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¿Por qué en las películas de James Bond los malos no son chinos?
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Ramón González Férriz

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¿Por qué en las películas de James Bond los malos no son chinos?

Mientras Hollywood se autocensura para entrar en el mercado de China, tecnológicas como LinkedIn o Yahoo abandonan el país. Eso dice mucho de la nueva realidad geopolítica

Foto: Daniel Craig, en la presentación de una de las películas de James Bond. (Reuters)
Daniel Craig, en la presentación de una de las películas de James Bond. (Reuters)

La nueva guerra fría entre Estados Unidos y China debería ser un contexto fértil para el cine de Hollywood. Durante las décadas de enfrentamiento con la Unión Soviética, las películas —de 'El tercer hombre' a 'Rocky'— se llenaron de villanos comunistas, malvados con acento ruso y espías de la KGB enviados para acabar con el capitalismo. Tras la caída del Muro de Berlín y el 11-S, el cometido de todos los héroes —de Jason Bourne a Batman, de James Bond a Iron Man— consistió en impedir atentados terroristas islámicos y detener a quienes los tramaban. Las guerras de Irak y Afganistán eran habituales en las películas de George Clooney o Clint Eastwood. Hoy, sin embargo, el cine comercial no refleja la nueva realidad geopolítica.

Como contaba recientemente el especialista en política asiática James Crabtree, la última gran película estadounidense que mostró una imagen negativa de China fue 'Siete años en el Tíbet', en 1997. Desde entonces, los grandes estudios han tenido mucho cuidado para no ofender al Partido Comunista. El mercado chino es enorme y si una película estadounidense logra estrenarse allí, puede multiplicar sus beneficios. Para eso, tiene que cumplir innumerables requisitos: no ofender a la cultura china, no mostrar escenas de sexo homosexual (censuró las que aparecían en 'Bohemian Rhapsody'), no incluir escenas con fantasmas y canibalismo (razón por la que no se estrenó 'Piratas del Caribe: el cofre del hombre muerto'), no retratar de forma negativa al Gobierno o los espías chinos (las películas de James Bond suceden en un mundo en el que no hay 'malos' chinos) o no contar con actores que hayan dicho o hecho algo que sus autoridades consideren ofensivo.

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Hace apenas unos meses, John Cena, un actor de la novena entrega de la infame 'Fast & Furious', tuvo que disculparse en mandarín por haber dicho algo que amenazaba el estreno de la película en China: que Taiwán era un país. En el vídeo de disculpa, Cena se humillaba tanto por su supuesto error que se convirtió en un 'meme'. Pero a los productores les salió bien: finalmente la película se estrenó allí y recaudó 136 millones de dólares en solo un fin de semana. El doble que en Estados Unidos.

Películas quizá, tecnológicas no

Curiosamente, un sector que hoy representa la hegemonía cultural y económica estadounidense como en el pasado lo hiciera Hollywood no ha tenido la misma capacidad de adaptación en el mercado chino: las tecnológicas vinculadas a internet. Hace unas semanas se anunciaba que LinkedIn, la red social de contactos laborales, abandonaba el país. Anteayer, quien anunció su salida fue Yahoo: su argumento fue que “las condiciones empresariales y legales en China son problemáticas”. Hasta tal punto, que la empresa de correo electrónico, blogs y otros servicios no podía seguir cumpliendo su compromiso con “los derechos de nuestros usuarios y una internet libre y abierta”. Todo esto sucede tras la aprobación de nuevas leyes que imponen limitaciones a los contenidos publicados y al uso de los datos de los usuarios. Otra nueva ley, que restringía las horas que los niños chinos pueden pasar jugando a videojuegos 'online', contribuyó al anuncio de otra salida: el creador del videojuego 'Fortnite', Epic Games, afirmó que cerrará sus servidores en el país el 15 de noviembre. Google, Facebook, Twitter, Wikipedia, YouTube, Instagram o Amazon hace años que están bloqueados en la China continental.

Foto: Enrique Villarino.
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Lo anterior forma parte de una estrategia que suele llamarse 'internet soberano': según las autoridades chinas, internet no puede seguir siendo una confusa arquitectura sin propietarios claros ni límites nacionales definidos, gestionada básicamente por empresas estadounidenses que compiten entre sí. Debe convertirse, en cambio, en una infraestructura regida por los gobiernos, en la que el Estado nación pueda imponer su soberanía y, en consecuencia, todos los contenidos estén sometidos al supuesto interés nacional. China pone como ejemplo su propio modelo y ha propuesto exportarlo, con su ayuda, al resto del mundo. Rusia ya se ha sumado a la iniciativa. Otras autocracias los seguirán.

Autocensura y censura

Esta disparidad entre el cine y las tecnológicas se debe a varias razones. La primera es que China tiene más prisa por ser completamente independiente en el plano tecnológico que en el cultural (aunque para Xi Jinping lo segundo sea cada vez más prioritario). La segunda es que a un productor de contenidos tradicional como Hollywood le resulta mucho más fácil autocensurarse que a una plataforma, por ejemplo, una red social o un servicio de correo electrónico, que se limita a distribuir las opiniones de sus usuarios. La tercera es, simplemente, que la taquilla de cine es un negocio menguante que no puede prescindir de un mercado de más de 1.000 millones de personas, mientras que para las empresas estadounidenses internet es un negocio pujante que puede crecer aunque prescinda de una quinta parte de los habitantes del planeta.

Foto: EC Diseño

Sin embargo, más allá de eso, esta situación refleja una nueva realidad geopolítica. Las películas estadounidenses siempre se adaptaron a las condiciones políticas de los países donde se estrenaban —empezando por la España de Franco—, del mismo modo que la tecnología se sometía a las regulaciones del lugar de destino de las inversiones. Pero en esta nueva guerra fría, las grandes empresas estadounidenses tendrán que hacer esfuerzos adicionales para entrar en mercados que les son hostiles, y al menos algunas se humillarán para conseguir esos beneficios extra.

La ironía, por supuesto, es que no sucederá al revés: China potencia cada vez más su industria cinematográfica y quiere utilizarla con fines propagandísticos: 'La batalla del lago Changjin', que cuenta cómo los soldados chinos derrotaron a los estadounidenses en un episodio de la guerra de Corea de los años cincuenta, ya se ha convertido en la película china más exitosa de la historia y la de mayor recaudación en el mundo en 2021. Y, si quiere, hoy mismo puede comprar en el gigante comercial chino Alibaba sin mayores obstáculos o, por supuesto, hacerse con un teléfono Huawei.

Como en la antigua Guerra Fría, las restricciones no serán ni mucho menos simétricas. Pero es algo rara una guerra fría en la que ni James Bond puede enfrentarse a los archirrivales de Occidente, ¿no?

La nueva guerra fría entre Estados Unidos y China debería ser un contexto fértil para el cine de Hollywood. Durante las décadas de enfrentamiento con la Unión Soviética, las películas —de 'El tercer hombre' a 'Rocky'— se llenaron de villanos comunistas, malvados con acento ruso y espías de la KGB enviados para acabar con el capitalismo. Tras la caída del Muro de Berlín y el 11-S, el cometido de todos los héroes —de Jason Bourne a Batman, de James Bond a Iron Man— consistió en impedir atentados terroristas islámicos y detener a quienes los tramaban. Las guerras de Irak y Afganistán eran habituales en las películas de George Clooney o Clint Eastwood. Hoy, sin embargo, el cine comercial no refleja la nueva realidad geopolítica.

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