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El ruido del mercadillo: aranceles sí, aranceles no
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El ruido del mercadillo: aranceles sí, aranceles no

La economía, y las compañías y consumidores que la forman, es un sistema reflexivo que se adapta, buscando el encaje más estable y no el más extremo

Foto: Coches esperando ser exportados en la terminal de Seaforth en Liverpool. (EFE/Adam Vaughan)
Coches esperando ser exportados en la terminal de Seaforth en Liverpool. (EFE/Adam Vaughan)

El ruido casi diario respecto a los posibles aranceles a las importaciones con las que el presidente estadounidense Donald Trump amenaza, monopolizan los titulares. Muchos reaccionan con miedo, y describen los escenarios potencialmente más adversos: aranceles que desencadenan una guerra comercial, frenazo al crecimiento económico, inflación disparada, que a su vez requiere tipos de interés mucho más altos, mientras el gasto fiscal se dispararía…

Todo lo anterior no refleja que la economía, y las compañías y consumidores que la forman, sea un sistema reflexivo que se adapta, buscando el encaje más estable y no el más extremo. Pero, sobre todo, lo anterior no evidencia lo más importante de todo: que todo este ruido es parte del regateo, de la negociación entre países. Lo que a ciencia cierta casi siempre se ha producido a puerta cerrada, hoy se airea, posiblemente, como parte de la negociación. Además, tenemos cada vez más pruebas: Colombia primero, y más recientemente México y Canadá, han encontrado un punto de encuentro con EEUU en pocas horas. Tienen algo que la Casa Blanca quiere, y son capaces de concederlo, a cambio de evitar estos aranceles.

Esto no quiere decir que las amenazas no sean reales. Estamos viendo cómo el equipo del presidente Trump actúa de manera decisiva e implacable frente a algunas de las estructuras que consideran nocivas. Están cumpliendo sus promesas, y su palabra depende de ello, le pese a quien le pese.

Sin embargo, el pragmatismo en la aplicación de sus políticas y en las tácticas de negociación es evidente, y hasta predecible para sus contrarios. Este pragmatismo implica que EEUU no se querrá pegar un tiro en un pie a cambio de nada. Por ejemplo, de México solicitan ayuda contra la inmigración ilegal, y para luchar contra el narcotráfico. Pero a Estados Unidos no le conviene nada que su propia industria del automóvil -que desde hace décadas depende en su cadena de suministro de las maquiladoras mexicanas- sufra el impacto de los aranceles a la importación y ponga en peligro empleos y negocios adyacentes.

Foto: El presidente de EEUU, Donald Trump. (Reuters)

El riesgo del proteccionismo será mayor para aquellos productos sin diferenciación que pueden ser fabricados sin problema en suelo estadounidense. Sin embargo, muchos otros serán totalmente inmunes por su diferenciación -el que se iba a comprar un Ferrari, Rolex, Louis Vuitton, etc. no cambiará de opinión-, especialización -chips de última generación, equipos litográficos para semiconductores, fabricación de compuestos farmacéuticos avanzados, productos y diseños únicos protegidos con patentes, etc.-, o por la falta de capacidad global en chips de memoria, cable de alta tensión y otros materiales escasos... Las compañías y negocios de estos grupos serán capaces de seguir con su día a día sin grandes aspavientos.

Otros productos, a menudo de menor valor añadido, pero en los que EEUU sí que compite, tendrán que afrontar las barreras comerciales, con dudosas perspectivas: acero, tubos, petróleo y gas, automóviles, seguramente también electrónica de consumo o industria textil.

Los que más tienen que temer son los que se alineen como adversarios, y además carezcan de productos diferenciados o de gran valor añadido (Irán, Venezuela o Cuba) tienen casi todas las cartas de este grupo. Sobre ellos, EEUU concentrará toda su presión, para escarmiento de los demás; para que se vea que el palo está para usarse si hace falta, y así todos prefieran aceptar la zanahoria de los acuerdos.

Foto: Inversores en la bolsa de Nueva York. (Getty/Spencer Plat)

Las sanciones sobre Irán, por ejemplo, tendrán ramificaciones inmediatas sobre los flujos de petróleo (la OPEC podrá vender más volumen, y menos petróleo será transportado en “la flota oscura” o ilegal). Pero más allá de impactos puntuales como éste, lo más lógico es esperar que los escenarios más catastrofistas no se cumplan. Debido al estilo pragmático, pero ruidoso de los que tienen la sartén por el mango a día de hoy, el mundo se parece más que nunca a un mercadillo, y lo que vemos y oímos es parte del ruido del regateo.

* Andrés Allende es gestor del fondo Paradigma Value Catalyst de A&G Global Investors.

El ruido casi diario respecto a los posibles aranceles a las importaciones con las que el presidente estadounidense Donald Trump amenaza, monopolizan los titulares. Muchos reaccionan con miedo, y describen los escenarios potencialmente más adversos: aranceles que desencadenan una guerra comercial, frenazo al crecimiento económico, inflación disparada, que a su vez requiere tipos de interés mucho más altos, mientras el gasto fiscal se dispararía…

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