters)
Matteo Renzi, hablando desde su asiento en el Senado. (Reuters)

Para el desbloqueo de las posibles negociaciones, el primer paso lo dio el propio Renzi en el Senado anunciando que "no estaré en el nuevo Gobierno si lo hubiera". El primer precepto de esa frase es el extraño: ¿alguien ha ofrecido a Renzi estar en un nuevo Gobierno? El ex primer ministro tuvo el generoso gesto de renunciar a un cargo inexistente. En todo caso, las cicatrices entre ambos partidos son profundas y sus intereses futuros colisionan, pero ambos saben que Salvini domina hoy el relato y que la combinación de las tres derechas —Lega, Forza Italia de Berlusconi y la extremísima derecha de Fratelli de Italia (por diferenciarlos de la extrema derecha de la Lega)— tiene según las encuestas casi un 50% de los votos con una mayoría absoluta aplastante.

Italia queda por tanto a la deriva con un muy complicado panorama en el horizonte. Con unos presupuestos por elaborar en otoño, el nombramiento de un futuro comisario europeo que debe hacerse antes del 26 de agosto y una economía que se tambalea con una previsión de crecimiento para 2019 del 0,1% del PIB, según el Fondo Monetario Internacional, el país se lanza por enésima vez desde el trampolín con la sensación de que ya no queda agua en la piscina.

Italia queda a la deriva con un panorama muy complicado en el horizonte. Tiene que elaborar los presupuestos y nombrar un comisario europeo

El panorama es desalentador, con dos únicas extrañas virtudes. Por un lado, Italia puede convertirse en el primer país del mundo que soluciona sus problemas territoriales dando el poder nacional al partido que buscaba independizarse del resto, la Lega, hasta hace dos años llamado Lega Norte. Por otro, cuenta con la calma de concebir como costumbre lo que en el resto del mundo se califica de surrealismo político. Lo vivido en el Senado, y el listón está alto desde los tiempos de Bruto y Julio César, pasará a la historia del esperpento nacional. Dos líderes políticos se enzarzaron en un duro intercambio de reproches. La peculiaridad es que eran el presidente y vicepresidente del mismo Consejo de Ministros.

"Tiene una escasa sensibilidad institucional y una grave carencia de cultura constitucional", le dijo Conte a Salvini. El aludido, sentado a su lado, escuchaba todo con gesto cariacontecido y en ocasiones burlón, sabedor de que lo importante pasaba fuera de esa sala. La cámara forma parte del día a día de un político que se va de vacaciones con el bañador y el teléfono móvil sumergible para convencer a sus votantes de que trabaja hasta cuando se hace selfis entre las olas. Su incipiente panza bronceándose, símbolo patrio desde los tiempos de Mussolini, ha ocupado la portada de medios como el 'New York Times', que recientemente analizaba este fenómeno. Salvini tomando mojitos y ejerciendo de Dj en un club de playa ha obtenido más titulares que todo el resto de miembros del Consejo de Ministros juntos que trabajaban en sus despachos.

placeholder Las reacciones de Salvini ante el discurso de Conte. (Reuters)
Las reacciones de Salvini ante el discurso de Conte. (Reuters)

El duelo entre Conte y Salvini es el duelo entre el tecnócrata y el populista. El primero parecía dominar el escenario parlamentario y el segundo, en el tercer año después de Donald Trump (dT), y siendo uno de sus mejores apóstoles, domina lo que a él le importa: el mensaje en la televisión y las redes sociales. Ahí intentó atacar el tecnócrata: "Has pedido plenos poderes y has invocado las plazas en tu apoyo. Este concepto tuyo me preocupa. Las cuestiones institucionales no se regulan en las plazas sino en el parlamento", espetó un ingenuo Conte.

Salvini ahí no tiene rival. Su réplica tiró de crucifijos, mártires, ataques a los políticos que buscan los sillones y hasta se ofreció a sacrificarse por todos los italianos si hiciera falta. Pretendía convencer a los votantes de que tras un año de acuerdo dejaba caer el Gobierno de forma abrupta no porque las encuestas le dan por vencedor absoluto de unas elecciones, sino porque a él no le interesan los despachos.

Foto: Matteo Salvini, en la playa. (Reuters)

El problema es que él sabe que se le ha ido la mano, que su imagen ha quedado deteriorada y que ha aparecido como un líder que aprovechaba la primera oportunidad para exigir elecciones y tener plenos poderes, algo que ningún político italiano hacía desde los tiempos del Duce. Entonces se puso nervioso y comenzó a dar bandazos.

Tras pedir elecciones se echó atrás, dijo que sí y que no, ofreció que se mantuviera el Gobierno y dimitir él, preocupado por algunos abucheos en las plazas donde religiosamente cada noche va a dar un mitin. Porque Salvini es un currante, eso es indudable, que se dedica las 24 horas del día a convencer a todos de que hay un problema y él es la solución. La política se suda hoy en las plazas y cuando no se esté en ellas entonces se suda con el móvil, aunque sea verano y apetezca más una cerveza. Hay espacio para ambas cosas y hasta para dejar en alta mar a un grupo de desgraciados mientras subes vídeos del pueblo acercándose a felicitarte en tu tumbona.

Una de las peores cosas que le pueden pasar a un político es que su mejor discurso sea el de despedida. Eso sucedió este martes con Giuseppe Conte, el primer ministro italiano, que destapó un irreconocible liderazgo el día que renunciaba a la poltrona con un medido epitafio que soltó en el estrado del Senado donde no dejaba títere con cabeza. Luego, solemnemente, dimitió, obligado, y dejando la duda de si 'muerto' hablaba mejor que 'vivo'. Algunos, llevados por el entusiasmo de escuchar un discurso de Estado en un país gobernado desde los populismos, apuntan la posibilidad de resucitarle. Otros, se hacen sencillas preguntas: ¿por qué esperó a su dimisión forzosa para denunciar que encabezaba un Gobierno de irresponsables? ¿No era él parte de eso que denunciaba?

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