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El PSOE ya puede cambiar sus siglas por PSOE-CdlB
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Juan Soto Ivars

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El PSOE ya puede cambiar sus siglas por PSOE-CdlB

La decadencia del PSOE no se debe a su emperador, sino a la ambición desmedida de quienes aspiran a sucederle

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Hace poco más de un año que Pedro Sánchez hizo su puesta de largo ante la ciudadanía en un programa de televisión donde el público preguntaba cosas y él ponía la sonrisa y el argumentario como respuesta a todas las cuestiones. Aquel día, Sánchez manejó los resortes del humor involuntario tan admirablemente como Mariano Rajoy, en especial cuando retó a un chico con síndrome de Down a jugar al baloncesto o cuando una funcionaria tuvo que recordarle que los diputados se jubilan con solo 11 años de ejercicio, porque él reconocía no saberlo.

-Me lo miraré-, acabó concediendo el líder socialista aquella noche remota en que la funcionaria le llevó a conocer el mundo real. Aquello era el prólogo de un viaje alucinante.

Desde entonces, su liderazgo se ha convertido en un canto homérico. Ulises Sánchez intenta llevar al PSOE de vuelta a la Ítaca monclovita. Por el camino soportó las tormentas electorales que arrancaban a la nave los mástiles, los aparejos y los lienzos; se enfrentó a las gargantas profundas y al inagotable apetito de los cíclopes barones devoradores de ovejas; cortó varias cabezas de una vieja hidra cuando hasta Corcuera sacaba los dientes para morderle, e incluso hizo oídos sordos a los cantos de una sirena pálida que se contonea en una roca y lleva los cabellos amarrados en una coleta.

Tras las elecciones del 20-D, sacó fuerzas del agotamiento. Muchos vimos por primera vez su madera de líder, o más concretamente a un líder de madera en el que todos podían clavar sus flechas pero no se venía abajo. Cuando las ojeras de Sánchez se ensombrecieron tanto que atravesaron varios pisos de maquillaje, yo vi crecer a un hombre mientras se venía abajo un partido.

Hoy tengo que admitir que Sánchez sabe crecerse ante la adversidad. Hoy ha quedado claro que el problema nunca fue Sánchez, sino el Partido Socialista

Sánchez me había parecido el menos digno de todos los socialistas, pero a partir del 20-D demostró esa habilidad de los animales políticos de luchar, como Errol Flyn, contra toda una legión de piratas borrachos al mismo tiempo. Hoy, tengo que admitir que Sánchez sabe crecerse ante la adversidad, que tiene un aguante más propio de la geología que de la biología, que sabe contemporizar como una madre de familia numerosa cuando todos los niños quieren la merienda al mismo tiempo. Hoy ha quedado claro que el problema nunca fue Sánchez, sino el Partido Socialista.

Ulises ya sospecha que Penélope dejó de tejer y se entregó a las caricias de todos los pretendientes. Ayer oíamos por la radio la risotada que Susana Díaz daba como respuesta a la pregunta de siempre, si tiene pensado presentarse pronto. Esa risa nos saca de Grecia y nos traslada a Roma, pues es la risa del hambre voraz, de la impaciencia del deseo: Díaz se reía como Didio Juliano, el magnate al que la guardia pretoriana quiso vestir con la púrpura imperial a cambio de favores, justo antes de que el breve, ingenuo y virtuoso emperador Pértinax hubiera sido asesinado.

Sánchez, como Pértinax, sirve para enseñarnos que la decadencia del PSOE no se debe a su emperador, sino a la ambición desmedida de quienes aspiran a sucederle. Será recordado como el hombre hipermaquillado que arrancó la máscara a su partido. Ni siquiera Borrell, Joaquín Almunia o el Estatut catalán hicieron tan evidente la guerra interna del PSOE.

Después de que la alianza con Albert Rivera se fuera al garete, Sánchez duerme con un ojo abierto y exige a César Luena que pruebe el vino que le ponen en la mesa. De poco sirve la treta cuando también te tiran dagas y llueven las hachas en Ferraz.

Sánchez va al timón de una nave que ya no debe llamarse PSOE a secas. Yo propongo que lo rebauticen con las siglas PSOE-CdlB: PSOE-Coño de la Bernarda

El martes quiso Sánchez ejercer de secretario general y dijo que no, gracias, a la oferta envenenada de Pablo Iglesias para ir juntos al Senado. Sánchez buscaba el favor de los barones anticomunistas, más partidarios de la derechización moderada del partido, pero, inmediatamente después de su negativa educada, el PSOE valenciano viró a la izquierda y propuso una candidatura senatorial junto a Compromís y Podemos. En Aragón, tres cuartos de lo mismo.

La coalición de Iglesias y Garzón jamás llegará a un acuerdo con el comité federal del PSOE porque es tan catalófila que podría llamarse Confluencia i Unió. Pero al mismo tiempo, ha sido tan esperada, tan exigida por las bases, que podría significar el 'sorpasso' definitivo al PSOE. En previsión de que el PSOE se convierta en la tercera fuerza política después del 26-J, este martes varios barones expresaron su pavor por las encuestas y dijeron que un par de escaños más no bastan. La amenaza fantasma, vaya.

El líder socialista emprende así el que podría ser su último viaje. Va al timón de una nave que ya no debe llamarse PSOE a secas, porque allá cada cual hace la aportación que le sale de las narices. Yo, por este motivo, propongo que lo rebauticen con las siglas, mucho más descriptivas, de PSOE-CdlB, es decir: PSOE-Coño de la Bernarda. Y no creo que haga falta aclararle al lector que me estoy refiriendo a Bernarda Alba.

Hace poco más de un año que Pedro Sánchez hizo su puesta de largo ante la ciudadanía en un programa de televisión donde el público preguntaba cosas y él ponía la sonrisa y el argumentario como respuesta a todas las cuestiones. Aquel día, Sánchez manejó los resortes del humor involuntario tan admirablemente como Mariano Rajoy, en especial cuando retó a un chico con síndrome de Down a jugar al baloncesto o cuando una funcionaria tuvo que recordarle que los diputados se jubilan con solo 11 años de ejercicio, porque él reconocía no saberlo.

Pedro Sánchez Alberto Garzón Susana Díaz