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Juan Soto Ivars

España is not Spain

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La Rosa Díez naranja

No creo que Ciudadanos sea un partido homófobo, ni mucho menos, pero sí creo que es un partido deshonesto que pisotea una movilización social para marcar su agenda en los medios

Foto: La portavoz de Cs, Inés Arrimadas (i), el líder en la Comunidad de Madrid, Ignacio Aguado (c), y el secretario general del grupo parlamentario, Miguel Gutiérrez (d), participan en la manifestación del Orgullo 2019. (EFE)
La portavoz de Cs, Inés Arrimadas (i), el líder en la Comunidad de Madrid, Ignacio Aguado (c), y el secretario general del grupo parlamentario, Miguel Gutiérrez (d), participan en la manifestación del Orgullo 2019. (EFE)

Y pensar que hace tres años estuve a punto de votar a Ciudadanos... Yo era, por aquel entonces, uno de esos electores entontecidos que salían a rastras de la abstención para votar sin fe. Había votado a Podemos en diciembre de 2015 y me arrepentí cuando se negaron a permitir el Gobierno de Sánchez con el apoyo de Rivera. Rajoy todavía me parecía el peor de nuestros males: Rivera y Sánchez ofrecían, para salir del corrupto marianato, una flexibilidad impensable para los estándares bipartidistas de la Transición.

Versátiles, los de Ciudadanos me parecían una opción razonable. De los partidos de izquierdas me asqueaba (me asquea) la superioridad moral, la asfixiante corrección política y la tendencia a tildar de facha a cualquiera que no comulgue con su línea del partido; de los de derechas, la ceguera empecinada ante los abusos del libre mercado, el panglossianismo de privilegiados y la estrategia de pegarse con los nacionalistas periféricos. Ciudadanos se me perfilaba, tonto que es uno, como una opción apetecible para un voto circunstancial y de disgusto, pero una serie de movimientos me decidieron por la abstención. Tonto con suerte.

Decían estar abiertos a pactar con sus adversarios y demostraron que mentían descaradamente cuando emprendieron el veto a Podemos y se fueron a repartir aspirinas a Venezuela (no han vuelto por allí). Alardeaban de su espíritu social pero negaban tajantemente cualquier posible abuso del mercado. Aseguraban ser liberales pero demostraban en sus intervenciones públicas un espíritu radical y sectario. Promocionaban un modelo distinto de España pero se dedicaban a pegarse con los 'indepes' de la misma forma que lo había hecho siempre el PP. En fin, que la nariz avisaba, no sé cómo decirte.

Capitaneados por un líder arribista y pendenciero, se han convertido en un partido tan corrosivo para las instituciones como un escuadrón de troles

Hoy, pasados cuatro años de su presentación en el ruedo español, han demostrado ser lo contrario de lo que anunciaron: una aborrecible histeria naranja. Capitaneados por un líder arribista y pendenciero, se han convertido en un partido tan corrosivo para las instituciones como un escuadrón de troles. Sus movimientos durante los pactos y en la semana LGTB de Madrid dan claves sobre su estrategia: han convertido el chantaje, el lloriqueo y el desequilibrio en su línea de actuación. El todo o nada naranja. ¡Qué curiosa moderación!

Dicho esto, la honestidad me obliga a pedir disculpas a mis lectores, porque volvieron a engañarme hace unos meses. Antes de las elecciones hicieron campaña en Rentería y salieron de allí escoltados entre los exabruptos de una bola de gañanes intransigentes. Escribí entonces en defensa de Ciudadanos porque me asqueaba el aliento pestilente de la multitud y el acoso de los 'abertzales', pero ahora sé que me comporté como un tonto útil. No es que se lo anduviesen buscando, es que lo deseaban.

No es que se lo anduviesen buscando, es que lo deseaban. Unos informes internos califican la reacción visceral de aquellos brutos como un éxito

Unos informes internos del partido califican la reacción visceral de aquellos brutos como un éxito. Los momentos de tensión se tradujeron en una victoria estratégica y en el informe interno se dieron palmadas en la espalda por artículos como el que escribí yo. Se metieron en un avispero con la esperanza de que el avispero reaccionara, y el avispero, como suele pasar, fue lo suficientemente estúpido como para reaccionar mientras ellos ponían cara de buenos y alardeaban de su santidad.

Trataron de repetir la gesta en el orgullo LGTB, pero ya no cuela. No creo que Ciudadanos sea un partido homófobo, ni mucho menos, pero sí creo que es un partido deshonesto que pisotea una movilización social para marcar su agenda en los medios de comunicación. Aprovechan la tensión cultural para provocar conflictos, igual que Podemos. En vez de solucionar tensiones, las ponen a la venta. Tonto el que las compre, como las compré yo. Pero esto se terminó. Dado que emulan a Rosa Díez, espero que Ciudadanos termine como UPyD.

Y pensar que hace tres años estuve a punto de votar a Ciudadanos... Yo era, por aquel entonces, uno de esos electores entontecidos que salían a rastras de la abstención para votar sin fe. Había votado a Podemos en diciembre de 2015 y me arrepentí cuando se negaron a permitir el Gobierno de Sánchez con el apoyo de Rivera. Rajoy todavía me parecía el peor de nuestros males: Rivera y Sánchez ofrecían, para salir del corrupto marianato, una flexibilidad impensable para los estándares bipartidistas de la Transición.

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