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José A. Pérez

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"A mí me funciona" no es un argumento válido

"A mí me funciona": es la justificación habitual de aquellos que, ante el peso de la prueba, prefieren mirar hacia otro sitio. Pero no es un argumento válido

Foto: Una persona recibe un masaje 'reiki'
Una persona recibe un masaje 'reiki'

Hablemos de ti.

¿Sabes?, creo que sientes la necesidad de que la gente te quiera y te admire, y que tiendes a ser bastante crítico contigo mismo. Tienes ciertas debilidades de carácter, sí, aunque también es verdad que normalmente te las arreglas para compensarlas.

De cara al exterior te muestras como una persona disciplinada, aunque estás lleno de inseguridades. A veces no tienes nada claro si estás actuando correctamente o no. Odias que te pongas restricciones y limitaciones. Eres un pensador independiente y crítico. Y, por supuesto, sabes perfectamente que ser demasiado sincero no es muy sensato.

¿Y bien, te sientes identificado? Probablemente sí. La mayor parte de la gente lo hace. Y lo cierto es que hay una explicación para ello.

Bertram Forer fue un psicólogo estadounidense que falleció hace trece años. Era un tipo con carácter; con apenas treinta años, durante la Segunda Guerra Mundial, había dirigido un hospital militar. Luego trabajó como psicólogo con veteranos de la guerra y fue entonces cuando empezó su labor investigadora.

¿Eran todos los estudiantes de Forer iguales? Por supuesto que no. Lo que el psicólogo quiso demostrar con este experimento es que la percepción que uno tiene sobre sí mismo, sobre sus cualidades o sobre el efecto que algo ejerce en él, no es válido desde un punto de vista científico

En 1948, Forer realizó un test de personalidad a sus alumnos. En él había preguntas como: ¿disfrutas del arte y la música? (completamente, mucho, no demasiado, en absoluto), ¿compras solo lo que necesitas? (sí, casi siempre, a veces, no) o ¿te cuesta hablar de tus sentimientos? (sí o no).

Forer se llevó los test de sus alumnos, y unos días después regresó al aula con los análisis de personalidad de cada uno de ellos. Les pidió que lo leyeran para sí, cada cual el suyo, y valoraran su nivel de acuerdo. Los análisis de Forer obtuvieron, de promedio, un 4,26 sobre cinco. Un éxito incuestionable.

Por supuesto, se trataba del mismo análisis para todos ellos. El mismo que encabeza este artículo (salvo alguna licencia que me he tomado en la traducción).

Forer, en efecto, había redactado aquella sucesión de vaguedades con la seguridad de que la inmensa mayoría de las personas convendrían con ellas. En realidad, ni siquiera las había escrito él; se limitó a copiar frases de la sección de astrología de distintos periódicos.

¿Eran todos los estudiantes de Forer iguales? Por supuesto que no. Lo que el psicólogo quiso demostrar con este experimento es que la percepción que uno tiene sobre sí mismo, sobre sus cualidades o sobre el efecto que algo ejerce en él, no es válido desde un punto de vista científico.

"Falacia de validación subjetiva"

A esto Forer lo llamó “falacia de validación subjetiva” y lo explicó detalladamente en su artículo The fallacy of personal validation: A Classroom demonstration of gullibility. Aquel texto tuvo una cierta importancia en su época ya que, aunque ahora nos parezca absurdo, en algunos experimentos se tenía en cuenta la opinión a los propios sujetos experimentales (¿cree que este medicamento le ha hecho efecto?).

El efecto Forer es la razón por la que el famoso “a mí me funciona” no tiene validez alguna, y no debería ser tomado en cuenta en ningún estudio ni discusión. Es la razón por la que algunas personas creen, a pesar de lo evidente, en fantasías pseudocientíficas como la astrología y otras mucho más peligrosas. Y es una de las razones por la que el método científico sigue siendo, hoy por hoy, la única herramienta fiable para demostrar que un fenómeno es cierto.

Hablemos de ti.

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