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La cara para 'El secreto de sus ojos' y la 'cruz' para Penélope
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Nacho Gay

Carta de Ajuste

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La cara para 'El secreto de sus ojos' y la 'cruz' para Penélope

No hubo suerte, pero a veces la suerte no se merece. La Academia negó la pasada madrugada con toda justicia su segundo Oscar a Penélope Cruz por su

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La cara para 'El secreto de sus ojos' y la 'cruz' para Penélope

No hubo suerte, pero a veces la suerte no se merece. La Academia negó la pasada madrugada con toda justicia su segundo Oscar a Penélope Cruz por su histriónica interpretación en Nine, el musical ampuloso y errático de Rob Marshall. El premio en esa categoría fue para Mo’Nique, por su no menos caricaturesco papel de madrastra de Blancanieves en Precious, drama hosco, simple y previsible que se alzó además con el Oscar al Mejor Guión Adaptado, uno de los muchos premios entregados anoche difíciles de digerir.

El Oscar a la Mejor Película de Habla No Inglesa sí tuvo sin embargo un toque español. Mejor dicho, varios. Un Pedro Almodóvar encantado de haberse conocido y de estar de nuevo sobre aquel escenario, aunque fuera solamente en calidad de entregador, encumbró a la coproducción hispano-argentina El secreto de sus ojos como mejor producto fílmico foráneo de 2010 a ojos de la industria americana. Increíble, pero cierto. Suele ocurrir en esta categoría. El sistema de votación obliga a los académicos a acreditar que se han visto las cinco películas candidatas –pocos lo hacen- y sin duda la de Campanella era la más convencional.

El blanco y negro y la profunda carga filosófica de La cinta blanca le jugaron ayer una mala pasada a Michael Haneke. Un ultraje sin paliativos. Hubo muchos ayer. Demasiados. Malditos Bastardos, por ejemplo, sólo obtuvo el premio a Mejor Actor de Reparto, que recogió Christoph Waltz.

¿Cameron rey del mundo?

Va a ser que no. Kathryn Bigelow hizo historia ayer en Hollywood, convirtiéndose en la primera mujer en recibir el Oscar a la Mejor Dirección por su solvente drama bélico En tierra hostil, vengando así a las tres únicas féminas que hasta ahora habían fracasado en el intento: Lina Wertmüller (Siete bellezas, 1976), Jane Campion (El piano, 1993) y Sofía Coppola (Lost in traslation, 2003).

En tierra hostil ganó por goleada a Avatar. Seis a tres. Mejor Película, Dirección, Guión Original, Sonido, Montaje y Montaje de Sonido. Un botín que se antoja excesivo para una película que no parece ser la definitiva sobre la guerra de Irak. De todos modos, se preveía un duelo a muerte entre Bigelow y James Cameron, y así fue. Tremendo el rostro desencajado del otrora rey del mundo al conocer que su megalómana obra futurista sólo se llevaba las menciones menores de Fotografía, Efectos Visuales y Dirección Artística. Ni 2001, una odisea en el espacio ni Blade Runner ni La guerra de las Galaxias (que sí fue nominada). Nunca los Oscar encumbraron una película de ciencia ficción. Este año tampoco.

Más cosas. Mejor actor, Jeff Bridges, por su papel de músico alcohólico y decrépito en un drama de redención de esos que gustan tanto en los Oscar titulado Corazón Rebelde. Mejor actriz, Sandra Bullock, por su interpretación de una americana decente en The Blind Side, una película de sobremesa de esas que también gustan tanto por allí.

Up se llevó, algo es algo, el Oscar a la Mejor Película de Animación. Y el granadino Javier Recio no pudo recitar su discurso por el cortometraje La dama y la muerte, producido por Antonio Banderas.

Una gala para olvidar

En  general, la gala estuvo plagada de arritmias, discursos prescindibles, constantes pausas publicitarias y publireportajes de dudoso gusto. Sin novedad en el frente: el pan nuestro de cada año. Se echaron en falta, eso sí, las parafernalias visuales y los momentos de pompa y fulgor escénico que protagonizó en la edición anterior Hugh Jackman. Este año, la ceremonia fue mucho más sobria y solemne. Eso si hablamos echando mano de los socorridos eufemismos, si no nos veríamos obligados a reconocer que fue verdaderamente infumable. Cuatro horas interminables de sopor e indignación.

Un par de momentos para el recuerdo, si acaso. A destacar, la aparición estelar de ese insurrecto socarrón llamado Ben Stiller, que se plantó en medio del Kodak Theater caracterizado como un Na’Vi, esa raza blue ideada por James Cameron, para entregar el premio al Mejor Maquillaje. También destacó la apertura de la gala, con un gran mano a mano entre los dos maestros de ceremonias, los cómicos Alec Baldwin y Steve Martin, muy mal aprovechados, por cierto.

Sinopsis: una gala torpe y somnífera; unos premios demasiado previsibles y, lo que es peor, bastante mal entregados; una noche para olvidar, por muy cinéfilo que uno sea.

No hubo suerte, pero a veces la suerte no se merece. La Academia negó la pasada madrugada con toda justicia su segundo Oscar a Penélope Cruz por su histriónica interpretación en Nine, el musical ampuloso y errático de Rob Marshall. El premio en esa categoría fue para Mo’Nique, por su no menos caricaturesco papel de madrastra de Blancanieves en Precious, drama hosco, simple y previsible que se alzó además con el Oscar al Mejor Guión Adaptado, uno de los muchos premios entregados anoche difíciles de digerir.