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Recuerdo de mi visita al soviet de Madrigrado
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Juan Soto Ivars

España is not Spain

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Recuerdo de mi visita al soviet de Madrigrado

La irresponsabilidad de los políticos debería figurar en los libros de historia. No se puede aventar el pánico con esa alegría y esa frivolidad. Un soviet es una cosa terrible y lejana, pero no tienen ni idea

Foto: Manifestantes "contra un Madrid comunista" en Colón. (Foto: Daniel Muñoz)
Manifestantes "contra un Madrid comunista" en Colón. (Foto: Daniel Muñoz)

Yo he llegado a Madrid para ver los soviets por la calle. Quería ser Camba pero no queda nada del imperio de los zares y menos del tinglado de las checas. Ni una mala purga, aunque tenían razón los agoreros y se forman colas venezolanas en el Retiro. Me acerco a los que esperan, pregunto, es una decepción detrás de otra. No llevan libretas de papeles compulsados sino libros, que son como unas cartillas largas de razonamiento, es decir, nada.

Pero no me desanimo. Al menos es cierto que este año la feria del libro se celebra a la sombra de la política. Durante el fin de semana se anuncia a cada rato por megafonía que firma Monedero, Revilla, Rivera, Carmena... Se apiñan grupos de idólatras que tienen aires de guardia imperial por los palos de selfi que llevan en ristre. Buscan una firma o un beso o un saludo o decirle cuatro cosas al representante del partido de turno. Te cuentan los editores literarios que los políticos están firmando más que los youtubers, que ya es decir. En cuanto a ellos, los literarios, como siempre. Son la propina de la feria.

-Los que la tienen más larga son los presentadores de programas de cocina -me dice un editor. Por allí cerca han puesto al cocinero de la tele a firmar libros y se me deshace esta pregunta en la boca:

-¿Toda esta cola es por su libro o porque da comida?

El autor me mira como valoraría el mal estado de una alcachofa. El segurata me aparta y me explica:

-Si quiere que le firmen haga la cola, caballero.

Pero que me firme el qué, ¿un huevo duro? La cocina es la parte de la casa donde se hace la política. Allí se miden las raciones de lentejas con un vasito y se escancian venenos para las copas del césar. Quiero preguntar al cocinero una cosa que me inquieta: ¿dónde estaríamos después de estos años terribles si las frankfurt del Dia costaran más de 35 céntimos? ¿Qué habría pasado si la pasta y el tomate frito costaran más de sesenta?

Hay niños cuya dieta se compone de huevo, pasta y tomate frito. Todo eso puede costar menos de ochenta céntimos. Con rodajas de frankfurt del Dia no llegará al euro, así que no tener dinero provoca que tu hijo desnutrido padezca sobrepeso. Nos salva de verdaderos soviets una muralla de salchichas baratas y arroz de marca blanca.

Pero algunos abuelos se lo han creído. La irresponsabilidad de los políticos debería figurar en los libros de historia del futuro. No se puede aventar el pánico con esa alegría y esa frivolidad. Un soviet es una cosa terrible y lejana, pero estos no tienen ni idea. Los políticos sólo se interesan por la historia para decir que los otros son Franco o Stalin. Rara vez demuestran un conocimiento profundo de los hechos del pasado. Ni siquiera concuerda lo que dicen el martes con lo que dijeron el lunes. La política y la historia nunca han tenido una relación sincera.

 A veces no valoramos el daño de nuestras mentiras hasta que las oímos en boca de otros más crédulos que nosotros

El sábado, antes del final de la Copa del Rey, había una porra entre los escritores de la feria. ¿Se pita el himno entero o sólo una parte? Yo me preguntaba los hinchas hipócritas tendrían narices de pitar también el momento en que el rey entrega los trofeos, pero enseguida dejé de pensar en fútbol. En el bar me encontré con un señor que había estado en Colón por la mañana para gritar contra Carmena. Lo reconocí por las fotos de la prensa. Era un hombre con cierto aire a Jesús Gil en la nariz que tomaba unas cañas con su señora.

-¿Es que tienen miedo?

-Miedo no.

Pero la mujer hacía que sí con la cabeza. Rondaban los setenta años: “Vosotros los jóvenes no sabéis el peligro de la extrema izquierda”. Esa pareja era simpática por la noche con un joven que les preguntaba. Me hablaron de una juez que libera a etarras y cuyo marido se forra a costa de sus empleados, y de un partido que ganará las generales y ya no podremos votar nunca más democráticamente. Eran las palabras de Esperanza Aguirre en boca de personas que se las creían de verdad.

Me gustaría que los políticos que han sembrado el pánico escucharan a ese par de jubilados. A veces no valoramos el daño de nuestras mentiras hasta que las oímos en boca de otros más crédulos que nosotros.

En Madrid y en toda España sigue la vida sin que hayan ardido los conventos. A los que llaman ultras, a esos dos abuelos, les sugerí que estuvieran tranquilos, pero era demasiado tarde. Ellos sí que viven en el soviet de Madrigrado. Quién les habrá metido esa idea en la cabeza.

Yo he llegado a Madrid para ver los soviets por la calle. Quería ser Camba pero no queda nada del imperio de los zares y menos del tinglado de las checas. Ni una mala purga, aunque tenían razón los agoreros y se forman colas venezolanas en el Retiro. Me acerco a los que esperan, pregunto, es una decepción detrás de otra. No llevan libretas de papeles compulsados sino libros, que son como unas cartillas largas de razonamiento, es decir, nada.

Manuela Carmena Esperanza Aguirre