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Juan Soto Ivars

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Si Donald Trump fuera políticamente correcto

La corrección política trata de convencerte a ti de que tu vida no es peor, sino diferente. Eres de la clase media. ¡No estás tan mal!

Foto: El candidato republicano a la Casa Blanca, Donald Trump. (Reuters)
El candidato republicano a la Casa Blanca, Donald Trump. (Reuters)

La corrección política tiene muchas caras, todas ellas blancas, maquilladas. No solo trata de convencerte de que si eres negro o moro no estás más jodido en esta sociedad que si eres blanco —¿os habéis dado cuenta de que el único momento en que el progrerío norteamericano se desprende del eufemismo es para decir que un 'negro' llegó a presidente?—. No solo induce la idea falsa de que los paralíticos solo son gente diferente, no lisiados, ni siquiera discapacitados, sino personas con atributos diferentes sin relación con sus capacidades —cuando dan aviso de bomba en un teatro, una silla de ruedas o un bastón de ciego no son inconvenientes, ¡son diferencias!—. No solo intenta vender la moto de que todos los niños son especiales y por eso luego todos los adultos son especiales: porque tienen la mentalidad de un crío.

No, no solo eso.

La corrección política, además, trata de convencerte a ti de que tu vida no es peor, sino diferente. Eres de la clase media. ¡No estás tan mal! Mira a esos pringados a los que todo el mundo llama ahora 'clases desfavorecidas', a esos putos pardillos que imploran por una 'ley de segunda oportunidad' cuando nadie les dio la primera. Míralos a ellos, a los 'parados' —en realidad quebrados, hundidos, nadies—, mientras te levantas temprano y pasas ocho o nueve horas metido en un tugurio a cambio de un sueldito. ¿Sabes qué conclusión sacarás si miras a tu alrededor de esta manera? Pues que también eres diferente. Todos somos diferentes. Diferentes a Messi, a Rodrigo Rato y a Angela Merkel. ¡Enhorabuena!

La corrección política se formalizó con un objetivo y acabó sirviendo para el contrario, igual que la bomba atómica nació gracias a unos físicos idealistas

La corrección política se formalizó con un objetivo y terminó sirviendo para el contrario, de la misma forma que la bomba atómica nació gracias a las teorías de un puñado de físicos idealistas. Por cierto: la bomba atómica se inventó al calor del lenguaje políticamente correcto 20 años antes de que nadie hablase de corrección política. Durante el Proyecto Manhattan, todos los físicos e ingenieros se referían a ella como el 'artefacto'. La excusa eran los espías, como si alguien pudiera pensar que en un complejo ultrasecreto y blindado en el desierto de Nevada estaban construyendo una máquina de pimbal.

Así, cuando los generales lanzaron el 'artefacto' encima de Hiroshima y Nagasaki, muchos de esos genios de la física que habían aportado su cerebro a la barbarie se deprimieron. Se sintieron culpables. ¡Ellos solo estaban haciendo un 'artefacto' y de pronto estos políticos malvados lo lanzan encima de un montón de japoneses inocentes! Es muy divertido (deprimente) leer en la autobiografía de Feynman que un tipo tan ingenioso como él, tan sabio, tan despierto, estaba tan profundamente adormecido que ni siquiera tuvo tiempo de pararse a pensar para qué cojones iban a usar el 'artefacto'. O eso dice, claro.

Esto nos enseña algo muy importante. Los poderosos no son tan inteligentes como los científicos, pero tienen el don de utilizar a los científicos y a cualquiera de nosotros para cualquier cosa. Pensad en internet. Un montón de genios independientes, unos neopunkis, lanzan plataformas rompedoras, radicales, cambian el mundo, inventan las redes sociales y todos vamos para allá al paso de la oca. ¿Conclusión? Querríamos mejorar el mundo, pero ya ni siquiera sabemos lo que es verdad y lo que es mentira. ¿Hubo financiación ilegal en Podemos? Lea todo lo que encuentre en Google y terminará el día sin saber si Podemos existe realmente. ¿Son buenos o malos los transgénicos? Idem. ¿Existe el calentamiento global? Ídem. ¿Será positivo el Brexit, el 'no' al acuerdo de paz en Colombia, la independencia de Cataluña? Google te dirá que la verdad es todo y no es nada. Google te hará libre. Te hará estúpido.

Los poderosos no son tan inteligentes como los científicos, pero tienen el don de utilizar a los científicos y a cualquiera para cualquier cosa

Por eso dicen que internet ha sido el invento más revolucionario. Atención, por favor, a la palabra 'revolucionario'. Cada vez que la oigo en boca de esos líderes mundiales, me doy cuenta de lo aliviados que están ahora que las 'revoluciones' se limitan a internet.

Bien. Para que este estercolero mundo resultase menos desagradable a un puñado de izquierdistas forrados de las universidades americanas, para que esos profesores amigos de las minorías purgasen su sentimiento de culpa por ser blancos, estar forrados y considerarse izquierdistas, en los ochenta la corrección política estaba totalmente implantada en el discurso político.

Cuarenta años después, Trump sufre un revés inesperado en su campaña contra ese ñoqui mal amasado, contra esa representante del 'establishment' rancio, contra esa Susana Díaz llamada Hillary Clinton. Ya sabíamos que Trump es machista y que detesta a los mexicanos, a los indios, a los negros y a los árabes; sabíamos que su vida como empresario ha sido una sucesión de desastres y quiebras que no le han impedido seguir nadando en la abundancia, pero es un vídeo de hace un lustro, donde dice que si tienes pasta puedes “coger el coño” a la primera putilla que se te acerque, lo que lo pone contra las cuerdas.

¿Cuánto más peligroso sería Donald Trump si, como hacen otros iguales a él, hubiera adoptado el lenguaje políticamente correcto?

¿No es acojonante? ¿Cuántos Trumps mueven los hilos a salvo del varapalo electoral solo porque no dicen abiertamente lo que piensan? ¿Cuánto más peligroso sería Donald Trump si, como hacen otros iguales a él, hubiera adoptado el lenguaje políticamente correcto? Si Trump, en ese vídeo, hubiera dicho que es un poco galán pero que, je je, respeta totalmente a las mujeres, ¿podría llegar a presidente?

Reflexionad un poco. A la clase dominante le viene de perlas que la gente viva con la ilusión lingüística de que los países que ellos ordeñan —el apelativo políticamente correcto sería: gestionan— son cada vez más justos. Y que somos todos diferentes y en el fondo iguales. Gilipollas.

La corrección política tiene muchas caras, todas ellas blancas, maquilladas. No solo trata de convencerte de que si eres negro o moro no estás más jodido en esta sociedad que si eres blanco —¿os habéis dado cuenta de que el único momento en que el progrerío norteamericano se desprende del eufemismo es para decir que un 'negro' llegó a presidente?—. No solo induce la idea falsa de que los paralíticos solo son gente diferente, no lisiados, ni siquiera discapacitados, sino personas con atributos diferentes sin relación con sus capacidades —cuando dan aviso de bomba en un teatro, una silla de ruedas o un bastón de ciego no son inconvenientes, ¡son diferencias!—. No solo intenta vender la moto de que todos los niños son especiales y por eso luego todos los adultos son especiales: porque tienen la mentalidad de un crío.