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Juan Soto Ivars

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Los gais de Ciudadanos

La forma interesada en que Rivera usó este símbolo era demasiado evidente como para no ofender a algunos, pero esto tiene otra lectura

Foto: El líder de Ciudadanos, Albert Rivera, durante la concentración convocada por PP, Ciudadanos y Vox en Madrid. (EFE)
El líder de Ciudadanos, Albert Rivera, durante la concentración convocada por PP, Ciudadanos y Vox en Madrid. (EFE)

El domingo pasado, entre la marea rojigualda de la plaza Colón, tres banderas arcoíris enmarcaron a Albert Rivera justo cuando este se colocaba en el micrófono que usaron Santiago Abascal y Pablo Casado. ¿Quería Rivera limpiar las babas reaccionarias que estos habían dejado allí? Sí. Pero la táctica pilló a más de uno por sorpresa. Hace solo 15 años, cuando Zapatero y Zerolo legalizaron el matrimonio gay y la derecha presuntamente centrista del PP se alineó con el nefasto Kiko Argüello y la COPE, nadie hubiera apostado a que una gamuza de esos colores podría limpiar la honra de un líder conservador.

Pero vaya si han cambiado los tiempos. Hubo, según parece, algunos berridos aislados y reproches puntuales de otros manifestantes, pero Rivera ha recibido más ataques de la izquierda y la militancia LGTB que de la derecha capillita. Lo cual es algo digno de reflexión, si lo miramos con calma. No tanto por el rebote de algunos activistas en las redes sociales, sino por la postura de tolerancia 'gay friendly' de una parte nada desdeñable de la carcundia patriótica. La forma interesada en que Rivera usó este símbolo era demasiado evidente como para no ofender a algunos, pero esto tiene otra lectura. Si el uso de estos símbolos puede resultarle interesante a Rivera precisamente en ese contexto, esta es una maravillosa noticia para el movimiento LGTB.

Rivera ha recibido más ataques de la izquierda y la militancia LGTB que de la derecha capillita

El guionista y escritor Paco Tomás condensaba en un tuit los argumentos de quienes han criticado a Rivera. Tomás recriminaba a Pablo Sarrión, el chico gay de Ciudadanos que llevaba una de las banderas con estas palabras: “Te apropias de unos símbolos que son de toda la sociedad y de toda la comunidad para lucirlos ante esos fascistas, y no para hacerles frente sino para aliarte con ellos”. Voy a intentar rebatirlos por partes y desde la complicidad.

Si los símbolos son 'de toda la sociedad', es evidente que nadie puede 'apropiarse' de ellos. Te 'apropias' de algo si se lo arrebatas a su propietario legítimo y le impides hacer uso de ello. Es decir: no estás arrebatando nada a nadie si todo el mundo puede utilizarlo a la vez que tú. El argumento me cojea por el mismo sitio que el de la apropiación cultural de Rosalía. Si la chica quiere agitanar el cante, ¿qué daño hace esto a los gitanos? Yo digo que ninguno.

También dudo que Rivera tuviera enfrente tantos 'fascistas', y lo pongo en duda precisamente porque no tuvieron que sacarlo escoltado de allí por usar la bandera gay. Pero, si los hubiera, tampoco tengo claro que el uso de esos símbolos le hubiera servido para 'aliarse con ellos'. Para aliarte con alguien, tienes que usar los símbolos que le gustan a esa persona, no los que odia. No podrías aliarte con los neonazis utilizando una bandera del Estado de Israel. La bandera gay es lo último que deberías utilizar si lo que quieres es aliarte con un homófobo.

Creo que Rivera usó esta simbología precisamente para lo contrario: para distinguirse de Vox

Creo que Rivera usó esta simbología precisamente para lo contrario: para distinguirse de Vox. Por este motivo, las críticas de 'pinkwashing' que también ha emitido Paco Tomás me parecen más acertadas. Pero la mera posibilidad de hacer 'pinkwashing' ya tiene una lectura más optimista. Si puedes usar símbolos LGTB para quedar bien, incluso en una manifestación de ese cariz, existe un alto grado de tolerancia social hacia la homosexualidad incluso en un ambiente propenso a la carcundia. Qué buena noticia entonces.

Habrá que pensar ahora si el movimiento LGTB sigue siendo de izquierdas, o si después de sus victorias en el arranque del siglo XXI ha penetrado en el reino de la transversalidad. Los debates en el seno de la militancia son constantes (e intensos) en este sentido. Cada Día del Orgullo Gay estalla la polémica por la deriva capitalista de la fiesta, que es la punta del iceberg de un grupo heterogéneo donde abundan los 'fans' del consumismo capitalista. Ahí tenemos, de hecho, a Alaska, con la que Paco Tomás ha trabajado, y que se ha declarado amiga ideológica de Esperanza Aguirre, nada menos.

No descuidemos tampoco este otro detalle: la defensa que está haciendo Ciudadanos de la gestación subrogada le granjea tantas antipatías entre los movimientos feministas como simpatías entre parejas de hombres homosexuales que quieren ser padres. ¿Puede ser el voto a Ciudadanos, desde el punto de vista de la gestación subrogada, una forma de militancia LGTB? Dejo ese debate en el aire.

¿Puede ser el voto a Ciudadanos, desde el punto de vista de la gestación subrogada, una forma de militancia LGTB?

Sin ningún género de dudas, ha sido la izquierda la que ha luchado por los derechos de las personas LGTB con uñas y dientes a lo largo de tiempos muy recientes y extremadamente siniestros, pero las preferencias sexuales y las ideas políticas no van en el mismo cajón. Un movimiento de emancipación personal dota de pleno derecho a quien forma parte de una minoría y le garantiza el libre albedrío. Por esta misma razón, creo que las personas LGTB no son deudoras, ni siquiera, de su propio movimiento.

Somos libres de casarnos con quien queramos, de acostarnos con quien quiera hacerlo con nosotros y de agarrar una bandera de España, votar a Ciudadanos y ponernos a llamar traidor a Pedro Sánchez en la plaza Colón. A mí esto último me parece una gilipollez, pero si no soy nadie para decirte con quién puedes casarte, tampoco soy nadie para decirte cómo tienes que pensar. ¿No?

El domingo pasado, entre la marea rojigualda de la plaza Colón, tres banderas arcoíris enmarcaron a Albert Rivera justo cuando este se colocaba en el micrófono que usaron Santiago Abascal y Pablo Casado. ¿Quería Rivera limpiar las babas reaccionarias que estos habían dejado allí? Sí. Pero la táctica pilló a más de uno por sorpresa. Hace solo 15 años, cuando Zapatero y Zerolo legalizaron el matrimonio gay y la derecha presuntamente centrista del PP se alineó con el nefasto Kiko Argüello y la COPE, nadie hubiera apostado a que una gamuza de esos colores podría limpiar la honra de un líder conservador.

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