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Juan Soto Ivars

España is not Spain

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¿Dónde se escondían los monstruos?

Más allá de los gritos y los exabruptos, 400.000 personas son suficientes para que pensemos que ha votado a Vox un montón de gente normal y corriente

Foto: Simpatizantes de Vox celebran los resultados en Sevilla. (EFE)
Simpatizantes de Vox celebran los resultados en Sevilla. (EFE)

No hay que preguntarse dónde estaban escondidos los monstruos. No hay que preguntarse si los que votaron a Vox eran del PP o qué. No hay que preguntarse si el andaluz tiene querencia por los señoritos, si estamos en 1940 ni tantas pioladas histéricas que he leído por ahí. Lo que hay que preguntarse es por qué votaron a Vox tantas buenas personas. Esta es la única forma de desatar el nudo de la incomprensión y la frustración. Es decir: hay que darle la vuelta al análisis y cogerlo por donde es más difícil.

Porque más allá de los gritos y los exabruptos, 400.000 personas son suficientes para que pensemos que ha votado a Vox un montón de gente normal y corriente. Vecinos que han decidido que es razonable votar a un partido que quiere, según los ejes de su campaña: a) castigar al independentismo, b) acabar con lo que llaman “ideología de género”, c) expulsar a los inmigrantes, d) reforzar la soberanía nacional frente a Europa y e) redimir a quien está harto de que le llamen facha para que saque pecho.

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De manera que ese monstruo del que habláis, ese lagarto fascista con veneno verde en los colmillos, lo tenéis a vuestro lado. La vida no es una película de Ken Loach y al fascismo no se le combate ladrando. Es justamente el clima de ladridos y barricadas el que alimenta a todos los extremistas, como apunta sabiamente Stefan Zweig. Cavad una trinchera profunda si queréis ver cómo cavan otra trinchera enfrente. Las barricadas dan siempre a los dos lados.

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No, amigos. Los votantes de Vox no llevan un fusil ni caminan al paso de la oca por la calle Ferias. Compran en la misma tienda que tú y van a la misma peluquería; visten con la misma ropa y nada les importa tanto como sacar adelante a su familia, como a cualquier hijo de vecino. ¿Qué les ha seducido? Es una pregunta menos razonable que esta otra: ¿qué es lo que los ha expulsado hasta allí? Habrá que preguntarse también qué han hecho mal el resto de partidos para que tantísima gente, más del 40%, no haya ido a votar.

¿Qué les ha seducido? Es una pregunta menos razonable que esta otra: ¿qué es lo que los ha expulsado hasta allí?

La campaña electoral permanente, que es la manifestación del narcisismo en los partidos y la prensa, ha provocado en los ciudadanos un descreimiento y un hartazgo. El constante cruce de palabras gruesas, las continuas acusaciones altisonantes y categóricas de traidores y miserables, de escoria humana, de ruindad, todo ese vocabulario asqueroso de trinchera ha sido el léxico que ha beneficiado el discurso de Vox. Y ese léxico es el de la vanidad. Y es hijo de las políticas de la identidad. ¿O acaso no es Vox un partido identitario?

En fin. Seguid con el discurso narcisista. Seguid partiendo la sociedad en trocitos oprimidos y trocitos opresores, en traidores y leales a la patria, en demócratas y antidemócratas. Seguid llamando facha y misógino a cualquiera que no comulgue al 100% con vosotros, seguid tildando de basura a quien diga algo que os ha ofendido, seguid considerando que el mundo es como vosotros decís y que quien no lo ve como vosotros, no merece ni el saludo. Seguid con la dialéctica del fusilamiento por alta traición y aún vendrán otros peores que Vox.

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Y todavía se vanagloria la izquierda con el “no pasarán”. Pues han pasado, levantad la cabeza, no es el fin del mundo. Han pasado porque dejasteis vacía la zona gris, en la que hablan las personas razonables, en la que se discute civilizadamente. Han pasado exactamente por ahí, por el agujero que dejasteis en la clase media y trabajadora con vuestras categorías divisoras. Han pasado por los agujeros de una red conceptual que parte en pedazos la sociedad.

Vox no es la enfermedad, sino el síntoma. Si no empezamos a mirarnos unos a otros como personas dignas del mejor trato, si no creamos un clima en el que se puedan discutir los asuntos políticos esenciales para la vida sin que llegue por el camino la sangre al río, de aquí a un tiempo Vox habrá sido el menor de nuestros males. Porque el monstruo no estaba escondido ni al acecho. El monstruo era el ruido, y el ruido no hace más que engordar.

No hay que preguntarse dónde estaban escondidos los monstruos. No hay que preguntarse si los que votaron a Vox eran del PP o qué. No hay que preguntarse si el andaluz tiene querencia por los señoritos, si estamos en 1940 ni tantas pioladas histéricas que he leído por ahí. Lo que hay que preguntarse es por qué votaron a Vox tantas buenas personas. Esta es la única forma de desatar el nudo de la incomprensión y la frustración. Es decir: hay que darle la vuelta al análisis y cogerlo por donde es más difícil.

Santiago Abascal