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Esteban González Pons

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Franco 'is different'

Casi con la única excepción del Reino Unido, Europea entera a lo largo del siglo XX estuvo sometida a dictaduras de extrema derecha, o de extrema izquierda, fascistas o comunistas

Foto: Vista del Valle de los Caídos. (Reuters)
Vista del Valle de los Caídos. (Reuters)

Casi con la única excepción del Reino Unido, Europa entera a lo largo del siglo XX estuvo sometida a dictaduras de extrema derecha o de extrema izquierda, fascistas o comunistas. El caso es que, visto el panorama desde Bruselas, toda Europa ha olvidado ya a sus dictadores, integrándolos con mejor o peor fortuna en la conciencia política general, menos España. Solo nosotros seguimos dando vueltas a la calavera de nuestro dictador 45 años después de que muriera en la cama.

La Historia considerará a las dos guerra mundiales brutales guerras civiles europeas, e incluirá como precuelas o secuelas de las mismas a otros conflictos regionales en la península Ibérica, los Balcanes o el este de Europa. Nuestra Guerra Civil forma parte de esta confrontación bestial entre europeos producida entre 1914 y 1989, que solo terminó, tras la caída del Muro de Berlín, con la constitución de la Unión Europea. Todos esos años están llenos de dictaduras, todas crueles y sangrientas, sobre suelo europeo. Pensemos por ejemplo en Portugal, que también sufrió una dictadura desde 1933 hasta 1974. António de Oliveira Salazar, principal figura del Estado Novo, murió en 1968 y fue enterrado en una sencilla tumba, apenas reconocible, junto a sus padres en el cementerio municipal de Vimieiro, a 147 kilómetros de Lisboa.

Foto: La imponente cruz que preside el Valle de los Caídos, este 21 de octubre. (Reuters)

Hoy en día, la figura de Salazar no genera apenas controversia. De hecho, ni siquiera grandes animadversiones. Quizá porque cuando triunfó la revolución, el 'profesor' ya había fallecido. Quizá porque todo lo que se recuerda de él es que era un solterón devoto y austero hasta el extremo, que convivía solo con su ama de llaves y unas gallinas poniendo huevos en medio del palacio presidencial. Sea como fuere, Salazar ocupa un muy justo segundo plano en la Historia de Portugal.

Al norte de los Pirineos, Philippe Pétain fue el hombre que puso cara al régimen de Vichy, colaboracionista con la ocupación nazi de Francia. Liberado el país, Pétain fue condenado a muerte en agosto de 1945, sin embargo, la pena le fue conmutada por su 'enemigo', el general De Gaulle, por otra de cadena perpetua.

El mariscal Pétain pudo pasar así sus seis últimos años de vida confinado en un fuerte militar de la pequeña isla de Yeu, a pocos kilómetros de la costa francesa. Y allí fue enterrado en 1951 en una tumba sin grandes ornamentos, en la que solo se puede leer que allí reposa un mariscal de Francia, dignidad que nunca le fue retirada.

placeholder Imagen de Philippe Pétain publicada en la prensa británica. (Reuters)
Imagen de Philippe Pétain publicada en la prensa británica. (Reuters)

El mismísimo presidente socialista François Mitterrand enviaba flores cada año a su tumba, quizá porque en el pasado él mismo había sido funcionario del régimen de Vichy e incluso condecorado por el mariscal. Igual que Robert Schuman, padre fundador de la Unión Europea, que fue uno de los diputados de Vichy que votaron a favor de conceder plenos poderes a Pétain para negociar el armisticio con Alemania. Hasta Macron se pronunció hace no mucho, reconociendo que, pese a la complejidad del personaje, Pétain había sido un gran soldado de Francia.

Los italianos todavía conviven con Mussolini, y no solo porque muchas ciudades del país transalpino conservan con orgullo monumentos y edificios levantados por el dictador, sino porque su tumba se ha convertido en el motor económico de Predappio, el pequeño municipio de 6.000 habitantes y tradicionalmente socialista en el que está enterrado. Mussolini tuvo una muerte violenta. Murió linchado y colgado cabeza abajo junto a su amante en una plaza pública de Milán, tras ser perseguidos y acorralados por una turba. Secuestrado su cadáver (o lo que quedaba de él) por temor a que se convirtiese en un mártir, finalmente los restos fueron recuperados y autorizados por el Gobierno a ser enterrados en la cripta familiar.

De Il Duce, solo se acuerdan los historiadores y los nostálgicos. Está ahí como una reliquia antigua. Sin molestar a nadie. En todo caso, haciendo caja con los recuerdos.

Foto: Benito Mussolini es arrestado después de un mitin en 1915
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Mucho se ha especulado sobre qué ha pasado con los restos de Adolf Hitler. El consenso apunta a que después de suicidarse, sus ayudantes lo llevaron fuera del búnker y le prendieron fuego. La democracia alemana se afanó en limpiar todo rastro de nazismo. Hasta el mismo búnker, última morada del Führer, fue destruido.

Volviendo nuestra mirada al Este, también tenemos algunos ejemplos. Josip Broz-Tito, el mariscal que encarnó a la extinta Yugoslavia, fue enterrado en loor de multitudes en mayo de 1980 tras dirigir férreamente la República durante más de 25 años. Yugoslavia no sobrevivió a la muerte de Tito y durante más de una década su tumba estuvo cerrada al público. Hoy, la Casa de las Flores ha vuelto a abrir sus puertas a turistas, curiosos y nostálgicos de una época pasada.

Lenin y Stalin, por ejemplo, corrieron suerte dispar. Mientras el primero sigue ocupando el mausoleo levantado en su honor en la plaza Roja de Moscú, el segundo, víctima de la campaña de desestalinización emprendida por su sucesor, fue acomodado en el exterior de la muralla del Kremlin. Pero ahí está. Ahí siguen los dos.

placeholder Homenaje a Stalin en la casa donde nació. (Reuters)
Homenaje a Stalin en la casa donde nació. (Reuters)

Erich Honecker, el último presidente efectivo de la República Democrática alemana, huyó a la URSS, pero tras la desintegración de esta fue extraditado a la Alemania reunificada, donde fue juzgado por la muerte de 192 personas que intentaron cruzar el Muro durante su mandato. Al enfermar mortalmente, fue liberado y se exilió a Chile.

Imposible hablar de dictadores sin acordarse de Nicolae Ceaucescu, el cual tuvo igualmente un final trágico. Junto a su esposa Elena, mano derecha y cómplice, el Conducatore, como se hacía llamar, gobernó la Rumanía comunista desde 1965 hasta su derrocamiento y muerte en 1989. Durante un tiempo aclamado incluso por Occidente, acabó convirtiendo el régimen en una de las peores tiranías europeas que se recuerdan. Su caída en desgracia televisada, los famosos cuatro días de diciembre del 89, forma parte de los hechos políticos más impactantes del siglo XX.

Hoy en día, tanto las humildes tumbas en que reposan como los ostentosos palacios y villas de que disfrutaron, así como el antiguo cuartel militar en el que fueron fusilados, se han convertido en atracciones turísticas. Hay paquetes de viajes ofreciendo visitas guiadas que hacen las delicias de los extranjeros. Los herederos de la familia hasta registraron en su día la marca 'Ceaucescu'. El euro es el euro. Toda una ironía para el hombre que hizo del comunismo atroz su cuño personal.

Foto: Rodion Camataru, el sorprendente Bota de Oro que hizo historia por orden de Elena Ceacescu.

Así podríamos seguir recordando, uno a uno, a los personajes más oscuros de la humanidad. Lo que les une, aunque hayan pasado a los libros de historia como dictadores crueles, opresores y en muchos casos sanguinarios, es que todos, todos, de muertos se han vuelto irrelevantes. Menos Franco que, por alguna razón, es diferente.

En 1984 el presidente francés François Mitterrand y el canciller alemán Helmut Kohl se cogieron de la mano en un acto de homenaje a los cerca de 700.000 soldados franceses y alemanes que perdieron la vida en la batalla de Verdún. Con este sencillo gesto, los europeos occidentales aceptamos olvidar los reproches por las atrocidades de nuestras pasadas guerras, honrarnos mutuamente y contemplar unidos el futuro. Nadie en Alemania usa al enemigo francés para ganar votos, ni en Francia al enemigo alemán.

Quizá los españoles también necesitemos para enterrar definitivamente la Guerra Civil y a Franco que unos y otros nos cojamos de la mano para homenajear en Belchite a los muertos de ambas Españas en la guerra y en la represión posterior. Y a partir de entonces que nadie jamás vuelva a querer ganar unas elecciones en esta tierra nuestra con el discurso de las dos Españas, la buena y la mala.

Casi con la única excepción del Reino Unido, Europa entera a lo largo del siglo XX estuvo sometida a dictaduras de extrema derecha o de extrema izquierda, fascistas o comunistas. El caso es que, visto el panorama desde Bruselas, toda Europa ha olvidado ya a sus dictadores, integrándolos con mejor o peor fortuna en la conciencia política general, menos España. Solo nosotros seguimos dando vueltas a la calavera de nuestro dictador 45 años después de que muriera en la cama.

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