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Pedro Miguel Lamet

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Un papa pide perdón

Francisco pide perdón sin rebozo en el contexto del polémico y complicado caso de la pederastia en Chile

Foto: El papa Francisco habla durante una visita a la Pontificia Universidad Católica en Santiago (Chile). (EFE)
El papa Francisco habla durante una visita a la Pontificia Universidad Católica en Santiago (Chile). (EFE)

Si algo caracteriza el pontificado del papa Francisco es el hecho de haber bajado a la calle para andar entre la gente e intentar transformar la Iglesia-fortaleza en la plaza del pueblo para todos. Es cierto que sus predecesores dieron en su momento algunos pasos en este sentido: desde el abandono de la silla gestatoria de Juan XXIII y la tiara por Pablo VI al acercamiento mediático de Juan Pablo II. Recuerdo que cuando este último fue elegido, solo enrosqué en mi cámara el teleobjetivo pensando que el papa estaba siempre lejos, cuando para mi sorpresa Wojtyla rompió el protocolo para dar la mano a los periodistas. Era un gesto insólito frente a la imagen hierática e intocable de papa, que habíamos visto sobre todo en el aristocrático Pío XII.

Pero la verdadera ruptura se está produciendo con Francisco. No solo en sus gestos de prescindir de capisayos, utilizar un coche utilitario, responder a los informadores a micrófono abierto, por su residencia de Santa Marta, el diálogo con el pueblo en directo y espontaneas llamadas telefónicas; sino sobre todo por su intento de descentralización de la Iglesia romana, para hacerla más colegial, y volcarse en la periferia, los pobres y marginados, como subraya especialmente en su reciente exhortación 'Gaudete y exultate'. Esta cercanía, junto a su interés por la ecología o la comunión de los divorciados, ha cambiado en gran parte la imagen de la Sede Apostólica. Pero no deja de ser curioso que sean los alejados e incluso los agnósticos los que más aprecian esta manera sencilla y evangélica de presentarse, mientras que entre los fieles persiste un sector crítico, predominantemente burgués y conservador, que añora el "papa esfinge", mitificado, etéreo, inaccesible.

Foto: El papa Francisco (centro) posa junto a obispos y cardenales. (EFE)

Sin embargo, hasta ahora no se había producido un caso tan extremo de que un papa pidiera perdón. Karol Wojtyla lo hizo, es cierto, en el año 2000 por los pecados históricos de la Iglesia, como por ejemplo el famoso caso Galileo. Pero ningún papa lo había hecho por sus propios pecados y equivocaciones. Francisco pide perdón sin rebozo en el contexto del polémico y complicado caso de la pederastia en Chile.

El lector recordará que su reciente gira apostólica a la Iglesia chilena fue calificada por la opinión pública como el viaje más contestado en contraste con los bien acogidos desplazamientos de este papa. Francisco había motejado de calumnias las acusaciones de las víctimas de Fernando Karadima, quienes afirmaban que el obispo chileno Juan Barros, a pesar de conocer el comportamiento del sacerdote, nunca tomó medidas contra él. Un caso este que sacudió a Chile por primera vez en 2004, cuando se presentaron las primeras denuncias en su contra. El sacerdote fue acusado entonces de abusar a menores de edad mientras era párroco de la iglesia de El Bosque. Más tarde, otros sacerdotes se sumaron a estos graves testimonios. Por su conducta, el Vaticano abrió un proceso canónico para decidir sobre el futuro del cuestionado cura. En abril de 2010, el escándalo estalló a nivel nacional a raíz de que varias de las víctimas denunciaran los hechos en televisión. Tras las pertinentes indagaciones, la Santa Sede en 2011 condenó como culpable a Kadarima confirmando los cargos de pedofilia.

placeholder El obispo Juan Barros oficia un servicio en la Catedral de San Mateo de Osorno, en Chile. (Reuters)
El obispo Juan Barros oficia un servicio en la Catedral de San Mateo de Osorno, en Chile. (Reuters)

Pero el escándalo no quedó ahí. Se ha reactivado este año con las declaraciones del papa Francisco durante su visita a Chile. En esta ocasión las víctimas del sacerdote señalaron que el obispo Juan Barros habría encubierto a Kadarima sin denunciarlo. Lo más extraño es que Francisco calificara de calumnias tales comentarios y desacreditara así los testimonios de las víctimas, quienes a renglón seguido argumentaron que la actitud del papa era tan inaceptable como ofensiva.

Frente a este paso en falso, el papa solicitó una investigación más profunda a una comisión liderada por el arzobispo de Malta, Charles Scicluna y Jordi Bertomeu, que se entrevistaron sin prejuicios con todas las partes implicadas en el conflicto tanto en Nueva York como en Santiago de Chile. Tras la recepción del voluminoso informe (64 testimonios recogidos en 2.300 folios) la reacción de Francisco no ha podido ser más ejemplar: "He incurrido en graves equivocaciones de valoración y percepción de la situación, especialmente por falta de información veraz y equilibrada. Ya desde ahora pido perdón a todos aquellos a los que ofendí". De forma directa, el papa, en una carta dirigida al episcopado chileno, pide sin rodeos perdón a las víctimas de Karadima y Barros y convoca a los obispos de aquel país a Roma "para reparar en lo posible el escándalo y restablecer la justicia" ante un caso que ha provocado en Bergoglio "dolor y vergüenza".

Lo más extraño es que Francisco calificara de calumnias los comentarios sobre encubrimientos y desacreditara así los testimonios de las víctimas

El papa confiesa cómo Scicluna y Bertomeu "reconocieron ante mí haberse sentido abrumados por el dolor de tantas víctimas de graves abusos de conciencia y de poder y, en particular, de los abusos sexuales cometidos por diversos consagrados de vuestro país contra menores de edad, aquellos a los que se les negó a destiempo e incluso les robaron la inocencia". La reacción en Chile no se ha hecho esperar: las partes afectadas han mostrado su "satisfacción y esperanza" y están evaluando las posibilidades de acceder a la invitación de Francisco a recibirles en Roma.

Pero más allá de lo anecdótico del hecho, que tiene su importancia —pues recientemente se había achacado a la Santa Sede bajar la guardia en la "tolerancia cero" contra los pederastas y su encubrimiento—, la actitud de Francisco tiene una trascendencia histórica para la institución eclesial. ¿Recuerdan los versos de Alberti al san Pedro de bronce de la basílica? Soy san Pedro aquí sentado, / en bronce inmovilizado, / no puedo mirar de lado / ni pegar un puntapié, / pues tengo los pies gastados, /como ves./ Haz un milagro, Señor./ Déjame bajar al río, / volver a ser pescador, / que es lo mío".

placeholder El papa Francisco oficia una misa multitudinaria en la playa de Lobito de la ciudad de Iquique (Chile). (EFE)
El papa Francisco oficia una misa multitudinaria en la playa de Lobito de la ciudad de Iquique (Chile). (EFE)

Era aquel Pedro apasionado que lloró por haber negado a Jesús. Su sucesor Francisco no ha tenido miedo de bajar del pedestal a la playa de la gente de a pie. Pues no hay nada más convincente en un mundo donde todos se preocupan, por encima de la autenticidad, de guardar la propia imagen, que un papa, al fin y al cabo de carne y hueso, sepa humildemente pedir perdón.

Si algo caracteriza el pontificado del papa Francisco es el hecho de haber bajado a la calle para andar entre la gente e intentar transformar la Iglesia-fortaleza en la plaza del pueblo para todos. Es cierto que sus predecesores dieron en su momento algunos pasos en este sentido: desde el abandono de la silla gestatoria de Juan XXIII y la tiara por Pablo VI al acercamiento mediático de Juan Pablo II. Recuerdo que cuando este último fue elegido, solo enrosqué en mi cámara el teleobjetivo pensando que el papa estaba siempre lejos, cuando para mi sorpresa Wojtyla rompió el protocolo para dar la mano a los periodistas. Era un gesto insólito frente a la imagen hierática e intocable de papa, que habíamos visto sobre todo en el aristocrático Pío XII.

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