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La fascinante mujer holográfica del aeropuerto del Prat
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Juan Soto Ivars

España is not Spain

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La fascinante mujer holográfica del aeropuerto del Prat

La mujer holográfica y Antonio tienen algo en común: funcionan accionados por circuitos. El circuito de Antonio es sencillo. Sin dinero no hay casa. Sin casa no hay higiene. Sin higiene no hay trabajo...

Foto: La fascinante mujer holográfica del aeropuerto del Prat. (Juan Soto Ivars)
La fascinante mujer holográfica del aeropuerto del Prat. (Juan Soto Ivars)

Cuando Antonio se acerca al grupo de turistas que arrastran sus maletas hacia la puerta del aeropuerto del Prat de Barcelona, estos bajan la cabeza y siguen su camino más aprisa. Antonio pide dinero con una mirada lastimera. Pero cuando los turistas traspasan la puerta giratoria se encuentran con la mujer holográfica. La mujer holográfica es un flipe. Ahora mismo está hablando en inglés.

El grupo entero se la queda mirando. Los niños quieren hacerse fotos con ella. Se forma mogollón. Todos quieren ver un rato a la mujer holográfica. Sacan los móviles para retransmitir. Envían a la mujer holográfica a sus amigos holográficos de las redes. La verdad es que es hermosa y resplandeciente. Como un ángel, no tiene sexo. Lleva el pelo recogido con fuerza. Va vestida como una ejecutiva o una azafata de avión.

Detrás de la mujer holográfica hay un proyector que la imprime en una lámina transparente. Este mecanismo produce el efecto óptico, esa es la explicación para el milagro. Detrás de Antonio, el que pide dinero en la puerta del aeropuerto, hay parientes muertos y amigos que dejaron de hablar con él cuando se acabó el dinero y lo echaron de casa.

Detrás de Antonio, el que pide dinero, hay parientes muertos y amigos que dejaron de hablar con él cuando se acabó el dinero y lo echaron de casa

Salgo a fumar. Antonio me pide un cigarrillo y se lo doy. Se lo guarda en el bolsillo y enciende una chusta que ha cogido del cenicero. Lo miro de arriba abajo. Está muy gordo, tiene una barba copiosa, huele mal y lleva las manos asquerosas. Dice que se alimenta de la comida que los viajeros dejan en las bandejas de los 'self-service' antes de coger el avión. Dice que tiene siempre diarrea. La mujer holográfica emplea palabras mucho más agradables. La mujer holográfica jamás diría 'diarrea'.

Le pregunto a Antonio si le sale a cuenta venir a mendigar hasta el aeropuerto. Me responde que los guiris tiran aquí los abonos de transporte a medio gastar, y que gracias a eso puede moverse por la ciudad. Duerme en la calle. Le pregunto por los albergues y me dice que puedes estar tres meses y luego te echan. Dice que trabajaba de camarero hasta que cayó en desgracia.

El protagonista de 'Hambre', la primera novela de Knut Hamsun, describe perfectamente lo que implica caer en desgracia. Vaga por las calles de Christiania buscando en su cabeza la salida a su pésima situación. Se dedica a escribir en los periódicos, pero hace demasiado tiempo que no le aceptan un encargo. Sus ideas son delirios porque están masticadas por el hambre. Ya ha vendido hasta el abrigo y la manta, trata de pensar temas, idea propuestas disparatadas, le es imposible pensar.

La mujer holográfica está diseñada para congregar seres humanos a su alrededor. Es vistosa, limpia, fascinante. Antonio está diseñado para dispersarlos

La mujer holográfica y Antonio tienen algo en común. Los dos funcionan accionados por circuitos. El circuito de Antonio es sencillo. Sin dinero no hay casa. Sin casa no hay higiene. Sin higiene no hay trabajo. Sin trabajo no hay alquiler. Sin alquiler no hay alimentación sana. Sin alimentación sana no hay salud. Sin salud no hay energía. Sin energía no hay ánimo. Sin ánimo no hay relaciones. Sin relaciones no hay conversación. Sin conversación no hay pensamiento. Sin pensamiento no hay nada que hacer.

La mujer holográfica está diseñada para congregar seres humanos a su alrededor. Es vistosa, limpia, fascinante. Antonio está diseñado para dispersar seres humanos de su alrededor. Es feo, sucio, deprimente. Le pregunto si ha hecho amigos en esta vida nueva. Se lo pregunto con mala intención: de alguna forma le estoy exigiendo que me diga algo bueno para que yo pueda irme más ligero. Pero Antonio responde que no.

Resulta más fácil escuchar a la mujer holográfica. La mujer holográfica no necesita nada, no pide nada, no deja mal cuerpo

Resulta más fácil escuchar a la mujer holográfica. La mujer holográfica no necesita nada, no pide nada, no deja mal cuerpo. La mujer holográfica tiene su lámina de metacrilato y su proyector. Tiene su público, tiene su discurso, tiene electricidad. La mujer holográfica tiene más cosas que Antonio. Tiene las necesidades cubiertas.

Le doy un apretón de manos a Antonio y pienso con mala conciencia que ahora tendría que lavarme la mano derecha en el cuarto de baño del aeropuerto. Atravieso las puertas giratorias y lo miro desde el otro lado del cristal. Trata de atraer la atención de los turistas que pasan despavoridos, y yo no sé dónde empiezan los hologramas y dónde termina la piel.

Cuando Antonio se acerca al grupo de turistas que arrastran sus maletas hacia la puerta del aeropuerto del Prat de Barcelona, estos bajan la cabeza y siguen su camino más aprisa. Antonio pide dinero con una mirada lastimera. Pero cuando los turistas traspasan la puerta giratoria se encuentran con la mujer holográfica. La mujer holográfica es un flipe. Ahora mismo está hablando en inglés.

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