No me creas
Por
De cómo se halló el origen del universo sin querer
Nueva Jersey, 1965. Dos treintañeros años están a punto de encontrar el origen del universo, sin querer y sin darse cuenta de ello. Un hallazgo histórico
Nueva Jersey, 1965.
Dos treintañeros años están a punto de encontrar el origen del universo, sin querer y sin darse cuenta de ello. Uno se llama Robert Woodrow, y hace poco que se ha licenciado en física en una universidad privada de Houston, Texas. El otro se llama Arno Allan Penzias y se ha graduado en física en la Universidad de Nueva York hace apenas diez años.
Trabajan juntos en el tranquilo, hermoso y verde municipio de Monmouth, Nueva Jersey. Allí está instalada una enorme antena propiedad de los laboratorios Bell. El aparato, de 15 metros de largo y con forma de bocina, había sido construido cinco años antes dentro de un programa de telecomunicaciones llamado Proyecto Eco.
Los jóvenes Woodrow y Penzias están estudiando las comunicaciones vía satélite, y esa antena casi nueva es perfecta para realizar sus mediciones. Sin embargo, algo no va bien. Sus mediciones presentan ruido, un ruido constante que no debería estar ahí.
¿Acaso está rota la antena?
Desconcertados, revisan todos los equipos yreemplazanlas piezas y los cables más deteriorados. La operación les lleva semanas. Pero, cuando por fin repiten las mediciones, el ruido sigue ahí. Tras darle muchas vueltas, Woodrow y Penzias, resuelven que quizá sea culpa de las palomas.
- Esos malditos bichos cagan en la antena, y es eso lo que provoca esa interferencia.
No era una interferencia producida por los excrementos de las paloma. No era un cable mal enchufado. Era el eco de la explosión que dio origen al universo
Así que los dos físicos se hacen con varios trapos, llenan unos cubos de agua y se afanan en limpiar la antena de los laboratorios Bell hasta que no queda ni una mancha. Pero, al repetir las mediciones, el ruido sigue ahí, así que deciden tirar la toalla y comerse su orgullo. Marcan el número de la universidad de Princeton y piden a la secretaria que les pase con el despacho del profesor Robert Henry Dicke.
Dicke es uno de los mayores expertos del mundo en microondas. Durante su estancia en el MIT, un par de décadas atrás, colaboró en el desarrollo del radar. Incluso creó un tipo de radiómetro que Woodrow y Penzias conocen bien ya que lo usan habitualmente en sus experimentos.
Cuando Dicke se pone al aparato, los jóvenes físicos le describen su problema. No sabemos lo que dijo Dickie entonces. Probablemente se quedó callado. A lo mejor les dijo que no tocaran nada, que no era un error, que cogía el coche y se plantaba ahí en media hora. Pero yo prefiero pensar que les dijo:
-Maldita sea. Habéis encontrado el origen del universo.
Por entonces, Dicke dirigía un grupo en Princeton que buscaba algo llamado radiación cósmica de fondo. Se trataba de la (supuesta) radiación residual del Big Bang. De hallarse, constituiría una importante validación para la teoría que afirmaba que el tiempo y el espacio comenzaron con una gran explosión. Una validación quelos dos jóvenes físicos habían encontrado sin querer.
No era una interferencia producida por los excrementos de las paloma. No era un cable mal enchufado. Era el eco de la explosión que dio origen al universo.
Trece años después, Penzias y Woodrow obtendrían el Premio Nobel de física por su descubrimiento involuntario. Robert Henry Dicke tuvo que conformarse con ver la gala por televisión. Vía satélite.
Nueva Jersey, 1965.