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España is not Spain
Por
Triunfalismo epidémico y caza de turistas
Debajo del triunfalismo gubernamental hay un mensaje calculado que no busca informar sobre la salud, sino reactivar el turismo
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¡Bravo! ¡Hurra! ¡Lo hemos conseguido! ¡Nuestra heroica pasividad ha vencido al virus! ¡El calor no lo descompone, pero da igual! ¡Dios nos dio la vacuna, que es el sol español, inigualable en el mundo entero! ¡Vencimos y venceremos! ¡Venid, turistas! ¡Venid! ¡Ninguna hostelería es tan segura como la nuestra! ¡Décadas de prácticas en la materia nos confieren experiencia!
Notarán que escucho las proclamas del gobierno con cierta distancia cínica. Quizás no reproduzco exactamente las palabras del Ministerio de Sanidad, pero así es como se me graban en la mente. Desde luego no es el único gobierno que habla así: han salido doctores italianos (gubernamentales doctores) a decir lo mismo. Italia y España tienen dos cosas en común: la gravedad de la epidemia y la necesidad de turistas en verano.
Como entre los días 6 y 9 de marzo, Sanidad no está dando toda la información por sus canales oficiales. Desaparecen muertos del papel a mayor velocidad de la que los entierran. Las cifras no se corresponden con la realidad, sino con el estado de ánimo que el gobierno quiere insuflarle a su país y al extranjero. Ahora mismo no escuchamos a las ciencias naturales, sino a las ciencias del marketing y la comunicación.
La verdad es peor que lo que vemos en el telediario. Pese a los titulares que siguen la corriente a los optimismos gubernamentales, no hay la menor evidencia de que el virus esté contra las cuerdas. De hecho, hay evidencias de que el virus está tan pujante como en marzo. En Irán están enfrentándose a la segunda ola de contagios masivos y en Florida la cosa se ha ido totalmente de madre. Menciono estos sitios porque no son regiones polares.
Claro, esto de abusar de Netflix ha sido muy duro y todos merecemos nuestra galletita. Nos la dan, se levantan los vetos, se desdibujan los tabúes, retroceden las líneas rojas. Pero si seguís a los médicos, si les preguntáis a ellos, veis que debajo del triunfalismo gubernamental hay un mensaje calculado que no busca informar sobre la salud, sino reactivar el turismo. Ahora la economía nacional es el paciente grave que está en la UCI, así que se entiende la estrategia. No la reprocho. Pero aviso.
Hemos pasado de vivir en un capítulo de “House” a vivir en un capítulo de “Vacaciones en el mar”. Es infinitamente más agradable. A veces me pregunto cómo hubiéramos vivido esta pandemia si no hubiéramos tenido tanta información. Que habríamos decuplicado los muertos está claro. Pero también las parrandas. Una cosa por la otra.
Es cierto que no estaremos ya tan mal como en marzo y abril. El sistema sanitario ha aprendido a controlar los brotes. Le hemos visto los planes secretos al virus. Dado que tenemos que convivir con él hasta que llegue la vacuna, trataremos de no morir de hambre ni mustios como plantas de una persona mayor que las cuidaba y no volvió del hospital. En una sociedad timorata el optimismo puede ser un buen placebo. Pero no mordamos, como Rafa Nadal, el asa de la copa.
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Los rebrotes de la epidemia, allá donde golpeó fuerte y se relaja el confinamiento, hay que tomarlos como lo que son: lo mismo que las noticias de Italia a lo largo de febrero. Si somos rápidos en detectar los nuevos casos y conseguimos hacer seguimiento de todas las personas que entraron en contacto con el infectado, el verano no será otra primavera. Pero ¿estamos convencidos de que los turistas van a someterse a esto?
Las posibilidades de controlar un virus que se presenta en el cuerpo con disimulo asintomático descienden cuando tienes el país lleno de gente que no participa de la seguridad social y ha venido a pasárselo de puta madre. Así, lo que ganemos en economía lo vamos a perder en control de plagas. El doctor Iván Moreno lo sugería con la boca pequeña en su último vídeo de Youtube: id por detrás del mensaje oficial. Cuidadito.
Pienso estos días, mientras escucho los triunfalismos, que es más necesario que nunca un debate a fondo, valiente, que no se está dando. Es el debate sobre la forma de vida a la que nos ha reducido el capitalismo a los españoles. Tenemos una mano delante y otra detrás, como el financiero que apostó toda su plata a una pompa de jabón. Un verano sin turismo es el equivalente para nosotros a un año sin lluvias en las economías agrarias del medievo.
El miércoles, cuando el Congreso aprobó casi por unanimidad la renta mínima contra la pobreza, me alegré, pero acto seguido me asusté bastante. Si todos los partidos aprueban algo que ayer era una loca idea bolivariana, la navaja de Ockham nos dice que todos tienen en la mesa informes peores que los nuestros sobre el porvenir inmediato de millones de personas. Se están anticipando a la lluvia radiactiva. Muy mal tiene que estar la cosa para se pongan de acuerdo en repartir dinero gratis.
Así que léase todo este triunfalismo como lo que es: un anuncio de Marina D'Or, ciudad de vacaciones. Y seamos adultos y valientes, por la cuenta que nos trae. Ya sabemos cómo nos fue siendo ingenuos y destarabicados.
¡Bravo! ¡Hurra! ¡Lo hemos conseguido! ¡Nuestra heroica pasividad ha vencido al virus! ¡El calor no lo descompone, pero da igual! ¡Dios nos dio la vacuna, que es el sol español, inigualable en el mundo entero! ¡Vencimos y venceremos! ¡Venid, turistas! ¡Venid! ¡Ninguna hostelería es tan segura como la nuestra! ¡Décadas de prácticas en la materia nos confieren experiencia!