Es noticia
¿Eh?
  1. Sociedad
  2. España is not Spain
Juan Soto Ivars

España is not Spain

Por

¿Eh?

Por la noche, los salones vacíos de Cibeles retumban con el ruido de los muertos de la política al levantarse: consejeros defenestrados, empresarios traidores, constructores caídos en desgracia...

Foto: El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy. (Reuters)
El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy. (Reuters)

“Para mí esto es el pasado y ahora estamos mirando al futuro, ¿eh?”

Es la respuesta que dio Mariano Rajoy a un periodista que le preguntaba por qué ha elegido a Cristina Cifuentes y no a Ignacio Gonzálezpara la candidatura a la presidencia de Madrid. La emanación de polvo gris que llamamos presidente saltaba el alambre de espino de lo peliagudo con una respuesta vacía rematada con su "¿eh?" característico, que es la piedra angular de su retórica.

Le basta con eso. A los políticos no les hace falta ser convincentes, para eso está el technicolor de los programas electorales que traman cada cuatro años y los demás movimientos electoralistas. Los ciudadanos atendemos a los debates políticos y al circo por costumbre, a sabiendas de que nada de lo que digan los mandatarios podrá ser utilizado en su contra.

Intuimos que lo importante está ocurriendo siempre bajo el suelo, en las alcantarillas y con un lenguaje mucho menos correcto, y por una vez hemos tenido el privilegio de aspirar los olores que reinan en las cloacas de la política. Alguien, quizás una tortuga ninja, ha levantado una tapa de alcantarillado para que irrumpa un poco del aroma de Los Soprano en el Farmacia de guardia que tratan de vendernos con bastante menos gracia que Concha Cuetos.

La política real se desarrolla en los túneles opacos y no en los pasillos del Parlamento

Los tertulianos se agarran estos días a la conversación entre el comisario Villarejo e Ignacio González a cuenta de un ático y sabe Dios cuántas otras cosas, pero algunos nos llevamos las manos a la cabeza y nos preguntamos qué más habrá ahí abajo. Cuatro minutos de conversación entre un comisario y un político han derribado una candidatura que parecía sólida. Cuatro minutos han servido para que el PP se coma uno de sus alfiles con su propia dama. Pero cuatro minutos no son nada.

Mientras los tertulianos analizan si miente Villarejo o miente González, Iñaki Gabilondo se hacía ayer preguntas más pertinentes: si la grabación es de 2011, ¿cuántos mandatarios la conocían y la han ocultado? ¿Cuántos más documentos esconden? ¿Qué más hay en los cajones del Ministerio de Interior? 'Mi Misterio del Interior', que cantaban los de Ron Lalá.

Seamos malpensados para acertar: las corrupciones personales de González o las empresas del comisario Villarejo son intrascendentes. Esta es la verdad: el fabuloso ayuntamiento de Madrid está construido sobre un viejo cementerio indio. Por la noche, mientras Cibeles gira en el centro de su remolino de bullicio, los salones vacíos retumban con el ruido de los muertos de la política al levantarse. Se oyen las voces de consejeros defenestrados, empresarios traidores, constructores caídos en desgracia y demás socios de los políticos, bien encerrados en lo que denominamos “cloacas”. Aguirre ha dicho que no va a pisar la sede si sale elegida alcaldesa. Tiene miedo y es comprensible. El mantenimiento cuesta más de 5.000 euros al día. Qué no dirán los fantasmas que moran en sus pasillos.

En este sentido, la sede de Génova estaría construida sobre esqueletos aztecas, la de Ferraz encima de una fosa común, el ministerio de Agricultura sobre los muertos de las Cruzadas y bajo el Congreso de los Diputados habría una fosa séptica más profunda que el infierno.

En el momento de cerrarse las puertas de los despachos flamantes y limpios, las cloacas se abrirían y los ministerios se inundarían de la vieja peste

Algo podemos sacar los borreguitos de esta pequeña abertura al pozo negro: las cloacas son más grandes que los edificios. La política real se desarrolla en los túneles opacos y no en los pasillos del Parlamento. Lo que vemos es el teatrillo tras el que se oculta el concurso de comisarios, empresarios y políticos, así que cuando un líder abre la boca hay que estar más atento a sus muletillas que al contenido de su mensaje. De repente, el "¿eh?" de Rajoy cobra una significación teosófica, como diría Latino de Hispalis.

Ignacio González siempre dice “como ustedes saben”. Cuando habla ante las cámaras suena mucho más refinado que en la conversación con Villarejo, que era más propia de dos puteros animados por el gintonic de Larios. “Está más pillao que la polla”, le decía el comisario a otro policía. Cifuentes ha dicho que le presentaron a Villarejo en la puerta de la iglesia, y de este cambio de registro lingüístico podemos aprender más que de ciento veinte filtraciones.

Los ciudadanos nos movemos en la superficie y nos escandalizamos por las emanaciones de las bocas de alcantarillado. “Estamos asistiendo al derrumbe del régimen en Madrid”, decía un optimista y colérico Antón Losada, pero yo no estoy tan seguro. Cierto que mañana, gracias a la democracia, podrían entrar a los ministerios nuevas caras, nuevas personas. Estas personas, en el mejor de los casos, podrían ser honestas.

Bien, en el momento de cerrarse las puertas de los despachos flamantes y limpios, las cloacas se abrirían y los ministerios se inundarían de la vieja peste. Aparecería la vieja política para engatusar a las nuevas caras. Porque la vieja política no son sólo los partidos del 78 como creen los ingenuos miembros de Podemos, sino estos empresarios viles, estos funcionarios corruptos y demás variaciones del putero torrentiano que han ayudado a nuestros políticos a sostener durante años el peso de la cruz de la responsabilidad.

El nombre de Villarejo, hoy tan repetido, no puede ser menos trascendente. Ténganlo claro. Hay un Villarejo en cada esquina, un Correa en cada despacho, un Arturo Fernández en cada barra de bar. Si se levantasen las calles y nos dejasen ver la totalidad de esta pocilga inconmensurable, los ciudadanos nos apoyaríamos en la mesa más cercana y, con la voz rota, balbucearíamos la única palabra capaz de condensar la verdad sobre este país podrido hasta los huesos: ¿eh?

“Para mí esto es el pasado y ahora estamos mirando al futuro, ¿eh?”

Política Mariano Rajoy Democracia Esperanza Aguirre Cristina Cifuentes