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Morderse la lengua
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Juan José Cercadillo

Feria de San Isidro

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Morderse la lengua

En la plaza, muchos se han mordido la lengua. Ha habido toreros, ha habido toros interesantes, ha habido valor y riesgo, ha habido emoción y ha habido arte. Pero la pasión no se ha desatado

Foto: El diestro francés Sebastián Castella, con su primero. (EFE)
El diestro francés Sebastián Castella, con su primero. (EFE)

Plaza de toros de Las Ventas

30 de mayo de 2016

25ª de Feria. Lleno hasta la bandera en tarde agradable y con bastante viento.

Seis toros cárdenos de Adolfo Martín de 496 a 559 kilos. Muy seriosen tipo y bien presentados dentro de su encaste. Gran toro segundo, sobre todo en los primeros tercios y excelente por el pitón izquierdo el quinto.

Rafaelillo, de azul y oro. Silencio tras aviso y vuelta al ruedo tras fuerte petición.

Sebastián Castella, de grana y oro. División de opiniones tras aviso y gran ovación.

Manuel Escribano, de grana y oro. Silencio y silencio.

Lo tengo en la punta de la lengua...“Mammmnn nnemms mmeds mmnmmensmmm em emmnsamm mmanomns mndsm…”. Ya lo he dicho… ya me he quedado tranquilo, aunque sea mordiéndome la lengua, que los niños aprenden a leer y a manejar internet a muy temprana edad y no es cuestión de que me lean los insultos... Me he quedado a gusto conmigo mismo, por valiente, atrevido, generoso y profundamente comprometido con lo que creo, diciéndolo... Y me he quedado tranquilo por comedido, educado, prudente y respetuoso… por haberme mordido la lengua a tiempo.

No he sido el único. Este lunesen la plaza muchos se han mordido la lengua. Y no me refiero solo a la apasionada pareja de la última fila de la grada del ocho desde la que he visto los toros, desde mi asiento no desde la pareja, se entiende, aunque ha habido momentos confusos... ¡Qué pasión, qué juventud, que alegría de vivir, quéenvidia cuando esa expresión, la de morderse la lengua, pasa de ser reflexiva a ser mutua, qué codazos! No hacía mucho calor en la plaza, salvo en mi grada del ochoy los por momentos forzosamente compartidos asientos, y la pasión desatada tampoco se extendió más allá de las filas de al lado de la irreflexiva pareja, y me refiero al tiempo verbal no a su juvenil atrevimiento… Pero no ha habido calor en la plaza. Ni ambiental ni emocional. No lo entiendo. La falta de pasión del resto me ha resultado inexplicable. Este lunesha habido toreros, ha habido toros interesantes, ha habido valor y riesgo, ha habido emoción y hahabido arte. Pero la pasión no se ha desatado, salvo en la grada del ocho, insisto: ¡qué flexibilidad, que contorsión, qué integración, qué chotis de asiento de grada… qué primavera, en fin, qué juvenil talento!

Tengo la impresión de que muchos se han mordido la lengua con Castella. No describouna relación carnal, íntima y apasionada con su ídolo. Me refiero a que ha venido el torero francés a Madrid con un altísimo nivel de compromiso,sorprendente y claramente superado por un generalizado y vociferante nivel de exigencia. El torero se compromete con la afición a anunciarse cuatro tardes en el abono isidril después de su éxito del año pasado, una de ellas con los toros de Adolfo -de los más exigentes del actual campo bravo- y otra la de Beneficencia-de las de mayor responsabilidad-, y el público responde con una frialdad que este lunesha rayado en lo inexplicable.

Porque no quiero pensar lo que dicen las malas lenguas yque una explicación fuera que a este torero le apodera la propia empresa de Madrid. Eso sería ruin, descorazonador y preocupante. Aunque ahora que lo pienso se oían por el tendido “mmmmm” y “msnsdmms” y “amnesmns” que sustituían lo que cualquier tarde normal hubieran sido unos oles atronadores. Si esto se confirmara, visto a la velocidad a la queha toreado al quinto toro, alguno se ha tenido que hacer sangre en la sinhueso. Toreo despacioso con un toro complicado de los de origen Albaserrada. Toro al que no valía con acompañar, había que llevar, que torear, y Castella lo hizo a base de temple y pies quietos, de muletazos largos y por abajo. Mejor aún cuando le daba más sitio,los cuatro muletazos del final tendrían que haber sido una apoteosis de dos orejas en lugar de un montón de “mmnmde smnnas” y “mnmamnnes” enjuagándosela boca, no vaya a ser que perezcan envenenados al tragar su propia sangre mientras caía el toro muerto de un estoconazo sin puntilla para mayor escarnio de semejantes lenguados de media lengua capaces de juzgar a un torero no por lo que hace en la plaza sino por sus circunstancias fuera de ella.

Castella, aburrido del trato, intentó cumplir enfocando el disfrute hacia símismo, y por lo que sé que comentó en el callejón cuando acabó la faena, debió demostrar que no tiene pelos en la lengua.

Con la lengua fuera acabó Rafaelillo la faena al cuarto toro. Un impresionante cárdeno de presencia terrorífica que le puso a prueba desde los lances iniciales, semiflexionado a la antigua usanza, y que jaleó toda la plaza. Prometía batalla el Adolfo incluso despistándose en el caballo, y arrancó a embestir con gran fuerza y violencia. Medio embestir en realidad, porque media embestida era hacia la muleta y la otra media hacia el menudo cuerpo del murciano que a cada pase quedaba más cerca del bicho: la mano en el pitón, la mano en la testud y la insólita escena del torero con una rodilla en tierra intentando tirar durante un buen rato de la muleta que pisaba el morlaco. Ninguno de los dos cedía y si no hubiera sido por el tirón final y decidido del torero, la escena podía perfectamente haber acabado con uno de los dos contrincantes sacándole la lengua al otro, tal era la cercanía, la entrega y la igualdad en la pelea. Pinchó antes de una sensacional estocada y la posible oreja se quedó en una gran vuelta al ruedo, la primera del ciclo, que solo alguna lengua viperina se atrevió a protestar.

La lengua oficial de Las Ventas parece que es la protesta y el silbido. Y así se expresan incluso con toreros como Manuel Escribano, a pesar de irse en sus dos toros a porta gayola, hacer dos quiebros imposibles sentado en el estribo y estar entregado a la embestida de sus dos complicados toros toda la tarde. Torero con valor casi infinito, tan infinito como su deseo de triunfar también en esta plaza. Se me comió la lengua el gato cuando falló con la espada, pero dispuesto estaba en ese momento a irme de la lengua y contarles a algunos lo que pensaba de sus padres… aunque fuera mordiéndome la lengua… que Dios no me dio valor nada más que para una lengua de trapo…

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