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Seiscientos euros para la gallina Alberta
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Juan Soto Ivars

España is not Spain

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Seiscientos euros para la gallina Alberta

Hace un tiempo vi que dos personas pedían dinero por internet para salvar la vida de una gallina. La gallina tenía nombre, era su mascota. Se

Hace un tiempo vi que dos personas pedían dinero por internet para salvar la vida de una gallina. La gallina tenía nombre, era su mascota. Se llamaba Alberta, la gallina.

- ¡Irá a decir usted ahora que es de idiotas tener una gallina y quererla!

No me atrevería a empezar con tan mala pata. En los últimos tiempos se ha vuelto muy peligroso decir que uno come filetes de cerdo, al menos en internet. Es menos peligroso decir que se tiene un cerdo como mascota. Pasa lo contrario que en la Unión Soviética o la Edad Media, momentos en que el sistema imponía al animal la función de ser comido y podían venir a asaltar tu casa si escondías un cerdo en la bañera. Me parece curioso que en esta crisis económica que manda a tanto ciudadano a las colas de la beneficencia se esté volviendo tan poderosa la doctrina del animalismo, que entiende a los animales como seres iguales a nosotros y trata de evitar su sufrimiento a toda costa. Y que, por lo tanto, haya una crítica aplaudida en círculos cada vez más anchos hacia las personas que comen solomillo. Por lo tanto, la gallina Alberta se convirtió en una Rosa Parks de los animales.

- Vuelvo a detectar cierto retintín.

Pues no lo hay. Si hay gente que ama a una boa y la abraza con pasión, ¿quién soy yo para criticarlos? El amor es libre. Se puede amar a una gallina. El caso es que estas dos personas llevaron a su gallina Alberta al veterinario, y este le había impuesto tasa de 600 euros al tratamiento necesario para salvarle la vida. Y ahí entra ese vector llamado Internet que vuelve nuestra vida tan asombrosa. La pareja pidió el dinero para salvar a Alberta. Y lo recibió. Que les salven a la gallina entre todos. Como quien tiene un hijo con leucemia, vaya. O como quien pide dinero para comer.

- Como le digo, detecto cierta ironía.

Amar a un mamífero es fácil: el mamífero busca el cariño dando lametones y restregando el pescuezo contra nuestras piernas, pero para amar a una gallina hay que ser verdaderamente generoso. Amar sin esperar nada a cambio. Aparte de huevos. Que seguramente no coman sus dueños, pues no estaría bien, sería feo.

- Yo soy vegano ovolácteo, de manera que como huevos y leche. Hay mucha variedad en nuestras doctrinas.

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Y estoy seguro de que también hay intensas guerras intestinas. Recientemente he estado viendo en Facebook las fotos de un organismo pluricelular de la rama sapiens que abrazaba, en un mercado, una manta raya dispuesta sobre cama de hielo. El sujeto recibía comentarios de aplauso en los que llamaban asesinos a los que comen pescado, y ustedes me dirán que se trata de círculos radicalizados. Pero más allá de la acusación de asesinato, el veganismo y el animalismo crecen a toda velocidad incluso antes de encontrar su entrada en el diccionario de la Real Academia.

- Oiga, es que el tofu está cojonudo.

Estoy de acuerdo. Comer carne o no comerla me parece una cosa baladí. Una decisión tan íntima como follar con hombres o mujeres, como atender en ventanilla o declamar sobre las tablas, como leer a Vladimir Nabokov o a Stephen King. Respetable. Pero como ocurre en quien sólo lee a Nabokov y critica al lector de King, el que no pisa la carnicería llama inmoral al que sí la pisa.

- Generalizando de buena mañana.

Por supuesto. Cuando Toni Cantó declaró (no sé si en Twitter o en el bar) que los animales no tienen derechos, las redes sociales se incendiaron. Había traspasado una línea. A muchos se nos olvida que para ser sujetos de derecho tenemos que ostentar obligaciones y que sin lo segundo difícilmente podemos garantizarnos lo primero. Era un debate interesante que se disolvió en griterío, pero sigamos con Gandhi: maltratar a un animal es muy poco civilizado. Aceptable. Rosa Montero lo defendió bien en su artículo "Amar a un animal". Pero si la defensa de los animales nos lleva a desearles la muerte a los ganaderos y consumidores (visto en internet), o genera un ambiente en que parece aceptable pedir, en tiempos de carestía, seiscientos euros para salvar la vida de una gallina llamada Alberta, habrá que replantearse los parámetros de lo que significa ser civilizado.

- Termina el argumento, que quiero leer algo más interesante.

La defensa de los animales es loable y la negativa a comer salchichas totalmente respetable. Amar a los animales admite variantes, tanto los ama, tanto los necesita el animalista como el sibarita adicto al cordero de Segovia. La postura de defensa a ultranza del animal no tiene nada que ver con los ataques, cada vez más habituales y cada vez menos argumentados, a quienes hemos decidido quedarnos a vivir en los tiempos en que la carne era un manjar.

Hace un tiempo vi que dos personas pedían dinero por internet para salvar la vida de una gallina. La gallina tenía nombre, era su mascota. Se llamaba Alberta, la gallina.