Tribuna Internacional
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África, la tormenta perfecta para Europa
En este siglo el fuerte crecimiento demográfico en algunos países africanos, precisamente los más pobres, empujará a muchos ciudadanos a emigrar a otras tierras
Hemos sido testigos estos años de las llegadas de decenas de miles de migrantes africanos a las islas de Lesbos y Lampedusa, ahora el foco se centra en Canarias. Empiezan a resultarnos familiar los nombres de Barranco Seco y el puerto de Arguineguín, sustitutos de Moria y Kará Tepé, distintos nombres misma situación. Este año a través de la denominada ruta canaria han llegado más de 18.300 migrantes y en ella han perecido se calcula que más de 600 personas, porque lo muertos nunca se saben cuántos son, porque el mar se queda con ellos como un tributo y nadie los espera al otro lado. Parten en endebles embarcaciones desde la costa del Sáhara Occidental, del sur de Marruecos, de Mauritania y de Senegal, distante casi 1.500 kilómetros de Tenerife. Ni la distancia, ni el mar, ni el clima disuaden a los migrantes de intentar llegar a suelo europeo, porque en su tierra han perdido toda esperanza de subsistir con dignidad.
En este siglo el fuerte crecimiento demográfico en algunos países africanos, precisamente los más pobres, empujará a muchos ciudadanos a emigrar a otras tierras. Según el informe de Previsión de Perspectivas de Población Mundial Nigeria, el mayor país de África con 182 millones de personas, pasará de ser el séptimo estado del mundo en población a convertirse en el tercero. Para 2050, Nigeria tendrá casi 400 millones de habitantes, superando a Estados Unidos, donde la población pasará de los cerca de 322 millones actuales a unos 389 millones. Con la mayor tasa de crecimiento demográfico, África aportará más de la mitad del aumento de la población mundial entre 2015 y 2050. En conjunto, África pasará de tener 1.186 millones de habitantes hoy a 2.478 millones en 2050 y unos 4.387 millones en el año 2100. Por su parte, en Europa se dará un envejecimiento de la población muy acusado, ya que el 34% de la población tendrá más de 60 años en 2050, lo que reducirá el total de habitantes de 738 millones en la actualidad a 707 para entonces.
Es evidente que los africanos miran hacia Europa y que en el norte de África se está preparando la tormenta perfecta que puede convertirse en tragedia humana a las puertas de Europa. La pobreza y explosión demográfica, la desestabilización política producida por estados fallidos como Libia y el terrorismo de Sahel, el cambio climático que pueden obligar a desplazarse a millones de personas. Todo ello agravado por la pandemia que afecta a todos los países del continente, puede ocasionar un éxodo sin precedentes en la historia. En un estudio realizado por el Overseas Development Institute (ODI), se afirma que en el África Subsahariana, una de las regiones más pobres del mundo, se prevé que en 2030 esta región de África contará con 144 millones de niños que vivirán bajo el umbral de la extrema pobreza, contando para su subsistencia con tan solo un euro al día, y conformarán el 43% de la población más pobre a nivel global.
África en Europa
Stephen Smith, autor del reciente ensayo “Huida hacia Europa” expone la tesis que mientras Europa envejece y se despuebla, África crece y rebosa de jóvenes: un 40% de sus habitantes tiene hoy menos de 15 años. Afirma que todo desembocará en una oleada masiva de inmigrantes africanos hacia Europa que hará que dentro 30 años en el Viejo Continente se cuenten entre 150 y 200 millones de africanos, frente a los nueve que hay hoy.
Sólo a España se calcula podrían llegar nueve millones de subsaharianos en los próximos 20 años. Según datos del Ministerio de Interior el número de migrantes llegados irregularmente a España en 2017 ascendió a 27.834 y en 2018 a 64.298 de los que 57.498 lo hicieron a través de embarcaciones y 27.243 el año pasado, en los 10 primeros meses de este año se han contabilizado 27.551 migrantes. Estas cifras están muy lejos de las previsiones de Stephen Smith que estimaba una llegada anual de 450.000 migrantes, pero no por ello dejan de ser preocupantes.
Ante este desafío la política europea se centra en potenciar el control efectivo de las fronteras exteriores de la UE, aumentar considerablemente los retornos efectivos de migrantes irregulares y tratar de poner freno a los traficantes de personas que operan desde Libia u otros lugares. Se han firmado varias «convenciones de inmigración» -acuerdos para pagar por la retención de inmigrantes- con varios estados africanos. Estas políticas plantean problemas éticos y aplazan la toma de decisiones. Europa se comporta como un viejo tacaño que paga a un tercero para que se quede con los migrantes o los refugiados, como sucedió con Turquía con los ciudadanos sirios que escapaban de la guerra. Sin embargo, la presión migratoria seguirá en aumento. Ante la llegada de inmigrantes y refugiados la solución no es convertir las islas en campos de retención sin garantías, indignos de este siglo y contrarios a los valores humanos de la sociedad europea.
Europa debe mirar más allá de sus fronteras y no limitarse a su control. Aunque no puede solucionar la pobreza de los países africanos a corto plazo, sí debería destinar recursos a combatirla con políticas eficaces de desarrollo. Poner en marcha planes de emergencia de lucha contra el hambre en las zonas más pobres, donde el cambio climático hace estragos. Que la puesta en marcha del denominado «Plan Marshall para África» no se quede en meros anuncios y que se establezca unas relaciones comerciales más justas y equitativas con Europa, que la riqueza que generan las materias primas se queden e inviertan en África. Establecer planes para una llegada ordenada de migrantes. Estos son los verdaderos problemas que se deben afrontar y no acumular migrantes en las islas y en las fronteras de los países limítrofes. Europa se siente segura sabiendo que el mar sirve de foso, espera que un día los migrantes desistan de intentar llegar a Europa y regresen a sus hogares, mientras tanto África seguirá, desesperada y con más fuerza, llamando a las puertas de Europa.
*Francisco Pleite Guadamillas es magistrado y doctor en Derecho, autor del libro “Europa, entre el miedo y la hospitalidad”
Hemos sido testigos estos años de las llegadas de decenas de miles de migrantes africanos a las islas de Lesbos y Lampedusa, ahora el foco se centra en Canarias. Empiezan a resultarnos familiar los nombres de Barranco Seco y el puerto de Arguineguín, sustitutos de Moria y Kará Tepé, distintos nombres misma situación. Este año a través de la denominada ruta canaria han llegado más de 18.300 migrantes y en ella han perecido se calcula que más de 600 personas, porque lo muertos nunca se saben cuántos son, porque el mar se queda con ellos como un tributo y nadie los espera al otro lado. Parten en endebles embarcaciones desde la costa del Sáhara Occidental, del sur de Marruecos, de Mauritania y de Senegal, distante casi 1.500 kilómetros de Tenerife. Ni la distancia, ni el mar, ni el clima disuaden a los migrantes de intentar llegar a suelo europeo, porque en su tierra han perdido toda esperanza de subsistir con dignidad.