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Adiós, campaña. Hola, precampaña
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Juan Soto Ivars

España is not Spain

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Adiós, campaña. Hola, precampaña

Ha sido un mes venenoso, tóxico y pestilente. El hedor de la campaña ha alcanzado todos los rincones del país, porque los partidos políticos no se estaban jugando un simple Gobierno autonómico

Foto: Foto: Reuters.
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En la cubierta de ese transatlántico llamado Madrid, que marcha a navegar por la meseta, los pasajeros agitan los pañuelos. ¡Por fin se marchan, al fin termina la campaña electoral! Desde el puerto los despedimos con gritos de júbilo. Ha sido un mes venenoso, tóxico y pestilente. El hedor de la campaña ha alcanzado todos los rincones del país, porque los partidos políticos no se estaban jugando un simple Gobierno autonómico, no al menos en su imaginación táctica, sino que se estaba librando la batalla por el futuro del sanchismo.

Concluida la campaña madrileña empieza, pues, la precampaña nacional. El barco mesetario va rumbo a la formación de Gobierno autonómico con las bodegas infestadas de un virus que en Cataluña conocemos muy bien. Polarización, victimismo de una región determinante que se enfrenta al Estado por cuestiones de interés particular camufladas de cruzada, e incluso algunos grupos de amigos que empiezan a resquebrajarse —me dicen— en torno a la ideología. El barco zarpa entre marejadas rumbo al dolor de cabeza colectivo.

Escribo esto sin conocer los resultados electorales, claro, pero da lo mismo. Todas las encuestas ofrecen escenarios parecidos, así que he decidido echarme al monte. Si este artículo caduca en 24 horas, habrá tenido una vida más larga que mi esperanza en una política diferente. Además, digan lo que digan las urnas, lo que ya es casi indiscutible es que la derecha no es la misma que antes de las elecciones. En Madrid se celebraban dos plebiscitos al mismo tiempo: uno contra Sánchez y otro más sutil contra la moderación en el PP.

En este sentido, la campaña ha sido el punto de inflexión del sanchismo. A Iván Redondo le salió por la culata el tiro de reventar al PP en Murcia y el PP, al contragolpe en Madrid, se ha quitado de encima las dudas metafísicas. Andaban indecisos entre la moderación instrumental para devorar Ciudadanos, encarnada por ese Casado tibio de la moción presentada por Vox, y el populismo desacomplejado para no ceder terreno a la ultraderecha. Ayuso tomó una decisión clara y la ventana de Overton se desplazó. Ya no habrá espacio para la tibieza en el PP hasta que reconquisten la Moncloa.

Esta noche solo pueden pasar tres cosas. La primera, una improbable victoria de la izquierda. No malgastaré tiempo fabulando ese escenario. La segunda, una victoria de Díaz Ayuso con supervivencia de Ciudadanos, en cuyo caso el plebiscito contra Sánchez y la postura del PP seguirán, quizá, dudosos. La tercera, más probable, casi segura mirando la demoscopia, una muy contundente victoria de Ayuso con los escaños que le falten para el cóctel en las manos de Vox. En tal caso, habrá que leer los resultados como un mensaje —a gritos— del electorado conservador: impaciencia por derribar a Sánchez.

placeholder La candidata del PP a la presidencia de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso. (EFE)
La candidata del PP a la presidencia de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso. (EFE)

Cada cual reflexiona como puede. Yo, por mi parte, he seguido durante toda la campaña las retransmisiones de Federico Jiménez Losantos. Me parece la mejor forma de sintonizar con el estado de ánimo de la derecha madrileña. Y hay que decir que el locutor estaba pletórico. El nervio que Jiménez Losantos lleva años diciendo que faltaba en el PP ha aparecido donde menos se lo esperaba: en una candidata que parecía de chiste. Si las elecciones son un triunfo absoluto para ella, el asedio contra la Moncloa será imparable. La misión de Ayuso no será gobernar Madrid, sino tumbar a Sánchez.

Dijo Cayetana Álvarez de Toledo que el PP tenía que entrar en la batalla cultural, y esto es lo que Ayuso ha sabido hacer mejor que nadie en su partido. El burdo dilema de “comunismo o libertad”, la decisión de convertir Madrid en un oasis de cañas en plena pandemia o el discurso de preescolar sobre los impuestos son algunos de los frentes de esa batalla. Al menos durante la campaña, todo indica que le ha funcionado. Ayuso ha obligado a la izquierda a discutir los temas que ella iba eligiendo a capricho, y nada hace suponer que las cosas cambien después del 5 de mayo.

Entre tanto, ¿qué se puede esperar de Sánchez? Lo de siempre: gobernará y hará oposición al mismo tiempo, igual que hará Ayuso en la Comunidad de Madrid. Es decir: la dupla PSOE-Podemos seguirá canibalizando las instituciones del Estado mientras el PP de Ayuso hace lo propio con las madrileñas. Política de inspiración independentista en todas partes, porque de una España de comunidades autónomas hemos pasado a una España de taifas en la que cada partido patrimonializa las instituciones de su feudo.

Si esta noche no hay sorpresas, veremos por tanto al PP atacar al Gobierno central desde el Gobierno de la Comunidad de Madrid, y al PSOE atacar al Gobierno madrileño desde el Gobierno central. Será una suerte de 'procés' a la madrileña, en que las banderas de los balcones harán referencia al comunismo y el fascismo (un Apocalipsis contra otro) y quedará enquistada cualquier posibilidad de hacer política real. Os lo juro, desde Barcelona, que esto ya lo tenemos visto.

En la cubierta de ese transatlántico llamado Madrid, que marcha a navegar por la meseta, los pasajeros agitan los pañuelos. ¡Por fin se marchan, al fin termina la campaña electoral! Desde el puerto los despedimos con gritos de júbilo. Ha sido un mes venenoso, tóxico y pestilente. El hedor de la campaña ha alcanzado todos los rincones del país, porque los partidos políticos no se estaban jugando un simple Gobierno autonómico, no al menos en su imaginación táctica, sino que se estaba librando la batalla por el futuro del sanchismo.

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