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Primero se lo hizo un hombre, y después el Gran Hermano
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Juan Soto Ivars

España is not Spain

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Primero se lo hizo un hombre, y después el Gran Hermano

Algún perverso en el equipo de 'GH' debió intuir la potencia narrativa y morbosa de la escena. Igual que nadie paró ante el presunto abuso a Carlota, nadie paró cuando ocurría otra vez

Foto: Carlota, en el 'confesionario' de 'GH'.
Carlota, en el 'confesionario' de 'GH'.

Mi primera reacción ante la noticia de que un concursante de 'Gran Hermano' habría podido abusar sexualmente de otra concursante y de que las pruebas estaban grabadas en vídeo fue: incredulidad. Me parecía imposible que en un set de rodaje vigilado las 24 horas por técnicos, guionistas y supervisores, una chica pudiera sufrir un abuso como ese ante la pasividad general. Si existe un espacio donde el crimen sea virtualmente imposible, suponía, debe parecerse al infierno de la casa de 'Gran Hermano'. Pero la casa de cristal ni siquiera ostenta esta virtud.

Pasó. Uno podría llegar a entender que detrás de los falsos espejos nadie fuera capaz de interpretar lo que estaba pasando aquella noche en una de las habitaciones. La pareja había mantenido relaciones sexuales antes, y la noche de autos había sido larga y etílica. ¿Era la escena suficientemente confusa como para que nadie la interrumpiera? ¿No había nadie atento? La coartada del programa se complica cuando nos enteramos de que las imágenes grabadas de noche sirvieron, por sí solas, para que a la mañana siguiente se expulsase al presunto agresor sin necesidad de hablar con la mujer. Y a continuación viene lo más grotesco de todo.

Foto: Carlota Prado, en el confesionario de 'GH Revolution'.

En el vídeo que publicó el martes El Confidencial, rodado en la casa de 'Gran Hermano', vemos a la concursante al día siguiente del presunto abuso, mientras es sometida por la dirección del programa a lo que solo puedo definir como tortura televisada. La han metido en el 'confesionario', le han puesto a bocajarro el vídeo fatídico sin avisarle de lo que iba a ver, y prolongan la situación todo lo que pueden, muy atentos para recoger todas las reacciones, potencialmente rentables, de la chica ante el descubrimiento.

Edipo, que mata a su padre y se acuesta con su madre, sirve lo mismo para la tragedia que para la comedia. Nos parece trágico porque su destino es el parricidio y el incesto, pero se vuelve cómico si pensamos en que el público, que está observando con avidez la obra, conoce de sobra el secreto que él ignora, y espera impaciente el momento en que lo descubra. Algún perverso en el equipo de 'Gran Hermano' debió intuir la potencia narrativa y morbosa de la escena. De manera que, igual que nadie paró cuando se producía el presunto abuso, nadie paró cuando grababan su reacción al verlo.

La voz falsamente empática y cariñosa del 'super' trata de convencer a la concursante, sibilinamente, para que siga mirando

En el rostro de la concursante vemos confusión primero, horror después, y acto seguido dejamos de ver su cara porque se la tapa con las manos, presa de la desesperación. De fondo nos llegan los sonidos rugosos de la escena que ella presencia, los jadeos torpes y un débil “no” titubeante, y entonces la protagonista se levanta, viene y va como un gorila en una jaula del zoológico, y al final termina dándose la vuelta y pide que paren el vídeo. Se produce entonces un diálogo que parece sacado de una novela de ciencia ficción.

La voz falsamente empática y cariñosa del 'super' trata de convencer a la concursante, sibilinamente, para que siga mirando. Es como un director de cine que quiere prolongar una actuación inspirada de su estrella, o como la serpiente del Árbol de la Ciencia del Bien y del Mal.

Foto: Carlota y José María en la cama en 'GH Revolution'. (Mediaset España)

—¿Puedes pararlo ya? ¡Por favor!

—Lo paramos cuando quieras, Carlota. Creemos que tienes que verlo, pero como tú quieras.

—¿Más?

—Hay más.

“Hay más”. Subrayad esa frase. La misma que podría soltar cualquiera de los presentadores mostrencos antes de dar paso a la publicidad. Luego, mientras Carlota lanza preguntas confusas sobre su agresor, y le informan de que él ya no está, y ella se queja porque piensa que tiene derecho a hablar con él, a encararlo, es fácil imaginar la escena al otro lado del espejo: el grupito de vampiros de audiencias diseña sobre la marcha, histéricamente, esta escena que finalmente será descartada, pero que quizá sirva para reanimar el 'show'.

Foto: Carlota en el confesionario de 'GH Revolution'. (Mediaset España)

Es imposible, totalmente imposible, que nadie pensara que podía ser bueno para Carlota recibir de esta forma la noticia. Lo que pretendían poniéndole ese vídeo era grabar su reacción. Probar una cosa un poco fuerte. Se graba y ya veremos, mantenedla ahí, que no se vaya, decidle que el equipo está con ella, que no tema, que está a salvo, mierdas de esas; pero decidle sobre todo que hay más. Aguanta ese plano. Ahí, ¡muy bien!

De manera que ese vídeo, esas voces empáticas, ese estamos contigo, es mucho más que una escena grabada y descartada. Es la jodida radiografía del alma purulenta de la telerrealidad.

Mi primera reacción ante la noticia de que un concursante de 'Gran Hermano' habría podido abusar sexualmente de otra concursante y de que las pruebas estaban grabadas en vídeo fue: incredulidad. Me parecía imposible que en un set de rodaje vigilado las 24 horas por técnicos, guionistas y supervisores, una chica pudiera sufrir un abuso como ese ante la pasividad general. Si existe un espacio donde el crimen sea virtualmente imposible, suponía, debe parecerse al infierno de la casa de 'Gran Hermano'. Pero la casa de cristal ni siquiera ostenta esta virtud.

Gran Hermano Agresión sexual