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Ramón González Férriz

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Las elecciones polacas de hoy tienen un mensaje para nosotros

Las últimas encuestas no son concluyentes. La intención de voto de Ley y Justicia ronda el 35%; la de Plataforma Cívica, el 29%

Foto: El líder del partido Ley y Justicia (PIS), Jaroslaw Kaczynski, hace campaña antes de las elecciones en Polonia. (Reuters/Marcin Kucewicz)
El líder del partido Ley y Justicia (PIS), Jaroslaw Kaczynski, hace campaña antes de las elecciones en Polonia. (Reuters/Marcin Kucewicz)
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Los líderes de los principales partidos polacos que hoy concurren en las elecciones, Jaroslaw Kaczynski (del gobernante Ley y Justicia) y Donald Tusk (de la opositora Plataforma Cívica) se odian. Ambos se formaron políticamente en la transición del comunismo a la democracia. Ambos crearon sus propias formaciones a principios de este siglo: Ley y Justicia adoptó una ideología cada vez más nacionalista, conservadora y estatalista; Plataforma Cívica es un partido de derechas más liberal y europeísta. Ambos se han alternado en el poder durante veinte años y han cruzado acusaciones cada vez más virulentas. Kaczynski considera a Tusk un hombre a sueldo de Berlín, Bruselas y Moscú, y le ha llamado "enemigo de la nación" y "traidor que debe ser exterminado moralmente". Tusk ha dicho que Ley y Justicia es "veneno" y que, si gobierna, meterá a Kaczynski en la cárcel. En Polonia, muchos consideran que estas elecciones, además de la última batalla entre estos dos viejos rivales, son una especie de referéndum sobre la naturaleza del país: ¿es este una nación amenazada que requiere mano dura o una democracia europea normal?

Las últimas encuestas no son concluyentes. La intención de voto de Ley y Justicia ronda el 35%; la de Plataforma Cívica, el 29%. Además, otros tres partidos superan el umbral necesario para conseguir representación: Tercera Vía (centro-derecha, 9,5%), Nueva Izquierda (9,5%) y Confederación, un partido situado más a la derecha que Ley y Justicia que dijo oponerse a "los judíos, los homosexuales, los abortos, los impuestos y la UE". Confederación tiene una intención de voto de alrededor del 8% y en el caso de que Ley y Justicia ganara por un margen importante, pero no consiguiera la mayoría absoluta, sería su socio de coalición más lógico. Sin embargo, no se descartan otras opciones. Ni siquiera un resultado que impida todas las fórmulas y bloquee la gobernación.

No solo Polonia

En los últimos ocho años, Ley y Justicia ha ido despojando al país de los rasgos propios de una democracia liberal. Ha sometido el poder judicial, ha tomado el control de la mayor parte de los medios de comunicación, mantiene una política hostil contra todo lo extranjero y ha aumentado la intervención del Estado en la economía con subsidios de toda clase y la colocación de aliados en empresas públicas y privadas. Tusk ha prometido que, si gobierna, revertirá muchas de estas tendencias iliberales. La pregunta es en qué grado será eso posible tras ocho años de ocupación de todas las instituciones y con una población que, aunque haya perdido el entusiasmo por Ley y Justicia, da por buenas muchas medidas del Gobierno actual, como la política de inmigración cero, el enfrentamiento con la UE aunque sin salir de ella o la dependencia de los subsidios estatales de cada vez más familias.

Sin embargo, la cuestión trasciende a Polonia. El suyo es, junto al de Hungría, el caso de populismo más extremo dentro de la Unión Europea. Pero en muchos países de la UE los partidos con fuertes rasgos autoritarios han aprovechado la polarización y la fragmentación y participan en la gobernabilidad, ya sea liderando coaliciones (Italia), como socios menores (Finlandia), apoyando a Gobiernos desde el Parlamento (Suecia) o mediante una suma de los dos últimos casos (España). En otros (Francia, Austria), partidos semejantes podrían llegar pronto al poder.

En EEUU, Biden ha cambiado por completo el estilo de Gobierno de Trump, pero ha mantenido buena parte de sus medidas más importantes

La cuestión, pues, no es si esta nueva forma de hacer política se dará en los demás países europeos, sino en qué medida lo hace ya y hasta qué punto la implantación de sus políticas es inmediatamente reversible. En Estados Unidos, Joe Biden ha cambiado por completo el estilo de Gobierno de Donald Trump, pero ha mantenido buena parte de sus medidas más importantes, como las ayudas a la industria nacional, las sanciones comerciales a China o una política migratoria estricta. Rishi Sunak, el primer ministro de Reino Unido, tiene un carácter completamente distinto del caótico y demagógico Boris Johnson, pero hoy corteja también a los votantes más resentidos contra la apertura cultural.

Dentro de la UE, cuando Berlusconi pasó a un segundo plano de la política italiana, dejó incrustados en ella buena parte de sus principios, como la aversión a las reformas, el endeudamiento sistemático o los ataques a los jueces. Y en Países Bajos o Dinamarca, los partidos populistas han entrado y salido de las fórmulas de Gobierno, aunque su rechazo a la inmigración y el recelo hacia las actitudes fiscales del sur de Europa se han convertido en algo inamovible. Todo ello responde, en parte, a las circunstancias políticas actuales: las sociedades demandan más seguridad y los gobernantes creen que estas medidas, y la retórica vinculada a ellas, se la ofrecen. Pero también tiene un elemento más estructural: las políticas populistas suelen molestar mucho a los partidos que se encuentran en la oposición, que, sin embargo, empiezan a ver sus virtudes en cuanto llegan al poder. Entonces descubren los muchos beneficios que algunas de ellas suponen para los gobernantes, lo mucho que le gustan a la gente y, en consecuencia, lo difícil e impopular que es revertirlas.

Unas elecciones con mensaje

Eso no significa que, en el caso de poder liderar el Ejecutivo, Coalición Cívica vaya a gobernar Polonia como lo ha hecho Ley y Justicia. No lo haría. De hecho, sería una gran noticia que Tusk recuperara el poder, rebajara la enorme polarización que domina la vida pública de su país y revirtiera la mayor parte de políticas iliberales que ha implantado su viejo rival Kaczynski. Aunque se tratará, si vence, de una tarea enormemente difícil.

Las elecciones de Polonia son trascendentales para el futuro de los polacos. Pero también mandarán un mensaje a los demás países europeos que, aunque en distinta medida que Polonia, tienen dentro de sí, o incluso en el Gobierno, a las fuerzas populistas. Si Ley y Justicia vuelve a gobernar, el mensaje será que una vez el autoritarismo se instala en un país, es difícil vencerle porque tiene a su disposición una cantidad enorme de recursos políticos. Y si logra hacerlo, Plataforma Cívica, que incluso, cuando se le vence, es muy difícil deshacer sus medidas políticas populistas y su colonización de todas las instituciones.

Los líderes de los principales partidos polacos que hoy concurren en las elecciones, Jaroslaw Kaczynski (del gobernante Ley y Justicia) y Donald Tusk (de la opositora Plataforma Cívica) se odian. Ambos se formaron políticamente en la transición del comunismo a la democracia. Ambos crearon sus propias formaciones a principios de este siglo: Ley y Justicia adoptó una ideología cada vez más nacionalista, conservadora y estatalista; Plataforma Cívica es un partido de derechas más liberal y europeísta. Ambos se han alternado en el poder durante veinte años y han cruzado acusaciones cada vez más virulentas. Kaczynski considera a Tusk un hombre a sueldo de Berlín, Bruselas y Moscú, y le ha llamado "enemigo de la nación" y "traidor que debe ser exterminado moralmente". Tusk ha dicho que Ley y Justicia es "veneno" y que, si gobierna, meterá a Kaczynski en la cárcel. En Polonia, muchos consideran que estas elecciones, además de la última batalla entre estos dos viejos rivales, son una especie de referéndum sobre la naturaleza del país: ¿es este una nación amenazada que requiere mano dura o una democracia europea normal?

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