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Cuando las redes sociales se vengan de los abusos de la hostelería
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José Mendiola

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Cuando las redes sociales se vengan de los abusos de la hostelería

Vivir de espaldas a internet resulta suicida: cualquier internauta puede tumbar un negocio con una simple foto y una dosis de viralidad. Que le pregunten al bar Ambrosio

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San Sebastián hierve preparando la invasión de turistas de cara a la Semana Grande que celebra estos días. Las calles de la ciudad atestadas, al tiempo que un donostiarra se acerca a una de las terrazas de la concurrida Plaza de la Constitución, en el corazón de la Parte Vieja. Toma asiento en una de las mesas de un bar, el Ambrosio, y pide unas cañas para él y sus amigos. Llega la hora de pagar y con ella la sorpresa: la caña ‘cotiza’ a 5 euros.

El cliente sube la foto a Twitter y no se corta con el calificativo: “#hostieleros”. El ticket del Ambrosio se hace viral en el País Vasco y acaba en radio y televisiones locales. Casualmente y ese mismo día, otro cliente se acerca a comer al chiringuito “Juan y Andrea” de Formentera. Ahí la caña cotiza todavía más alto. A 7 euros el vaso. Pero peor es el monto total de la cuenta: 337,35 euros por una comida en pareja. Foto a Twitter e incendio social. En este caso, el aludido pone acertadamente nombre al asunto: “tourist trap”, o trampa para los turistas.

El dentista que acabó con la vida del león Cecil, se ha visto obligado a cerrar su clínica ante el aluvión de críticas negativas que se acumularon en Yelp

En ambas situaciones, Twitter y Facebook hicieron el resto. ¿Cuál es exactamente la frontera que delimita el precio justo de una cerveza y el abuso? Se trata de un producto, junto con el café, estable en lo relativo a los costes. Todo lo que el hostelero aplique de sobrecosto se presupone un ingreso extra para el negocio, que en teoría, debería ser correspondido con el correspondiente valor añadido para el cliente. Todo muy confuso.

Ambos locales cumplen escrupulosamente, sobre el papel, con la legalidad al hacer públicos los precios de los productos. Es decir, que uno puede acercarse al fondo de la barra a repasar la lista de precios antes de pedir una caña. Pero en internet las cosas funcionan de otra manera. Parece absurdo imaginar a un cliente preguntar por el precio de una cerveza antes de pedirla porque se presupone un importe que guarde cierta coherencia con su coste. Y la red no tiene piedad. De la noche a la mañana comenzaron a circular recibos por las diferentes redes sociales y en parte del sector hostelero donostiarra cundió el pánico.

La venganza de los usuarios en internet

En el caso del bar de San Sebastián, los hosteleros vecinos se desmarcaron públicamente del controvertido ticket y destaparon casi sin quererlo la bestia del ‘tourist trap’: un producto genérico con precios desorbitados y sin justificación aparente. Y comenzaron a surgir más tickets en Twitter.

En otro bar de la capital vasca se cobró 30 céntimos adicionales por solicitar el cliente la carne de la hamburguesa “muy hecha”. Los propietarios del negocio corrieron a explicar que se trataba de “un error informático” y se disculparon por ello, pero en el caso del bar Ambrosio el remedio fue todavía peor que la enfermedad: los responsables del negocio se metieron en el jardín explicar los diferentes tipos de formato, y describir lo que era la caña y el cañón. El segundo, sin duda, el que aparece en el ticket, y por doble motivo. En cuanto al chirniguito Juan y Andrea de Formentera, los dueños se han visto obligados a explicar en las redes sociales los exorbitados precios de su carta, ante la avalancha de quejas.

Vivir de espaldas a internet en este mundillo resulta suicida: la red se ha vengado del negocio sin piedad tumbando las valoraciones donde más daño hace. En TripAdvisor, el Ambrosio luce ya una dolorosa valoración de “pésimo” y todo debido al controvertido ticket. Mientras la red acuchillaba sin piedad el negocio a cuenta de la cerveza a precio de oro, los responsables del local corrían a justificar el suceso en los radio y televisión. Lugar equivocado y mal momento. La cuchillada era 2.0.

Y que nadie crea que este tipo de crisis afecta únicamente a la hostelería. El tristemente famoso dentista que acabó con la vida del león Cecil, se ha visto obligado a cerrar, al menos temporalmente, su clínica ante el aluvión de críticas negativas que se acumularon en Yelp. La secuencia fue la siguiente: el suceso y la foto del aludido con el león abatido, la red localizó al responsable y poco después el rastro le llevó a su negocio particular. Ahí había que morder y se mordió, con consecuencias fatales.

¿La moraleja de todo este asunto? No vivir de espaldas a la red y sobre todo, no pensar que porque no se tiene página web un negocio es inmune a un eventual ataque de los internautas. Cualquier cliente móvil en mano puede dar fuego a una temida crisis de reputación online, y salir de ella es francamente complicado.

San Sebastián hierve preparando la invasión de turistas de cara a la Semana Grande que celebra estos días. Las calles de la ciudad atestadas, al tiempo que un donostiarra se acerca a una de las terrazas de la concurrida Plaza de la Constitución, en el corazón de la Parte Vieja. Toma asiento en una de las mesas de un bar, el Ambrosio, y pide unas cañas para él y sus amigos. Llega la hora de pagar y con ella la sorpresa: la caña ‘cotiza’ a 5 euros.

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