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Francisco Pleite Guadamillas

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Nuestro destino es común

Al otro lado del Atlántico el panorama no es muy halagüeño, el gran aliado que intervino en las otras dos guerras desarrolladas en suelo europeo se muestra dubitativo

Foto: Cadetes y civiles sostienen la bandera mientras cantan el himno ucraniano en Lviv. Ucrania conmemora el 159 aniversario de la primera interpretación pública de su himno, que se interpretó por primera vez en 1865. (EFE/EPA/ Mykola Tys)
Cadetes y civiles sostienen la bandera mientras cantan el himno ucraniano en Lviv. Ucrania conmemora el 159 aniversario de la primera interpretación pública de su himno, que se interpretó por primera vez en 1865. (EFE/EPA/ Mykola Tys)

Sobre la Europa de entreguerras se cernía la amenaza de los totalitarismos: el nazismo, el fascismo y el comunismo. El orden surgido después de la Segunda Guerra Mundial alumbró a dos superpotencias, el mundo se divido en dos bloques, que se equilibraban y que a su vez se sostenían uno en la existencia del otro. Tras la caída del muro de Berlín, algunos, Fukuyama, anunciaron el final de la historia, que no se ha producido. El triunfo de la democracia liberal, que se atisbaba inminente, fue una visión efímera, la democracia está en retroceso, acechan nuevos peligros.

Nuevos actores adquieren protagonismo en la esfera internacional. Por un lado, la emergente China que desafía a EEUU, por otro la Unión Europea que trata de tener voz propia como garante de la libertad y defensora de valores humanos, y, últimamente, una Rusia que vuelve por sus fueros imperialistas, si es que alguna vez dejo de serlo. Es esta última la que amenaza directamente a la Unión Europea.

Rusia prosigue con la obra de Pedro el Grande, primero fueron los zares, después el comunismo imperialista de la Unión Soviética que sometió a pueblos vecinos y ahora un hibrido de régimen que se va quitando la careta y se convierte en un nuevo totalitarismo. Sin duda, la primera víctima son los propios rusos que se desangran y el vecino pueblo ucraniano que sufre atónito la agresión. Las señales que emite Rusia llevan tiempo siendo muy perturbadoras, pero en estos momentos se acentúan. Se ha eliminado, incluso físicamente, a la oposición interna, recluyendo al principal opositor en un rincón del ártico al más puro estilo estalinista, la pequeña luz que iluminaba en la lejanía se ha apagado con un soplo emitido a cientos de kilómetros.

Rusia, si puede, no se va a quedar al oro lado del Dniéper. La guerra en Ucrania está sirviendo para perfeccionar su armamento y entrenamiento de sus tropas. Los nuevos persas amenazan Europa, que a diferencia de los estados griegos no se debe enfangar en guerras internas, debe ser conocedora que su única alternativa es la unión para no sucumbir ante la amenaza que viene de Oriente. Pero en la guerra actual no todos son tanques, la desinformación rusa pretende infundir la división en Europa, y se apoyan partidos con ideas antieuropeístas, las redes sociales sirven de altavoz y muchos asumen las noticias falsas desconociendo su finalidad. Europa tiene que defender su libertad y los valores humanos que son señas de su identidad, para ello tiene que hacer frente a las campañas de intoxicación que debilitan la unión y la democracia, así como prepararse para la guerra, no hay alternativa posible, tal vez dentro de unos años, quizás no mucho, tenga que defender no solo las ideas sino su territorio.

Foto: El líder opositor ruso Alexei Navalni durante una manifestación en Moscú en 2017. (Getty/Anadolu/Evgeny Feldman)

Al otro lado del Atlántico el panorama no es muy halagüeño, el gran aliado que intervino en las otras dos guerras desarrolladas en suelo europeo se muestra dubitativo, y próximo a una cita electoral que pueda terminar con una vuelta de un líder, cuando menos imprevisible, que ha llevado al país a la polarización hasta el extremo de poner en peligro su propia estabilidad, el mundo se encogió con las imágenes del asalto al Capitolio. La respuesta y el compromiso del tradicional aliado con la libertad es incierto.

La historia continua, pero de otra forma a la esperada después de 1989. En estas condiciones, hoy, la paz en Ucrania de momento parece muy lejana. Decía el escritor romano de temas militares Vegacio que: “Si quieres la paz, prepárate para la guerra”. Europa debe aumentar el gasto en defensa y ayudar a Ucrania, quizás esta sea la única manera de garantizar la paz y su supervivencia, pero ya vamos un poco tarde, Rusia gasta casi un 6 por ciento del PIB en defensa, mientras que la media de los países de la Unión Europea según el Banco Mundial no llega al 2%. Lo que sí es cierto es que si no vamos juntos será más fácil que Occidente perezca, entonces sí, también juntos y tal vez sea el final de la historia, pero no el que deseábamos. Nuestro destino está inevitablemente unido.

*Francisco Pleite Guadamillas es magistrado.

Sobre la Europa de entreguerras se cernía la amenaza de los totalitarismos: el nazismo, el fascismo y el comunismo. El orden surgido después de la Segunda Guerra Mundial alumbró a dos superpotencias, el mundo se divido en dos bloques, que se equilibraban y que a su vez se sostenían uno en la existencia del otro. Tras la caída del muro de Berlín, algunos, Fukuyama, anunciaron el final de la historia, que no se ha producido. El triunfo de la democracia liberal, que se atisbaba inminente, fue una visión efímera, la democracia está en retroceso, acechan nuevos peligros.

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