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Si Nelson Mandela levantara la cabeza, le arrancaba a Otegi el pin
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Juan Soto Ivars

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Si Nelson Mandela levantara la cabeza, le arrancaba a Otegi el pin

El legado de Mandela ha sido la unión de todos los demócratas del mundo alrededor de la igualdad racial, mientras que el de ETA ha sido, dejando los asesinatos aparte, la división del pueblo vasco

Foto: El exdirigente de la izquierda independentista vasca Arnaldo Otegi. (Reuters)
El exdirigente de la izquierda independentista vasca Arnaldo Otegi. (Reuters)

Ha salido Arnaldo Otegi de prisión (otra vez) con un pin de la estelada y otro de Nelson Mandela en el pecho. Ha sido una coreografía hermosa porque tras los pasos de este libertador de los pueblos -no necesariamente de las personas, pues participó en el secuestro de Luis Abaitua- iban creciendo las flores, los calabacines y las absurdas discusiones. Todavía no le había dado tiempo a llegar de la prisión de Logroño a la puerta de su casa cuando Pablo Iglesias celebraba en Twitter la liberación del preso y Albert Rivera le contestaba.

Decía Pablo en su encíclica a los del doble rasero moral que la libertad de Otegi es una buena noticia para los demócratas porque nadie debería ir a la cárcel por sus ideas. Está en lo cierto en la primera parte: que una persona tan poco proclive a la rectificación salga de la cárcel tras cumplir su condena es una buena noticia para los demócratas, porque demuestra que el estado de derecho funciona y que nadie será privado de su libertad más allá de lo que marca la ley.

Pero Pablo, que asegura que siempre garantizará la independencia del poder judicial, ha encontrado en la liberación de Otegi un argumento suficiente para poner en duda una decisión de la Audiencia Nacional. Supone Iglesias que la última beca Erasmus de Arnaldo en Instituciones Penitenciarias es incompatible con la democracia aunque el postetarra fue encarcelado por pertenencia a banda armada. Es lo que le recordaba Albert Rivera, quien apostillaba a su vez que, encarcelado por sus ideas, más bien Leopoldo López. A continuación Iglesias arremetía contra Rivera acusando a Ciudadanos de no condenar el Franquismo, de manera que, entre Venezuela y el Caudillo, cualquier conato de conversación seria quedaba erradicado a la manera frívola de Twitter.

El hecho es que Otegi ya tiene cincuenta y ocho años y si podemos decir que ETA ha dejado de aterrorizarnos no ha sido con su ayuda, pues él ni siquiera hizo el rito de paso de condenar el terrorismo. El hombre ha cumplido su castigo, así que por mí puede dedicarse a la política tanto como quiera. Más vale tarde que nunca: politizar aspiraciones sentimentales -alias hacer política- es lo que tendría que haber hecho Otegi antes de huir a Francia en 1977 tras una serie de catastróficos altercados. Además, está claro que se le daría bien cosechar votos porque siempre ha demostrado un talento innato para pastorear al ganado: una de sus últimas cabritillas parece ser el mismo Pablo Iglesias.

Yo estoy de acuerdo con Iglesias en que ETA tiene una explicación política y no entiendo que eso se ponga en duda. Todo movimiento terrorista la tiene, incluido el Estado Islámico, que no estaría donde está de no ser por la concatenación de desastres políticos que ha sacudido a esa desgraciada región. Pero entramos en el reino de la estupidez si olvidamos que nuestro Estado, como máximo, habrá podido ser tan represor con el pueblo vasco como ETA, y eso contando los GAL. Diré que hasta llegaríamos a ponernos de acuerdo en que la ETA del Franquismo tuvo cierto sentido trágico, pero no habrá modo de que alguien como yo, nacido en 1985, admita que lo de Miguel Ángel Blanco o la bomba de la T4 es algo que se puede relativizar.

Arnaldo Otegi sale de prisión arropado por los radicales

Pero ahora vayamos al plato fuerte del menú del día de este psiquiátrico que llamamos España: la comparación entre Arnaldo Otegi y Nelson Mandela, con la que están galanteando ya algunos plumillas de izquierdas, de proverbial tolerancia hacia las enfermedades mentales ajenas. A ver si puedo condensar en palabras una sutil diferencia entre los dos por respeto histórico hacia los negros, que no son vascos pero también tienen su corazoncito.

Nelson Mandela vivía en un estado represor, algo de lo que pueden presumir los abertzales tanto como quieran siempre que admitan que ser un negro en el África del Apartheid era ligeramente más incómodo que ser vasco a partir de la Transición. Los negros de Sudáfrica morían a paletadas por una cuestión de piel, que diría Floriano, mientras que los vascos tienen que esforzarse mucho para demostrar que son una raza aparte. Mandela, aunque fundó la guerrilla MK, vivió entre rejas por pedir pacíficamente que los negros tuvieran derechos básicos como el voto o la vida, mientras que los etarras usaban las armas para exigir que los vascos tuvieran un estado propio.

Hay una diferencia tan poco sutil como entre la resistencia pacífica de Mandela y la justificación del terrorismo político en la España de la Transición

Todos los negros de Sudáfrica estaban a favor de Nelson Mandela, algo que no creo que vayan a decir todos los vascos sobre Arnaldo Otegi. El legado de Mandela ha sido la unión de todos los demócratas del mundo alrededor de la igualdad racial, mientras que el de ETA ha sido, dejando los asesinatos aparte, la división del pueblo vasco. ¿Podemos decir, pasado el tiempo, que ETA y sus organizaciones políticas han sido un motor para el desarrollo democrático de Euskadi? Yo diría que no y, al contrario, creo que fueron otros vascos muy civilizados quienes lograron imponerse al ruido de las bombas para que la identidad de su pueblo fuera recogida en las bases del nuevo estado. Fueron ellos, los vascos demócratas, quienes consiguieron unas ventajas fiscales que hoy son la envidia de los estelados y hasta de los madrileños.

Lo mejor de la libertad de expresión es que permite a cada cual retratarse. La de Arnaldo Otegi ha sido amenazada muchas veces, por ejemplo cuando homenajeaba a asesinos demostrados. El Tribunal Europeo de Derechos Humanos condenó al Estado por haber condenado injustamente a Otegi cuando este llamó asesino al rey Juan Carlos I. Ha sido, de todas sus condenas, la única que un político español tiene derecho a tachar de injusta.

¿Se refería a eso Pablo Iglesias? El problema es que Otegi no estaba en prisión por ese motivo, sino por otro delito sobre el que ningún tribunal mundial se ha pronunciado en contra. ¿Podemos, aún así, argumentar que el Otegi de los últimos años ha sido tratado con excesiva dureza por el sistema judicial español? Es posible pero, entre abrir un debate sano y depurar la imagen de un señor con una lista de delitos espeluznante, hay una diferencia tan poco sutil como entre la resistencia pacífica de Nelson Mandela y la justificación del terrorismo político en la España de la Transición.

Ha salido Arnaldo Otegi de prisión (otra vez) con un pin de la estelada y otro de Nelson Mandela en el pecho. Ha sido una coreografía hermosa porque tras los pasos de este libertador de los pueblos -no necesariamente de las personas, pues participó en el secuestro de Luis Abaitua- iban creciendo las flores, los calabacines y las absurdas discusiones. Todavía no le había dado tiempo a llegar de la prisión de Logroño a la puerta de su casa cuando Pablo Iglesias celebraba en Twitter la liberación del preso y Albert Rivera le contestaba.

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