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"Te doy 3.000 euros para tu startup": el banco que da limosnas a los emprendedores
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Carlos Otto

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"Te doy 3.000 euros para tu startup": el banco que da limosnas a los emprendedores

Las grandes empresas dicen estar enamoradas de los emprendedores. Lo malo es que algunas sólo quieren llevárselos a la cama para luego presumir con los amigotes

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Hace bastante tiempo estuve en el acto de presentación de la nueva iniciativa emprendedora de un banco europeo (cuyo nombre omitiré porque no me apetece que nadie me demande): se trataba de una aceleradora de startups.

Pero no de cualquier tipo de startups, ojo, sino de un tipo muy concreto: las basadas en el emprendimiento social. Es decir, aquellas que, más allá de su propia supervivencia, buscan solucionar algún problema social y revertir sus beneficios en la propia ciudadanía.

Los directivos que presentaban la iniciativa estaban exultantes: que si estamos ayudando a los emprendedores, que si además damos un servicio social, que si nadie ha hecho esto antes (imagino que con "antes" se referirían a los últimos 10 minutos), que si madre-mía-qué-estupendos-somos-todos... En fin, un compendio de felicitaciones y autofelaciones que, por otra parte, no sorprenden viniendo de una gran empresa.

Un premiazo de... 3.000 euros

El discurso de los allí presentes estuvo lleno de tópicos, lugares comunes y obviedades varias, pero lo que más me sorprendió fue el premio anunciado para los futuros ganadores: 3.000 euros para cada una de las diez empresas premiadas. En total, 30.000 euros.

¿Qué te parece, emprendedor? ¡3.000 eurazos! Para que luego digas que las grandes empresas pasan de las 'startups' y no echan una mano

¿Qué te parece, emprendedor? ¡3.000 eurazos del ala! Para que luego digas que las grandes empresas pasan de las startups y no echan una mano en iniciativas sociales. Ahí tienes esa millonada, enterita para ti.

Pero, por si acaso el premio de los 3.000 euros pudiera provocar un caos en las bolsas mundiales y que los accionistas del banco empezaran a saltar por las ventanas, uno de los directivos allí presentes se encargó inmediatamente de matizar el entusiasmo.

"A ver cómo inviertes esos 3.000 euros"

"Pero ojo, que los 3.000 euros no son regalados, no son una subvención de esas a fondo perdido. Estaremos muy cerca de las startups ganadoras para ver cómo invierten esos 3.000 euros", dijo el tío, sin pestañear y sin caerse al suelo por el peso de sus propios testíc... de su filantropía.

Y es que no todo es tan bonito, emprendedor de mis amores. Porque vale que un banco ponga en peligro la economía mundial regalándote 3.000 euros, pero eso no quiere decir que vaya a dejar que te lo gastes en los siete ordenadores, dos oficinas, dos mesas de ping pong (una para cada oficina) y los 178 contratos indefinidos que pensabas firmar con esos 3.000 euros.

3.000 euros... santo Dios. Reconozco que yo no daba crédito. "¿Se habrán parado a pensar estos iluminados lo que alguien puede hacer con 3.000 míseros euros? ¿Sabrán que, si incluimos los impuestos, ni siquiera da para pagar dos meses de sueldo a alguien que cobre 1.000 euros netos? ¿Qué se supone que tiene que hacer una startup ante tamaña muestra de generosidad?", pensé.

Pero eh, que la cosa, por suerte, no acababa ahí. Según el señor que presentó el acto, "los emprendedores tendrán acceso a una reunión anual [¡anual!] con uno de nuestros directivos, que le asesorará, le guiará y le corregirá los errores que vea en su modelo de negocio".

El directivo que no encendió un ordenador en su vida

Lo malo de esta nueva muestra de filantropía era un problema doble: en primer lugar, que era un concurso para empresas digitales y el directivo que representaba a los mentores tenía pinta de no haber encendido un ordenador en su vida. Y no lo digo yo, lo dijo él cuando nos convenció a todos diciendo que "yo de internet no sé nada, que me ha pillado ya anticuado, pero, eh, aquí estoy para lo que queráis".

Y en segundo lugar, que reconoció que llevaba treinta y pico años en ese banco. ¿Qué se supone que podrá saber ese señor sobre montar una empresa? ¿Cuántas habrá montado él?¿Qué consejo realmente útil podría darle al emprendedor, más allá de que las manchas de chocolate en la corbata no hay quien las limpie?

Y es que este es el problema de (algunas) grandes empresas. Porque cuando una gran empresa se acerca a las startups, caben dos posibilidades:

  • Que la gran empresa tenga un verdadero interés en ayudar al emprendedor, acelerarle, darle financiación (a cambio de acciones, lógicamente) y, en definitiva, intentar darle un buen empujón. Y podrán hacerlo con mejor o peor resultado, pero sus buenas intenciones serán indudables (y en España, por suerte, tenemos bastantes ejemplos).
  • Que la gran empresa haya acudido a los emprendedores como el que se arrima a la última moda social. Y, por tanto, le dé cuatro duros (que a buen seguro le proporcionarán una buena desgravación fiscal), le concierte cuatro reuniones sueltas con señores que no podrán ayudarle en casi nada y, en definitiva, le dé una palmadita en la espalda... y poco más.

Y claro, el emprendedor que acuda a las segundas acabará más mareado que otra cosa y con la sensación de haber perdido el tiempo. A cambio, la gran empresa habrá hinchado su ego, habrá presumido de obra social y dormirá como el que le da un euro a un mendigo y se va a la cama creyéndose el mismísimo Vicente Ferrer.

El emprendedor acabará con la sensación de haber perdido el tiempo. A cambio, la gran empresa habrá hinchado su ego y presumido de obra social

Porque claro, luego hablas con estas grandes empresas y te dicen que van a hacer algo innovador y que nunca nadie ha hecho antes. Y tú les dices que eso a lo mejor será nuevo en Burkina Faso, pero que en España ya hay muchas iniciativas del estilo. Y te dicen que claro, que ya, pero que no les gusta lo que hay aquí, que ellos van a hacerlo diferente, que lo suyo será superinnovador.

Y hombre, lo cierto es que darle una limosna a un emprendedor, marearle más que ayudarle y autoproclamarse el salvador del emprendimiento patrio... innovador no sé, pero oye, novedoso sí que es.

Amigos de las grandes empresas: si de verdad quieren ayudar a los emprendedores de este país, me quito el sombrero, pero si lo único que quieren es gastarse cuatro duros para engordar su propio ego, circulen y dejen paso a otros.

Hace bastante tiempo estuve en el acto de presentación de la nueva iniciativa emprendedora de un banco europeo (cuyo nombre omitiré porque no me apetece que nadie me demande): se trataba de una aceleradora de startups.