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La tremenda irresponsabilidad de Arrimadas en Twitter
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Juan Soto Ivars

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La tremenda irresponsabilidad de Arrimadas en Twitter

Una persona con un cargo político, gran influencia y nada menos que 171.000 seguidores en Twitter debería saber cómo se prende una hoguera, y cuáles son las consecuencias de prenderla

Foto: La líder de Ciudadanos en Cataluña, Inés Arrimadas. (EFE)
La líder de Ciudadanos en Cataluña, Inés Arrimadas. (EFE)

Que internet es un hervidero de insultos, amenazas y otros derivados del bocachanclismo no es ningún secreto. Que las mujeres suelen ser objeto de comentarios sexuales depravados que harían sombra a lo más asqueroso que haya recibido nunca un hombre, tampoco. Un estudio de Twitter demostró que allí, cada pocos segundos, llaman puta a una mujer. En España no hay ninguna famosa que no haya recibido propuestas de sexo, valoraciones repulsivas sobre su físico y hasta amenazas o deseos de violación. Da asco.

Le había tocado a Inés Arrimadas, diputada de C's. Este martes por la mañana publicaba en Twitter el pantallazo de un comentario abominable dirigido a su persona. Una mujer, cuyo nombre no pienso reproducir aquí, había escrito en su perfil de Facebook, de nula repercusión, que ojalá violaran a Arrimadas en grupo. Por lo visto, la señora estaba viendo una tertulia en la tele y Arrimadas dijo algo que no le gustó. La señora, ni corta ni perezosa, publicó esa burrada en su Facebook. Acababa de cavar su tumba.

Lo que puso esa señora es horroroso, desde cualquier punto de vista. Pero Inés Arrimadas ha cometido una tremenda irresponsabilidad. Una persona con un cargo político, gran influencia y nada menos que 171.000 seguidores en Twitter debería saber cómo se prende una hoguera, y cuáles son las consecuencias de prenderla.

Si Arrimadas quería desahogarse, cosa comprensible, debería haber ocultado la foto y los apellidos de esa mujer. Cuando publicó su nombre y sus apellidos, la diputada echó a una desconocida al sistema de justicia paralela más cruel del siglo XXI: la ira de las redes, el enjambre donde una gota de odio produce un tsunami y donde el castigo por cualquier crimen, real o falso, es imposible de controlar.

Cuando publicó su nombre y apellidos, la diputada echó a una desconocida al sistema de justicia paralela más cruel del siglo XXI: la ira de las redes

El insulto y la calumnia no están amparados por la libertad de expresión, así que, con el Código Penal en la mano, Arrimadas podía llevar a la mujer a la puerta del juzgado. Allí los jueces deciden si un insulto merece una multa, un mes de trabajo para la comunidad o la silla eléctrica. La víctima tiene derecho a ser compensada y el culpable a una defensa. Y sobre todo: se garantiza una pena proporcional al delito.

Pero Arrimadas la echó irresponsablemente al reino de la desproporción. El pantallazo se expandió con miles de retuits y el nombre de la usuaria llegó a 'trending topic'. En menos de lo que se tarda en tuitear 'miserable', decenas de miles marchaban con antorchas hacia la autora del comentario. Sus perfiles de Facebook y LinkedIn desaparecieron pero era tarde: los pantallazos son imborrables. Los cazadores más rápidos habían cogido sus fotos personales y algo mucho más importante: sus laborales.

Los justicieros digitales siempre se dirigen a la empresa donde trabaja su presa, y la trol de Arrimadas no ha sido una excepción. A esta hora, apenas las seis de la tarde, la mujer ya ha sido despedida de su trabajo. Pero hay más: con su nombre y apellidos dispersándose por toda la red, le va a ser difícil volver a trabajar. Los insultos que está recibiendo como respuesta al suyo se cuentan por decenas de miles. Su nombre y su cara aparecen ya en muchos medios de comunicación. Así son las condenas del Tribunal Twittero.

No la defiendo, ni la excuso por su mensaje. Pero conozco demasiado bien la destrucción que supone un linchamiento como para manifestar dudas

Lo que dijo esa mujer es asqueroso, sí. Hemos de ser responsables y saber que lo que escribimos en las redes tiene consecuencias, sí. Inés Arrimadas tiene derecho a denunciarla, sí. Pero ya que nos hemos convertido en jueces implacables, haré unas pocas preguntas más. ¿Saben sus señorías en qué condiciones estaba la mujer cuando escribió eso, o lo ignoran? ¿Se le había muerto el gato? ¿Estaba borracha? ¿Tiene depresión y se medica?

No la defiendo, ni la excuso por su mensaje. Pero conozco demasiado bien la destrucción que supone un linchamiento como para manifestar algunas dudas. Yo no sé si esa mujer merece que le hundamos la vida entre todos. Y vosotros tampoco lo sabéis, pero se la vais a hundir.

Que internet es un hervidero de insultos, amenazas y otros derivados del bocachanclismo no es ningún secreto. Que las mujeres suelen ser objeto de comentarios sexuales depravados que harían sombra a lo más asqueroso que haya recibido nunca un hombre, tampoco. Un estudio de Twitter demostró que allí, cada pocos segundos, llaman puta a una mujer. En España no hay ninguna famosa que no haya recibido propuestas de sexo, valoraciones repulsivas sobre su físico y hasta amenazas o deseos de violación. Da asco.

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