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Miguel Otero

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Las e(lecciones) del Brexit

Estamos hablando de las elecciones más importantes en una generación. Sobre todo, porque estas, a diferencia de las anteriores, sí que se van a centrar en el Brexit

Foto: Imagen de Daniel Díaz en Pixabay.
Imagen de Daniel Díaz en Pixabay.

Los que conocen mi postura sobre el Brexit saben que siempre he defendido que no va a ocurrir. Muchos pensarán que ahora reconoceré que estaba equivocado, ya que Boris Johnson ha conseguido, por fin, aprobar su acuerdo de salida de la Unión Europea en la Cámara de los Comunes. No es así. Me reafirmo en mi posición, porque la realidad es que después de más de medio lustro de promesas por parte de los líderes conservadores (primero Theresa May y ahora Boris Johnson) de que 'Brexit means Brexit' (es decir, nos vamos y no hay vuelta atrás), han pasado los ultimátums del 29 de marzo y el de hoy, el 31 de octubre —que se supone que era de vida o muerte—, y todavía no se han ido.

El futuro del Brexit se decidirá el próximo 12 de diciembre

Si Boris Johnson tuviese una mayoría suficiente en los Comunes para su acuerdo, ya lo hubiese aprobado. Pero no la tiene. Lo que confirma mi tesis inicial de que al Parlamento británico le iba a costar lo que no estaba escrito (literalmente) transformar el mandato popular del referéndum en una realidad concreta. Tanto es así que el 12 de diciembre el Reino Unido irá por tercera vez a elecciones en menos de cinco años, algo que no se daba desde la crisis económica de principios de los años setenta, cuando, precisamente, el primer ministro conservador que metió al Reino Unido en la Comunidad Económica Europea, Edward Heath, le cedió el testigo al laborista Harold Wilson, que renegoció los términos de la relación y después convocó el primer referéndum en 1975. Ironías de la historia.

Foto: Partidarios del Brexit y de la permanencia en la UE, en una manifestación reciente en Londres. (Reuters)

La incapacidad del Parlamento de dar el salto (mortal) hacia al Brexit es tal que Westminster incluso se ha atrevido a convocar las elecciones en navidades, algo que no se producía desde 1923, o sea, casi un siglo, y que es antinatura para los británicos (porque en esas fechas, en las Islas, a las tres de la tarde es de noche). Pero las circunstancias son excepcionales. Estamos hablando de las elecciones más importantes en una generación. Sobre todo, porque estas, a diferencia de las anteriores, sí que se van a centrar en el Brexit, aunque, asombrosamente, todavía hay dudas sobre la posición concreta del líder laborista, Jeremy Corbyn.

En este punto sí que toca autocrítica. Nunca pensé que los laboristas mantuviesen al frente del partido durante tanto tiempo a un líder tan poco atractivo, que ahora mismo, pese al desgaste obvio de los 'tories', sigue estando 15 puntos por debajo de Boris Johnson. Tampoco pensé que la City de Londres tuviese tan poco protagonismo en el debate público. En parte, eso se debe a que muchos prefieren un Brexit que tener a un 'marxista' en el 10 de Downing Street, pero también a que la City ha pasado de ser un sitio donde los británicos, mayoritariamente los ingleses, hacían negocios con y para el resto del mundo, a convertirse en un lugar donde la élite financiera global hace negocios para el mundo. A los grandes bancos y fondos de inversión les da igual si al final el Reino Unido pierde el pasaporte al mercado interior de la UE. Se mudan a la zona euro y ya está.

A los grandes bancos y fondos de inversión les da igual si Reino Unido pierde el pasaporte al mercado interior de la UE. Se mudan a la zona euro y ya está

Otra inesperada lección que saco del Brexit es que los 'tories' están dispuestos a dejar en la estacada a norirlandeses y escoceses. Con Boris Johnson al mando, han demostrado querer más a su partido que a su país ('party before country'). Su obsesión parroquiana es dominar Inglaterra, el resto les da igual. ¿Se saldrá Boris con la suya y conseguirá la mayoría absoluta? Las encuestas dicen que sí. Pero cuidado con Corbyn. En las últimas elecciones, Theresa May desperdició una ventaja similar. Lógicamente, Boris es más carismático. Pero también polariza mucho más. Su Brexit duro —basado en crear un Singapur sobre el Támesis y un acuerdo con EEUU que podría privatizar la sanidad pública— asusta a muchos. Eso puede hacer que el debate ya cansino sobre el Brexit se mezcle con la política social y medioambiental, y eso beneficiaría a la oposición. Muchos votantes pro-UE podrían votar tácticamente al laborismo o a los liberales dependiendo de las posibilidades en cada circunscripción.

La victoria por mayoría de los laboristas es improbable, pero podríamos tener otro Gobierno en minoría y, por lo tanto, el Brexit todavía en el limbo, pendiente de una tercera negociación con Bruselas, y de un posible segundo referéndum o incluso de una marcha atrás. Veremos. Por supuesto, si al final los 'tories' consiguen una mayoría absoluta y se produce el Brexit, tendré que reconocer mi error. Si después de cuatro años de debates, al final los británicos le dan la mayoría a un político como Boris, no hay más que decir. Eso sí, si eso pasa, volverá la amenaza de la independencia de Escocia, con sus repercusiones para nuestro país.

*Miguel Otero es investigador principal en el Real Instituto Elcano y profesor en el Instituto de Empresa.

Los que conocen mi postura sobre el Brexit saben que siempre he defendido que no va a ocurrir. Muchos pensarán que ahora reconoceré que estaba equivocado, ya que Boris Johnson ha conseguido, por fin, aprobar su acuerdo de salida de la Unión Europea en la Cámara de los Comunes. No es así. Me reafirmo en mi posición, porque la realidad es que después de más de medio lustro de promesas por parte de los líderes conservadores (primero Theresa May y ahora Boris Johnson) de que 'Brexit means Brexit' (es decir, nos vamos y no hay vuelta atrás), han pasado los ultimátums del 29 de marzo y el de hoy, el 31 de octubre —que se supone que era de vida o muerte—, y todavía no se han ido.

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