Es noticia
Vanidad, todo es vanidad
  1. Televisión
  2. Carta de Ajuste
Nacho Gay

Carta de Ajuste

Por

Vanidad, todo es vanidad

La vanidad es una droga social, o al menos eso es lo que aprendimos leyendo algunos de los textos de María Zambrano. Una droga cara, que

Foto: Vanidad, todo es vanidad
Vanidad, todo es vanidad

La vanidad es una droga social, o al menos eso es lo que aprendimos leyendo algunos de los textos de María Zambrano. Una droga cara, que no está al alcance de todos, sino sólo de aquellos que por exceso de dinero o -habitualmente- defecto de talento son capaces de generar atención.

 

Como toda droga, ésta tiene también su recompensa y su penitencia, que varía dependiendo de los casos. También las motivaciones que empujan a su práctica o consumo. Los riesgos, sin embargo, son casi siempre los mismos, porque la vanidad, entendía como vicio maestro, suele contaminar otros muchos espacios al margen de las venas.

 

Me pregunto cuál es la razón -la intuyo, pero prefiero inferirla- por la que una señora como ésta se sienta en un plató de televisión improvisado para ser entrevistada por un humorista, a cambio de un publireportaje de cinco minutos en el que se vende su casa de arte. El spot debe ser entendido como una simple excusa, porque con la venta de uno de los óleos que cuelgan de aquellas paredes la señora baronesa podría comprarse medio espectro digital.

 

La respuesta podría estar entonces en el mensaje. En la necesidad de comunicar algo a alguien. El alguien se llama Buenafuente, un periodista blando -al menos ayer- y poco curtido en estas lides, que arrastra tras de sí una masa crítica de espectadores que apenas supera el medio millón. El algo es un conjunto de respuestas banales a preguntas vacuas. Frases hechas, estudiadas, incapaces de justificar por sí mismas el ejercicio dialéctico.

 

-“Nunca me volveré a casar”.

 

“En este momento de mi vida es mejor la libertad”.

 

-“Mi hijo es joven y ya está, está pasando cosas de la juventud”.

 

-“El Barón era un hombre maravilloso, fuera de serie”.

 

-“Como en el cine en la época en que yo era jovencita estaban de moda los galanes de Hollywood maduros, pues yo creo que todas las niñas de mi época estábamos enamoradas de los galanes maduros”.

 

-“Me mantengo en la talla 40”.

 

Mientras toda la jauría de pornógrafos aficionados al fucsia se retuercen en sus asientos ante semejante malversación de titulares de portada de tebeo, algunos nos seguimos preguntando, en el transcurso del tedio, cuál es la razón que puede dar una explicación coherente a la performance de Tita Cervera la pasada madrugada. Y si esa explicación tiene o no cierto parentesco sanguíneo -el vicio maestro corre por las venas- con la que otorga sentido también a la pretérita presencia de un telonero del líder supremo en un programa del cuore un sábado por la noche.

 

Y aunque las motivaciones son siempre diferentes, también la recompensa o la penitencia, sólo existe un posible hilo conductor, siempre el mismo: “Vanidad de vanidades”, dijo el predicador, "todo es vanidad".

 

La vanidad es una droga social, o al menos eso es lo que aprendimos leyendo algunos de los textos de María Zambrano. Una droga cara, que no está al alcance de todos, sino sólo de aquellos que por exceso de dinero o -habitualmente- defecto de talento son capaces de generar atención.

Andreu Buenafuente