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España is not Spain
Por
Núñez Feijóo y el chiste de la murciana
Aunque las encuestas de intención de voto siempre son un brindis al sol, algunas entre las últimas expresan que Feijóo flota como un corcho cuando se tira a la piscina
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Un chiste que me encanta. Es un madrileño que va a Murcia por negocios y tras mucho trabajar tira para la discoteca a ver si pilla cacho. En esas, una imponente mujer se queda mirando al madrileño, incitante y sensual, en el centro de la pista. El tipo se acerca, le pregunta si quiere bailar, y la murciana, sin abrir la boca, asiente.
Se ponen a bailar. La murciana se contonea vampírica, agarra al madrileño de la mano, y el hombre quiere darle carrete, y le pregunta si es de Murcia, y ella asiente, y él le pregunta si estudia o trabaja, y ella se encoge deliciosamente de hombros, y él quiere invitarla a una copa, y ella consiente, así que se van a la barra, pero por más que el madrileño le pregunta, la increíble sirena no abre el pico.
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El madrileño, totalmente deslumbrado por la belleza y el misterio de la murciana, le pregunta al fin si quiere ir con él al hotel, y ella, envuelta en sus enigmas, asiente retadora, encantadora. Total, que se van al hotel.
Por el camino, ni una palabra. Él le cuenta su vida. Desesperado por saber cualquier cosa sobre ella, confundido por su silencio, le pregunta, ya en la habitación del hotel, si está pasándolo bien, y ella asiente, y si quiere que se pongan cómodos, y ella vuelve a asentir, y el madrileño, ya totalmente desesperado, enamorado hasta los tuetanillos, le pregunta por fin, abiertamente, por qué no dice nada, a lo que la murciana, con voz nasal y acento espeluznante, responde:
—¿PA QUÉ, PA CAGAL-LA?
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En el universo del cortejo humano existe este arquetipo, el hombre o la mujer de corcho, que presenta una fachada deslumbrante en la lejanía y ejecuta un calculado silencio que nos incita a fantasear con un mundo interior rico y enrevesado, pero que luego, a la luz de la conversación, resulta que no pesa: flota. Hay muchos Don Draper huecos colocando por ahí sus anzuelos.
Son personas que han aprendido a dejarse ver de refilón para engordar su atractivo a base de misterio. Gente guapa a la que el más básico mecanismo de la relación desautoriza. Gente que se viste con las brumas de la distancia y que lo pierde todo con la desnudez de la cercanía. Personas mucho más pequeñas que las fantasías que nuestra imaginación proyecta sobre ellas.
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Bueno: pues esto es lo que dicen algunas encuestas que le ha pasado a Alberto Núñez Feijóo. Desde hace años, con las distintas crisis del PP, desde antes de la moción de censura que sacó a Mariano Rajoy de la Moncloa, sonaba de vez en cuando el cuerno gallego. Desde el noroeste, en cualquier momento, vendría a recuperar el liderazgo del PP un hombre de oro que pulverizaba cada elección autonómica y mantenía en la irrelevancia gallega tanto a la izquierda como a la extrema derecha.
Su distancia, su renuencia al desembarco, no hacía sino aumentar el tamaño de su mitología, presentándolo en la imaginación de los españoles como una inteligencia calculadora y estratégica, peligrosa.
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Núñez Feijóo, del que poco se sabía fuera de Galicia, tenía que ser un genio. Su apariencia de contable anodino debía esconder al más sensato gestor, moderado en sus posturas, liberal no se sabía hasta dónde y proclive, incluso, a domar nacionalismos con su uso del gallego. Para colmo, ese enigmático apellido, que obliga a ir a Google a ver dónde carallo está la tilde, sonaba a marca. Y significaba futuro.
Tras la debacle de Pablo Casado, el cuerno volvió a sonar, ahora con más fuerza y compás de batalla, y por fin, entre los vítores de la unanimidad orgánica pepera, el Merlín gallego descendió de los cielos nubosos y se plantó en Madrid, dispuesto a liderar. ¡Se había hecho de rogar, pero al fin venía el mesías! ¡Los rezos habían surtido su efecto! ¡Que tiemblen los socialistas!
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Pero tomó Feijóo la palabra, obligaciones de la primera línea, y con cada entrevista, con cada duelo contra Sánchez en el plató del Senado, muy poco carisma, muy poco fondo, muchos errores fruto de la ignorancia al hablar de lo concreto, y además indefinición, y además ausencia de ingenio. La murciana.
Aunque las encuestas de intención de voto siempre son un brindis al sol, algunas entre las últimas expresan que Feijóo flota como un corcho cuando se tira a la piscina. Cierto bajón de las expectativas que, sin embargo, no debería preocupar a ningún conservador español obsesionado con el éxito del PP, dado que nuestro país ha demostrado que no hay mediocridad intelectual que se convierta en barrera si se trata de gobernar.
Un chiste que me encanta. Es un madrileño que va a Murcia por negocios y tras mucho trabajar tira para la discoteca a ver si pilla cacho. En esas, una imponente mujer se queda mirando al madrileño, incitante y sensual, en el centro de la pista. El tipo se acerca, le pregunta si quiere bailar, y la murciana, sin abrir la boca, asiente.