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Así viví la huelga 'indepe' en un AVE que intentaba llegar a Sants
A las 14:20, el tren se queda pajarito entre olivos y encinas. Pasa una hora hasta la primera explicación por megafonía: por un problema técnico, nos encontramos parados
Día de huelga en Barcelona y a mí me arrolla la noticia dentro de un AVE. Lo que se presumía como un viaje sin paradas de Madrid a Barcelona (14:00 a 17:00) se ha convertido en una agonía eterna. A las 14:20 el tren se queda pajarito entre olivos y encinas. Pasa una hora hasta la primera explicación por megafonía: por un problema técnico, nos encontramos parados. No se puede acusar a Renfe de mentir, pero ante la falta de información adicional, los rumores han empezado a propagarse. La huelga da pie a muchas conjeturas.
Vagón número 8, en principio coche silencio, en la práctica una algarabía cuando, a las 15:00, con el tren parado, los pasajeros descubren que hay otro tren detenido más adelante. Un señor mayor viene mascullando por el pasillo y deja a su paso la palabra SABOTAJE. Como una semilla se clava en los asientos y echa raíces que se expanden por las cabezas. Hay pasajeros que la repiten entre interrogaciones y otros más tajantemente. Una chavala pone cara de 'Ecce Homo' de Borja: no hay buena cobertura 3G en este tramo de la vía, y los enchufes han dejado de funcionar.
En el interior del AVE quieto los rumores corren a 300 km por hora. Un paseo sirve para jugar al teléfono escacharrado. El sabotaje del 8 es un ataque de la CUP contra la catenaria eléctrica en el 7 y un boicot de los Mossos al suministro en el 4. A las 15:30 hay un nuevo mensaje de megafonía: señores pasajeros, les informamos de que este tren está inútil, cuando venga otro a rescatarnos les informaremos. Pasa el revisor: ¿cuándo viene el otro? En breve. Pero el tiempo es relativo por culpa de Einstein y pasa una hora larga hasta que otro AVE se pone junto al nuestro.
Cruzamos de un tren a otro por una pasarela metálica y parece que todo vuelve a funcionar. Vuelve la indiferencia ferroviaria a los pasajeros. Solo un señor, con el móvil en la mano, se muestra pesimista: los estudiantes han cortado Sants. Habladurías, posverdad, nadie quiere creerlo, nadie le da coba. Pero el flamante AVE de repuesto se para en algún punto previo a Zaragoza. Los rumores se reanudan entonces y adquieren el tamaño de disparates.
Hacia las 17:00 (hora prevista de llegada) no hemos visto los contornos de Aragón. Algunos vagones huelen a ganado porcino, el váter del vagón 6 se ha atascado y muestra sus entrañas repleto de papel empapado en esa abominación azul que yo llamo para mis adentros 'pitufador de mierdas'. Para entonces hay algunas líneas de información veraz entre los pasajeros. Sabemos que los independentistas se han echado a las vías en Sants y que nadie los desaloja.
En la cafetería se desata una pequeña guerra civil por el turno en la cola. El revisor intenta devolver la calma a la civilización occidental. Como Aristóteles, establece jerarquías en el conocimiento. Nos dice que la primera parada pertenece a la categoría de fallos técnicos. Ante las preguntas sobre la huelga, añade que entre Zaragoza y Barcelona nos enfrentaremos, seguro, a una nueva categoría de infortunios. ¿Podremos llegar? Nadie lo sabe, las vías ferroviarias del Señor son inescrutables. Algunos despotrican de Adif, otros de los estudiantes. Ya tenemos el 'y tú más' adaptado. Me toca pedir.
Cerveza con carácter de urgencia, pido, bebo, eructo para mis adentros mientras mujeres con aspecto de haber perdido al feto preguntan a las camareras: ¿cuánto falta? Y ellas dicen: no sé. Se amontonan latas de cerveza aplastadas y botellines de vino sin cortina. Las camareras informan de que no queda comida y un tipo extraordinariamente bajo gruñe que esto parece un tren de refugiados. A mi lado, una chica muerde el último bocata, de manera que la llevo aparte y le recomiendo que no haga eso: guárdalo, quién sabe lo que va a pasar.
La impaciencia y la incertidumbre afean al vocabulario. Se oyen cosas como esta: “Mierda, las huelgas siempre joden, pero son sagradas. Las huelgas paralizan todo para defender a los trabajadores. Pero esto, ¿qué hostia es? Niñatos universitarios defendiendo a los pijazos catalanes que firmaron la reforma laboral del PP”. Entre asentimientos, el hombre se presenta a la concurrencia: “Yo soy sindicalista”, y enseña un carné de UGT.
Saldo: reuniones canceladas, adultos que han perdido el día mientras los estudiantes defendían la hegemonía política y económica de Cataluña
Hacia las 19:30 hay pasajeros gravemente borrachos. Nos dejan salir a fumar en Tarragona y ya se nos ha puesto cara de buscar un 'after'. En Tarragona se produce la epifanía: Jorge Fernández Díaz sale por la puerta del vagón prémium y marcha hecho un engendro por el andén camino de un coche privado. Una mujer despeinada y ojerosa: “Estará pensando lo mismo que yo, poco fuerte les han metido el 155”. Un joven: “La culpa es de Adif”. Un yupi con cara de soplar café en la calle Zurbano: “Si el señor ministro se larga es porque no llegamos a Barcelona”.
Pero llegaremos. El maquinista ha encontrado un subterfugio: nos desviamos al Prat y dejamos a los estudiantes de Sants con dos palmos de narices. Saldo: decenas de reuniones de trabajo canceladas, gente preocupada por si ha perdido el puesto, adultos que han perdido el día mientras los estudiantes defendían la hegemonía política y económica de Cataluña. En la parada de taxis del Prat, a un hombre con gafas le entra la risa: “Y todo esto por unas banderas, mientras entre todos joden a los currantes. Ver para creer”.
Día de huelga en Barcelona y a mí me arrolla la noticia dentro de un AVE. Lo que se presumía como un viaje sin paradas de Madrid a Barcelona (14:00 a 17:00) se ha convertido en una agonía eterna. A las 14:20 el tren se queda pajarito entre olivos y encinas. Pasa una hora hasta la primera explicación por megafonía: por un problema técnico, nos encontramos parados. No se puede acusar a Renfe de mentir, pero ante la falta de información adicional, los rumores han empezado a propagarse. La huelga da pie a muchas conjeturas.