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Xenófobos lingüísticos: así convierten el idioma en un problema en Cataluña
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Juan Soto Ivars

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Xenófobos lingüísticos: así convierten el idioma en un problema en Cataluña

El histérico activismo identitario de una minoría de catalanes —la excepción— está consiguiendo que lo que no es un problema en Cataluña se convierta en uno

Foto: Una manifestante sostiene una pancarta con el lema 'Cataluña no es España'. (Reuters)
Una manifestante sostiene una pancarta con el lema 'Cataluña no es España'. (Reuters)

¿Con qué cara le digo yo a mi padre que la lengua no es un problema de convivencia en Cataluña cuando os metéis en un centro de salud a montarle un pollo a una médica que atendió en español a un paciente? ¿Cómo justifico ante mis lectores que, en ocho años aquí, no he tenido el más mínimo tirón por mi costumbre de comunicarme en español cuando el mismo Puigdemont aprueba la cruzada de los ultraderechistas del M.I.C.?

Independentistas acosan a una doctora por hablar en castellano a una paciente

¿Quién me va a creer cuando repito que vosotros, los histéricos, sois la excepción, y que la mayor parte de la gente usa apaciblemente ambas lenguas? Leo las noticias y se me queda cara de gilipollas.

Foto: Manifestación independentista en Sabadell. (EFE)

Después de que políticos y personajes públicos instiguen a las huestes de las redes sociales contra camareros inmigrantes que solo podían comunicarse en español, o de que otros esbirros del idioma utilicen a grupos de padres para cargar contra el equilibro lingüístico de la enseñanza inmersiva, ¿con qué cara sostengo en un artículo que, la inmensa mayoría de las veces, ambas lenguas conviven la mar de bien en la vida civil?

Cuando cualquier posible reajuste en el número de clases en castellano y en catalán recibe por parte del activismo identitario la acusación de herejía, ¿cómo justifico que el idioma no es un problema?

Miren, yo soy un defensor del idioma y no siento la necesidad de mear para marcar mi territorio. Defiendo el idioma cuando escribo libros, cuando participo en el consejo de la Fundéu, cuando discuto sobre un adjetivo con amigos en la RAE, cuando busco alternativas al anglicismo de moda o cargo contra el intento de la corrección política de convertir las lenguas en colecciones de tazas de Mr. Wonderful.

Foto: Escuela Oficial de Idiomas de Alcorcón.

Puedo llegar a ser repipi y repelente si alguien me contesta en Twitter con demasiadasfaltas de ortografía. Me siento culpable cuando se me cuela a mí una errata en el artículo del día, y trato de abrillantar mi sintaxis contra la prosa estándar que comprenden los robots del buscador. El idioma se defiende mimándolo.

placeholder El presidente de la Generalitat de Cataluña, Quim Torra. (EFE)
El presidente de la Generalitat de Cataluña, Quim Torra. (EFE)

Jamás he sentido que tenga que defender mi lengua materna del catalán. Separo el conflicto territorial y político del conflicto lingüístico porque tengo orejas a los lados de la cabeza. En mi casa, con amigos, hay momentos en que no sé en qué lengua está hablando cada uno.

El conflicto lingüístico de Cataluña se puede resumir en dos palabras: activismo hiperventilado. Dos fuerzas, una oficialista y otra contrarreformista, tratan de imponer una lengua sobre otra en una guerrita de trincheras, con tremenda resonancia en los medios de cada bando. Están consiguiendo que lo que no ha sido un problema se convierta en uno.

Jamás he sentido que tenga que defender mi lengua materna del catalán. El conflicto lingüístico de Cataluña es activismo hiperventilado

Quienes azuzan este 'casus belli' no son amantes del idioma, sino integristas de su identidad. Personas fanáticamente enamoradas de su pueblo y alérgicas a fonemas y gramáticas 'extranjeras', que reciben el aplauso de esas instituciones dedicadas en exclusiva a la división social, eso que llamamos partidos políticos. Enfilología, el ataque no es una forma de defensa. Si perviertes el principio básico de cualquier idioma, es decir, que sirve para comunicarse, tu papel no es defensivo, sino agresor.

placeholder Lluís Llach (d), Antonio Baños (2i) y Silvia Bel (3i) colocan una pancarta en la sede de la Generalitat. (EFE)
Lluís Llach (d), Antonio Baños (2i) y Silvia Bel (3i) colocan una pancarta en la sede de la Generalitat. (EFE)

El caso de la médica reprobada por un grupo de integristas de extrema derecha por atender en castellano a una paciente es el ejemplo perfecto, tanto como los episodios en que perfectos analfabetos tuitean su ácido gástrico contra el catalán en mensajes tan cubiertos de faltas de ortografía que rara vez podrían considerarse escritos en español. Persuadirte de que te están discriminando en tu propia casa por el hecho de que alguien te atienda en una de las lenguas que dominas es un rasgo de xenofobia lingüística.

Foto: Colegio público Font de l’Alba de Terrassa.

Creo que la Generalitat, de cualquier color o partido político, tiene la misión de promocionar el uso del catalán en Cataluña, lo que no significa que tenga la misión de marginar el castellano. Creo también que el Gobierno de España tendría que haber empezado a fomentar el conocimiento y el amor por todas nuestras lenguas en todo el Estado hace mucho tiempo, pero su pasividad, cuando no las ofensivas wertianas, nos han alejado mucho de esta situación.

Persuadirte de que te están discriminando en tu propia casa cuando te atienden en una de las lenguas que dominas es xenofobia lingüística

Tenemos un tesoro llamado español, hablado por millones de personas en todo el mundo, y unos cuantos tesoros más pequeños y desconocidos, el catalán, el euskera, el gallego, etcétera, que merecen ser abrillantados y lucidos con honor. ¿Qué clase de joyeros somos, que intentamos fundir nuestros tesoros en un horno? Un país que permite a los xenófobos lingüísticos convertir los idiomas en réplicas de Fort Knox es un país que ha desarrollado una enfermedad autoinmune y mata su patrimonio.

Por favor: no demos pábulo a los falsos amantes posesivos del idioma. Que se pongan a escribir tangos si es tan grande su pasión.

¿Con qué cara le digo yo a mi padre que la lengua no es un problema de convivencia en Cataluña cuando os metéis en un centro de salud a montarle un pollo a una médica que atendió en español a un paciente? ¿Cómo justifico ante mis lectores que, en ocho años aquí, no he tenido el más mínimo tirón por mi costumbre de comunicarme en español cuando el mismo Puigdemont aprueba la cruzada de los ultraderechistas del M.I.C.?

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