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La transformación geopolítica de Japón
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La transformación geopolítica de Japón

Dado el tamaño de su economía, el país contará con el tercer mayor presupuesto militar del planeta, tras Estados Unidos y China. Pero quizá el cambio más significativo es la adquisición de una capacidad de contraataque

Foto: Foto: REUTERS / Julia Nikhinson.
Foto: REUTERS / Julia Nikhinson.

La agresión rusa contra Ucrania no ha sido solo un desafío a Europa. Como subrayó en Madrid el primer ministro de Japón, Fumio Kishida, durante la cumbre de la OTAN del pasado mes de junio, “es un acto que socava los cimientos mismos del orden internacional”. Como país cuya seguridad nacional está estrechamente vinculada al mantenimiento de ese orden, Japón se sumó desde el primer momento a las sanciones impuestas a Moscú por sus socios occidentales. La respuesta del Gobierno japonés tenía una motivación adicional: el temor de que, después de transmitirle China a Rusia su apoyo político, Pekín quisiera igualmente alterar el statu quo en Asia oriental mediante el recurso a la fuerza.

El ataque ruso intensificó de este modo el debate sobre la capacidad del país para hacer frente a futuras contingencias. Un amplio consenso sobre la necesidad de reformular la política de defensa, cuyas premisas se definieron tras la Segunda Guerra Mundial, permitió ir más allá de lo previsto originalmente en la revisión de la Estrategia de Seguridad Nacional que debía sustituir a la de 2013, la primera en la historia de Japón. Dicho documento, aprobado por el Gobierno el pasado 16 de diciembre junto a otros dos textos —la Estrategia de Defensa Nacional y el Programa de Desarrollo de las Capacidades de Defensa— cierra el proceso iniciado hace una década para adaptarse a los cambios producidos en la estructura del sistema internacional. Sin abandonar las limitaciones a la proyección de poder establecidas por la Constitución de 1947, Japón ha completado las exigencias de su autodefensa mediante dos principales novedades, el aumento del gasto militar y la posibilidad de responder a un ataque enemigo, que marcan su regreso como actor geopolítico.

"Es previsible que Rusia se alinee con China para presionar militarmente a Japón y desafiar la presencia de su principal aliado, EEUU, en Asia"

La nueva estrategia responde a un entorno exterior en el que Japón afronta tres grandes desafíos. El primero de ellos —“un reto estratégico sin precedente”— es China. La República Popular no solo está volcada en un acelerado programa de modernización militar, arsenal nuclear incluido, sino que ha aumentado la presión con respecto a sus reclamaciones de soberanía en el mar de China Oriental, con incursiones casi constantes en aguas territoriales japonesas, así como sobre Taiwán. Durante las maniobras militares realizadas por Pekín alrededor de la isla en agosto, cinco misiles cayeron en la Zona Económica Exclusiva de Japón. Otros dos riesgos son Corea del Norte y Rusia. Pyongyang continúa desarrollando sus misiles (en 2022 realizó 86 lanzamientos, muy por encima del anterior máximo anual de 26 en 2019) y su armamento nuclear. Además de esperarse a corto plazo un séptimo ensayo, el régimen norcoreano ha modificado recientemente su doctrina nuclear para permitir ataques preventivos y el uso de armamento nuclear táctico. También Rusia es una potencial amenaza para Japón. Las conversaciones sobre un tratado de paz —asunto aún pendiente desde 1945— fueron suspendidas de manera indefinida por Moscú en abril de 2022. Es previsible que Rusia se alinee con China para presionar militarmente a Japón y desafiar la presencia de su principal aliado, Estados Unidos, en Asia. Desde 2019, ambos países realizan ejercicios conjuntos en el espacio marítimo y aéreo que rodea al archipiélago.

Este triple frente reclamaba un reajuste en las capacidades y doctrina de defensa japonesas, como han venido discutiendo los expertos durante los últimos años. El punto de partida es un aumento de la inversión, que había estado limitada desde 1976 al 1% del PIB. Al presentar la nueva estrategia, Kishida anunció que, en 2027, Japón habrá duplicado el gasto en defensa, compartiendo, por tanto, el mismo techo que se han fijado los Estados miembros de la OTAN. Dado el tamaño de su economía, el país contará con el tercer mayor presupuesto militar del planeta, tras Estados Unidos y China. Pero quizá el cambio más significativo es la adquisición de una capacidad de contraataque. El sistema de defensa del que dispone Japón en la actualidad resulta insuficiente como protección en caso de conflicto en la península coreana o en el estrecho de Taiwán. Con la ampliación de sus capacidades —de forma destacada mediante misiles Tomahawk de largo alcance—, Japón podrá responder a un ataque enemigo (pero no actuar de manera preventiva, opción prohibida por ley) y alcanzar objetivos en el territorio del adversario.

"Japón podrá responder a un ataque enemigo (pero no actuar de manera preventiva) y alcanzar objetivos en el territorio del adversario"

Pese a su lógica básicamente disuasoria y defensiva, son cambios que representan una profunda transformación. Contando con el potencial demográfico, económico y tecnológico para ser una gran potencia, su reducido perfil militar limitó durante décadas la participación de Japón en el escenario estratégico internacional. La multiplicación de amenazas externas (a las mencionadas hay que añadir la vulnerabilidad de las cadenas de valor, la competición en tecnologías emergentes, y dominios como el espacio y el ciberespacio) ha conducido a la articulación de una política que acaba con ese estatus anterior. Bajo estrictas condiciones legales, y manteniendo el principio de que nunca adquirirá armamento nuclear ni permitirá su tránsito por su territorio, Japón ve reforzada no obstante su seguridad nacional, a la vez que amplía el alcance de la alianza con Estados Unidos y se convierte en un factor clave de la estabilidad regional y global. Entre otras consecuencias, China se encontrará con mayores obstáculos a sus pretensiones hegemónicas en Asia.

* Fernando Delage es director del Departamento de Estudios Internacionales en la Universidad Loyola Andalucía.

La agresión rusa contra Ucrania no ha sido solo un desafío a Europa. Como subrayó en Madrid el primer ministro de Japón, Fumio Kishida, durante la cumbre de la OTAN del pasado mes de junio, “es un acto que socava los cimientos mismos del orden internacional”. Como país cuya seguridad nacional está estrechamente vinculada al mantenimiento de ese orden, Japón se sumó desde el primer momento a las sanciones impuestas a Moscú por sus socios occidentales. La respuesta del Gobierno japonés tenía una motivación adicional: el temor de que, después de transmitirle China a Rusia su apoyo político, Pekín quisiera igualmente alterar el statu quo en Asia oriental mediante el recurso a la fuerza.

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