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Para entrevistar a Aznar, hace falta ser Bertín
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Juan Soto Ivars

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Para entrevistar a Aznar, hace falta ser Bertín

ETA acaparó buena parte de la charla, pero la ETA de la que hablaba Aznar parecía girar en torno a él. Dijo que el objetivo primordial de ETA había sido impedir una alternancia política

Foto: Entrevista a José María Aznar en 'Mi casa es la tuya', de Bertín Osborne.
Entrevista a José María Aznar en 'Mi casa es la tuya', de Bertín Osborne.

El programa de Bertín venía patrocinado por Colhogar, y el anunciante debió quedar contento tras un acto de limpieza tan concienzudo. Aznar, que se ha negado a cualquier cosa que pueda degenerar en entrevista en profundidad desde hace lustros, iba a permanecer tres horas en antena conversando con Bertín. Luis del Olmo, en la entradilla, daba la enhorabuena al presentador con cierto tono de envidia. Olvidaba quizá don Luis que, para entrevistar a Aznar, el primer requisito es no ser periodista, no poner en aprietos, no despertar al durmiente. Para entrevistar a Aznar, hace falta ser Bertín.

Ver ese programa fue como mirarse en el espejo de los sueños de Aznar. Vimos a un hombre que leía todos los periódicos de pequeño y quería ser Di Stefano. Un hombre que conoció a una mujer, le pidió matrimonio a los tres días y ella le dijo sí. Un hombre que hace 2.000 flexiones al día —800 más que Bertínè— y se sacó las oposiciones en un año. Un hombre familiar, con tres hijos y siete nietos. Que presentó su dimisión a Fraga pero Fraga rompió la carta. Que refundó un partido que vagaba entre las sombras. Que sobrevivió a un atentado de ETA. Que se convirtió en presidente. Que salvó España. Que salvó Irak. Que nos dio el euro. Y, sin embargo, un hombre risueño, afable, cercano. Nuestro hombre: José María Alfredo Aznar López, nacido en Madrid el 25 de febrero de 1953.

Así fue el panegírico que hizo Osborne en su programa, elogioso como si lo hubiera guionizado Miguel Ángel Rodríguez. Era un masaje, pero durante buena parte de la interminable emisión hubo nervios entre el público. Corría el rumor de que Aznar anunciaría su regreso para convertirse en el Le Pen español. Cuando por fin aseguró que no piensa volver, el público se preguntó a qué había venido todo esto. ¿Egolatría del político? ¿Amistad por Bertín? ¿Quién había perseguido a quién? Mi sospecha: Aznar se prestó al juego porque tras la vanidad está la culpa. Cuando Bertín le preguntó si es cierto que hay fantasmas en La Moncloa, Aznar respondió que no. Pensé: los fantasmas te los llevaste puestos, y te perseguirán siempre, porque no sabes pedir perdón.

[Las frases de José M. Aznar en la entrevista: de ETA a la guerra de Irak]

El Aznar que vimos era éxito condensado y puro. Pero Aznar también es el que creó empleo inflando la burbuja inmobiliaria. El mismo que presidió en los años de oro un partido que hoy investigan por desfalcos y corrupciones como si fuera una banda criminal. El mismo que nos hizo responsables de una guerra irresponsable, injustificable, de la que brotaron más guerras y el terrorismo de Daesh. El mismo que trató de engañar a la opinión pública tras el 11-M, y que se limpió las manos con el accidente del Yak.

Del Yak, por cierto, ni una pregunta. Sí dijo Aznar, como si tal cosa, que los aviones en los que se movía él en sus tiempos de presidente estaban un poco “achacosos”. Contó entonces la anécdota: un vuelo a América en el que el piloto tuvo que bajar el tren de aterrizaje con manivela porque se había jodido el sistema hidráulico. Y pensaba yo: si tú volabas en ese avión, cómo estarían los de nuestras fuerzas armadas. Cómo estaría aquel Yak. Pero Bertín no estaba dispuesto a enturbiar la amistosa charla.

—Cambiarían esos aviones, ¿no?

La respuesta de Aznar:

Tenía su encanto, tenía su encanto.

ETA acaparó buena parte de la charla, pero la ETA de la que hablaba Aznar también parecía girar en torno a él. Dijo que el objetivo primordial de ETA había sido impedir una alternancia política. Los terroristas, según él, sabían que el PP sería mucho más duro que el PSOE (sí, el PSOE de los GAL). En su lista de triunfos personales estaba, por supuesto, la derrota de ETA, y aquí, prueba de su deslealtad, no hubo mención ni a las víctimas socialistas ni a los logros del pacto. Para Aznar estaba bien pensar en ETA como un dragón, siempre que el papel de San Jorge le tocase a él.

Sobre su apoyo a Bush en la destrucción de Oriente Medio, Aznar aseguró que España “no envió ningún soldado a la guerra de Irak”, y luego contó que había dicho que sí a Bush cuando el norteamericano le pidió ayuda ¡por solidaridad con él! El asunto de la coartada lo despachó con estas palabras: “¿Que hubo unas armas, que luego no aparecieron esas armas? Eso es otro tema”, zanjó, “pero yo voy a las Azores mil veces por el interés nacional de España”.

[Aznar: "Nunca he tenido mejor foto que la de las Azores"]

En la última parte de este interminable ejercicio de psiquiatría televisada, Aznar ridiculizó a Rajoy y a todo político en activo. De Iglesias dijo que, si llegase a gobernar, Bertín y él irían a la cárcel como Leopoldo López. A Rivera se refirió como "buen chico". Cuando Bertín le preguntó quién había sido el mejor presidente de los últimos tiempos, Aznar dijo dos veces que él mismo (una por cada legislatura), y como Bertín pedía otro nombre, hubo que remontarse a Maura y Cánovas del Castillo.

Hay que reconocer a Aznar, sin embargo, un mérito destacable. La mejor pregunta del programa se la hizo él a Bertín:

—Si yo te hubiera propuesto para algún cargo del PP cuando era presidente, ¿qué hubieras dicho?

Bertín, como Botella, dijo sí.

El programa de Bertín venía patrocinado por Colhogar, y el anunciante debió quedar contento tras un acto de limpieza tan concienzudo. Aznar, que se ha negado a cualquier cosa que pueda degenerar en entrevista en profundidad desde hace lustros, iba a permanecer tres horas en antena conversando con Bertín. Luis del Olmo, en la entradilla, daba la enhorabuena al presentador con cierto tono de envidia. Olvidaba quizá don Luis que, para entrevistar a Aznar, el primer requisito es no ser periodista, no poner en aprietos, no despertar al durmiente. Para entrevistar a Aznar, hace falta ser Bertín.

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