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La sucesión de Merkel: el arte de ser el menos malo
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La sucesión de Merkel: el arte de ser el menos malo

El adiós de la Canciller dejará huérfana a Alemania y a su partido, la CDU/CSU, que intenta sobrevivir a los errores de Armin Laschet

Foto: Munich motor show iaa mobility 2021
Munich motor show iaa mobility 2021

Vivimos tiempos volátiles. En lo social, en lo económico, pero también, o sobre todo, en lo político. No hay posiciones o referencias claras en las viejas corrientes dominantes en Europa, los tiempos de centro-derecha, centro-izquierda. Lo dijo hace años el que fuera canciller alemán Gerhard Schröder: no hay política económica de izquierda o de derecha, la hay buena o mala. Y, fruto de estos tiempos revueltos, por la derecha y por la izquierda han surgido como champiñones populistas de todo tipo y color.

El mapa político se ha fragmentado y para gobernar, para conseguir la mayoría, hay que formar complejas coaliciones como en algún pago muy cercano, una ensalada multicolor, con un poco de tomate, algo de lombarda y salsa picante nacionalista. En Alemania se rompió hace tiempo el mapa electoral, aquello de un gobierno de socialdemócratas o democristianos con una bisagra liberal, luego verde, o la gran coalición cuando no hay más remedio, como en la última legislatura.

Foto: El Confidencial Diseño.
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Por el centro-izquierda surgieron con fuerza Los Verdes. Fueron arrollados por la unificación, pero resurgieron ante la caída de las viejas ideologías y el crecimiento de la conciencia medioambiental, sobre todo en el Oeste. Porque sigue habiendo dos Alemanias. En el Este, el territorio de la antigua RDA son especialmente fuertes la ultraderechista Alternativa para Alemania, que creció por la crisis de 2008 y la de los refugiados de 2015, y La Izquierda, fusión del antiguo partido postcomunista oriental con izquierdistas occidentales. Representa la insatisfacción con la unificación alemana que arrolló a los Estados federados del Este.

Ahora se trata de suceder a la canciller que ha dirigido el país durante cuatro legislaturas, pero que se retiró de la presidencia de la CDU y renunció a una nueva candidatura por las sucesivas caídas de su partido en elecciones regionales. Subían Los Verdes y la ultraderecha. La democracia cristiana estaba y sigue estando en caída libre, a pesar de que una mayoría de alemanes están o estaban encantados con la canciller. Ahora, se hunde hasta un mínimo histórico del 19 % de votos según la encuestas, el peor dato desde la fundación de la República Federal, en 1949.

El adiós de la canciller

El “mito” Merkel se basa en una tautología: es poderosa porque es poderosa, porque ha dirigido la primera potencia de la Unión. Poco se habla de la joven primera ministra de Finlandia, Sanna Marin. Eso sí, la dirigente que llegó del Este, pulverizó uno tras otro a cuatro pesos pesados de la socialdemocracia. Pero si fue reelegida, es porque encontró el punto para que los votantes se sintieran protegidos por la Mutti, la madrecita, en un país poco dado a los aspavientos, a la innovación, a los riesgos. “Ya sabéis quién soy” decía escuetamente un cartel electoral de Merkel en las elecciones de 2013. Nada de promesas.

La canciller ha sido el súmmum de la discreción, la serenidad y de la austeridad. No había que ayudar a los descarriados países del sur en la crisis del 2008. En lo interior, no había que gastar, aunque se hundieran las autopistas. Se movió hacia el centro, abrió el boquete por la derecha con los refugiados, y en crisis como la pandemia o Afganistán no se enteró de la historia. Eso sí, como todo Occidente. Se trata de encontrar algún dirigente potente o al menos estable para el primer país de la Unión, en estos tiempos revueltos de pandemia, de revolución digital, de cambio climático, pero sobre todo de ocaso occidental, frente al oso ruso, al avispero oriental y al dragón que afila sus garras uno poco más allá. Nada es lo que era, resume Jon Lee Anderson en el New Yorker.

Foto: Angela Merkel. (Reuters)

Si contemplamos los gráficos de las encuestas, encontramos que la intención de voto hacia los partidos alemanes sube o baja, se enrosca, según pasan los meses. Nada está claro, nada está decidido. Todo es volátil. La situación es tan incierta que en apenas unos meses los tres grandes partidos actuales se han sucedido en el primer puesto según las preferencias de los votantes. En mayo eran Los Verdes, meses después la democracia cristiana, y ahora, ya en campaña electoral, se despega la socialdemocracia y sube hasta el 25 %, increíble hace poco, no porque suba sino porque flota y los otros dos grandes caen en picado, coinciden los comentaristas. Ningún partido llega al 30 %. Según las encuestas, uno de cada tres votantes está indeciso.

Los Verdes representan sobre todo un sentimiento, la necesidad de más respeto por el medio ambiente, pero de una manera vaga. Al partido le falta concreción, qué hacer. Si se pone demasiado radical, prohíbe los vehículos contaminantes, limita la velocidad en las autopistas, algo impensable en Alemania, o cierra las centrales de carbón, se le van los votos. Su candidata, Annalena Baerbock, que brilló en el firmamento político durante unas semanas como la gran renovadora, a pesar de no tener experiencia en gobiernos regionales o en el federal como los otros dos candidatos, se ha esfumado en muy poco tiempo, por la autoría de un libro plagado de “corta y pega”, por dudas sobre su carrera y por la falta de propuestas concretas. Debe tener tanto miedo a cometer errores o a confrontarse con la realidad que rechaza “por problemas de agenda” una entrevista al diario Bild, populista y amarillista, pero que sigue teniendo la mayor audiencia en Alemania. La candidata verde no tiene la pegada política que hizo grande al veterano partido de Joschka Fischer.

Foto: Primer debate a tres entre los candidatos a la cancillería alemana de Los Verdes, CDU/CSU y SPD. (Reuters)

Armin Laschet, el democristiano, jefe de gobierno del poderoso y más poblado Land de Renania del Norte-Westfalia no termina de dar la talla para saltar a la política nacional. Fue elegido como candidato por la masa gris de su partido que no quería riesgos y se quedaron cortos. Su falta de carisma, su pésima gestión de las terribles inundaciones en el oeste alemán del pasado mes de julio, con risas incluidas mientras el presidente visitaba la zona devastada, le han hecho caer en picado. Ahora, como se lleva 'lo verde', sube al primer punto de su programa la necesidad de combatir el cambio climático. Más abajo, las cuestiones económicas. ¿Dónde queda la vieja doctrina social?

El que sube o, más bien habría decir, el que flota entre los restos del naufragio político es el candidato socialdemócrata, Olaf Scholz, actual ministro de Hacienda en la gran coalición con la democracia cristiana, que se ha autocalificado como el más lógico sucesor de su jefa. Quiere ser una especie de Merkel-dos, tener la serenidad humana y el centralismo político de la canciller. Por primera vez en 19 años, el SPD, que caía en picado más aún que la democracia cristiana, que se dirigía hacia la irrelevancia absoluta cuando rozaba el 10% hace apenas dos años, sube al primer puesto, no por méritos propios ni por propuestas concretas, según estiman los analistas. “No es me que me guste mucho, pero lo hace bien”, dice un posible votante. Una combinación interesante para los tiempos que corren: es lo que hay, como dirían nuestras abuelas.

Según los sondeos resulta ahora que Scholz es el más simpático, el más creíble y el más competente de los candidatos. Si el socialdemócrata, calificado tradicionalmente de lacónico, soso y poco expresivo, aparece como el más simpático, como serán los otros/as… A su lado, la física, oriental y protestante Merkel puede llegar a parecer una romera rociera. En el primer debate electoral televisado, Scholz, cauto siempre, dejó que sus rivales se pelearan. Ahora, Laschet dice que no va a hablar de las encuestas que le dan perdedor y la candidata verde no da entrevistas. Todo una muestra de calma electoral o de aburrimiento teutónico.

Un nuevo Bundestag

Con estos mimbres, y con partidos cada vez más pequeños, se abre una larga lista de opciones para conseguir la mayoría en el Bundestag. Harán falta dos partidos de los tres más votados y una bisagra, liberales o postcomunistas de La Izquierda. Son posibles diversas coaliciones: Jamaica, Kenia, Alemania, roji-roji -verde, según los colores de los partidos. Hoy por hoy, la más probable sería la semáforo, SPD, Verdes y amarilloliberales del FDP, pero no va a ser nada fácil armarla, como se demostró tras las anteriores elecciones. La ultraderechista Alternativa para Alemania se mantiene estable en el 11 % en el espacio federal. No hay temas calientes, crisis económica, ayudar a los pobres del sur, ni llegada masiva de refugiados que explotar como en 2015. Está excluida por todos los otros partidos en cualquier pacto.

Foto: Laschet captado por las cámaras riéndose durante una visita a las zonas afectadas por las riadas. (Reuters)

La Izquierda está en torno al 7% en intención de voto y es clave para un posible gobierno con SPD y Los Verdes, la coalición roji-roji-verde. Ante esta posible alianza, la democracia cristiana agita el espantajo del miedo a los 'rojos', a la subida de impuestos, a poner en peligro el estado de bienestar. Por no hablar de su no a la Otan o al ejército. Si Scholz se propone como seguidor de Merkel, la todavía canciller responde que no, que hay una diferencia, que ella jamás pactaría con 'La Izquierda'.
Los liberales, los que llevan Rolex dicen sus críticos, el partido bisagra de los viejos tempos, se mantiene estable en la intención de voto en torno al 12 %. Se opone a subir los impuestos, a más gasto estatal y más energías renovables, como proponen socialdemócratas y verdes.

Formar una coalición será tan difícil que los analistas más finos dicen que, a pesar de que las elecciones se celebren el día 26 de este mes, Merkel seguirá en su puesto hasta Navidades por lo menos, con lo que superaría al canciller que más tiempo estuvo en el cargo, su mentor Helmut Kohl, del 82 al 98. Y al que “apuñaló” políticamente en el famoso artículo del Frankfurter Allgemeine Zeitung, cuando surgió el escándalo de los sobornos.

La 'madrecita' seguirá velando por los destinos de Alemania y Europa para satisfacción de sus seguidores. Occidente sigue, seguirá en marcha al “Leerlauf”, como se dice en alemán, al ralentí. Entre los fallos que puedan haber cometido los sucesivos gobiernos Merkel, los analistas destacan la falta de medidas contra el cambio climático, que también son responsabilidad de Scholtz. Claro, subraya el que puede suceder a la canciller, no se puede apretar mucho a los electores, porque, si no, se van. Entre sus eslóganes para ser un Merkel-dos, el socialdemócrata asegura que con él, los alemanes podrán seguir durmiendo seguros, como con su actual jefa. Pues eso, a seguir durmiendo. Es lo que hay.

Vivimos tiempos volátiles. En lo social, en lo económico, pero también, o sobre todo, en lo político. No hay posiciones o referencias claras en las viejas corrientes dominantes en Europa, los tiempos de centro-derecha, centro-izquierda. Lo dijo hace años el que fuera canciller alemán Gerhard Schröder: no hay política económica de izquierda o de derecha, la hay buena o mala. Y, fruto de estos tiempos revueltos, por la derecha y por la izquierda han surgido como champiñones populistas de todo tipo y color.

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