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El sexo de los astronautas
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José A. Pérez

No me creas

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El sexo de los astronautas

Es una de las preguntas que siempre tenemos en mente: ¿practican sexo los astronautas que pasan años en el espacio o se abstienen sin más opción?

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Estamos varios colegas en un bar de Lavapiés. Seremos unos treinta, todos periodistas, divulgadores o científicos. Además, hay un astronauta. Paolo Nespoli se llama. Es italiano, de 57 años, y ha estado dos veces en la Estación Espacial Internacional.

Nespoli acaba de darnos una charla de casi dos horas en La Casa Encendida, invitado por la Asociación Española de Comunicación de la Ciencia. Es un tipo muy simpático y muy normal. Tan normal es que lo repite en todas las entrevistas, cada vez que alguien le pregunta cómo es eso de currar en el espacio. “Pues muy normal.”

En la conferencia, más bien desestructurada, Nespoli ha ido saltando de un tema a otro. “Preguntadme lo que querías”, dice, y luego responde a eso o a otra cosa, yendo y viniendo, adornándolo con anécdotas y con fotografías tomadas por él mismo desde la ISS (aquí tienes algunas).

Alguien le ha preguntado por las redes sociales, y él ha contado cuándo y por qué se creó una cuenta Twitter. Cómo decidió probarlo a pesar de que, viendo a sus compañeros, sospechaba que aquello debía de ser “tan adictivo como la marihuana”. Cómo tuiteó intensamente desde el espacio y cómo dejó de hacerlo al regresar a la tierra porque, “¿a quién le va a interesar cuándo compro leche?”

Hay sexo en el espacio, pero en pareja es muy complicado por causa de la gravedad

Nespoli utiliza sus propias fotos para explicar, cómo, a veces, es necesario alejarse de algo para apreciarlo correctamente. Con la Tierra, dice, pasa eso. Como muestra, una imagen, la del irresponsable apiñamiento de seres humanos en torno al volcán activo del Vesubio, en Nápoles. Desde la Tierra, dice, ya parece algo arriesgado; desde el espacio, sin embargo, uno se percata de que es sencillamente suicida.

Nos habla del día a día del espacio. De lo que tarda uno en acostumbrarse a la ausencia de arriba y abajo. De las rutinas. De cómo hacen los astronautas para tomar fotos, para dormir, para hablar con sus familiares.

Ahora, en las cañas, Nespoli va saltando de un grupito a otro, resolviendo las dudas que aún queden o charlando de lo que se tercie. Es entonces cuando alguien le echa valor y lanza una pregunta que lleva un buen rato rondando por los corrillos.

"En pareja es muy complicado"

- Mister Nespoli, one question. ¿Hay sexo en el espacio?

Mister Nespoli sonríe, pensando quizá “vaya periodistas” o, más probablemente, “otra vez la pregunta”.

Y responde que sí, faltaría más. Hay sexo a solas o en compañía, cada cual como pueda o prefiera.

Eso sí, en caso de practicarse en pareja, Nespoli avisa:

- Es muy complicado.

Por lo de la gravedad, dice. Da igual que uno (o una, o ambos) se agarre a donde pueda; la experiencia no tiene nada que ver con la terrestre.

En el espacio, por tanto, hay sexo, sí, pero es lento, infructuoso y desacompasado. Es, en una palabra, malo.

Eso, mira por dónde, nunca lo dicen en los documentales de la NASA. Será, supongo, para no arruinar vocaciones.

Estamos varios colegas en un bar de Lavapiés. Seremos unos treinta, todos periodistas, divulgadores o científicos. Además, hay un astronauta. Paolo Nespoli se llama. Es italiano, de 57 años, y ha estado dos veces en la Estación Espacial Internacional.

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