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Ser gay no es para estar orgulloso
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Juan Soto Ivars

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Ser gay no es para estar orgulloso

Uno pierde la cuenta de las veces que se habla de la homosexualidad sospechada de quien no está presente, como si el tema fuera de interés general

Foto: Carroza con candidatos a Mr. Gay España en el desfile del World Pride 2017. (EFE)
Carroza con candidatos a Mr. Gay España en el desfile del World Pride 2017. (EFE)

Ser gay no es para estar orgulloso como no lo es ser hetero, dirán algunos. Las preferencias sexuales de cada cual son cosa suya y no es algo para andar aireándolo, murmurarán otros, ¿o es que voy yo contando por ahí con quién me meto en el sobre? Yo no tengo nada contra los gais, cada uno en su casa que haga lo que quiera, etc. Antes a lo mejor, pero ahora es diferente, ahora ya lo acepta todo el mundo. De acuerdo, voy a contaros la historia de A., porque las historias son la única broca capaz de agujerear una pared de ideas establecidas.

Conozco a A. de toda la vida y la noticia de que era gay me cogió totalmente por sorpresa. A. vivía en un pueblo y se le conocían muchas novias, era el más mujeriego de su casa, el más extrovertido. En su casa era el primero en reír cuando sus parientes hacían bromas sobre los maricones, cosa bastante habitual porque en su casa había mucho cachondeo siempre y unas ideas, digámoslo con ironía, muy cristianas. La familia de A. es una tribu donde todos se juntan y se manchan las manos comiendo. No son mala gente, pero allí nunca se había visto un gay, salvo cuando eran objeto de las bromas.

Las historias son la única broca capaz de agujerear una pared de ideas establecidas

A. es algo más joven que yo, lo que significa que se ha criado en el mejor siglo y en uno de los mejores países para ser gay en todo el mundo y toda la historia de la humanidad. Esto nadie lo duda y A. lo sabe perfectamente, pero sin embargo, durante años, calló, fingió, rio, posó, mintió y rezó para que Dios le curase aquello antes de que fuera demasiado tarde. ¿Por qué lo hacía? En el mejor siglo y uno de los mejores países para ser gay hay muchas familias que preferirían que el hijo maricón le caiga al vecino del quinto.

Foto: Desfile de las carrozas del Orgullo Gay de Madrid en 2017. (EFE)

Sus padres habían hablado muchas veces a gritos en las comidas familiares sobre la enfermedad de la homosexualidad mientras A. callaba o mantenía conversaciones paralelas, a gritos, con otros miembros de su familia. Había cierta obsesión con el tema, como pasa siempre: la fascinación erótica por el tabú. Allí molestaban las mariconas que parecían llenar la tele pero era habitual sintonizarlos, como pasa en las casas más progres con Jiménez Losantos. Allí nunca faltaba quien aflautase la voz para imitar a esas gallinas provocando la risotada general. A. reía de forma que se le pudiera oír bien, porque esa es la mejor táctica para callar.

La historia de A. no se diferencia de muchas otras por más que hoy, a la mayoría de la sociedad, le parezca execrable cualquiera de los ataques contra los gais que antiguamente causaban sensación. La historia de A. es sencilla y termina (sigue) cuando un día, tras hacer las paces consigo mismo, se planta ante sus padres y les anuncia lo que hay. Duda si la cerrazón mental será más fuerte que el cariño y teme ser repudiado, ridiculizado por sus seres queridos, tratado como un demente. Aun así da el paso. Lo que lo convierte en alguien extraordinariamente valiente.

Foto: Primera manifestación de liberación homosexual en Barcelona (FAGC)

Vivimos en el mejor país y el mejor siglo para ser gay, lo que significa que hay muchos países en los que A. tendría que fingir que viaja con un amigo si quisiera visitarlos, y que solo el azar lo salvó de vivir en una época más negra. Ser gay no es para irlo aireando porque la vida sexual es privada, pero uno pierde la cuenta de las veces que se habla de la homosexualidad sospechada de quien no está presente, como si el tema fuera de interés general.

Pienso en todas las mentiras defensivas que he soltado, en todos los ardides para quedar bien o no quedar mal del todo con mi pareja o mis padres, y la sinceridad de A. me parece algo para estar orgulloso.

Así que quizás el orgullo gay no sea otra cosa que el orgullo de los valientes.

Ser gay no es para estar orgulloso como no lo es ser hetero, dirán algunos. Las preferencias sexuales de cada cual son cosa suya y no es algo para andar aireándolo, murmurarán otros, ¿o es que voy yo contando por ahí con quién me meto en el sobre? Yo no tengo nada contra los gais, cada uno en su casa que haga lo que quiera, etc. Antes a lo mejor, pero ahora es diferente, ahora ya lo acepta todo el mundo. De acuerdo, voy a contaros la historia de A., porque las historias son la única broca capaz de agujerear una pared de ideas establecidas.

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