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Y tú, Mercedes Milá, ¿a qué te dedicas?
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Nacho Gay

Carta de Ajuste

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Y tú, Mercedes Milá, ¿a qué te dedicas?

El día que Dios repartió pechos, ella estaba en primera fila; el que repartió vergüenza propia y ajena, estaba orinando en la ducha. Mercedes Milá, mujer

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Y tú, Mercedes Milá, ¿a qué te dedicas?

El día que Dios repartió pechos, ella estaba en primera fila; el que repartió vergüenza propia y ajena, estaba orinando en la ducha. Mercedes Milá, mujer renacentista donde las haya, quiso ser el lunes la musa de Tintoretto y escenificó uno de sus famosos cuadros, La dama que descubre el seno, sobre el lienzo de Vasile. Para su desdicha, pareció más bien que una de las tres Gracias de Rubens, la de la derecha, concretamente, se había escapado esa misma noche del Prado.

Lo mejor que se le ocurrió a la doña para competir con Dios -Antena 3 emitía La Biblia- es enseñar las tetas. Quería empalmar los audímetros, pero ni eso consiguió levantar la pobre. Fue ver las ubres de la Milá y el cerebro de todos los hombres de España viajó de los bajos a su posición original. Gran Hermano claudicó ante el Evangelio, porque no puede ser cierto eso de que Dios ama a todas sus criaturas por igual. 

La Biblia, por cierto, que concluye el domingo, ha costado la friolera de 17 millones de euros, el montante peor invertido desde que un ciudadano anónimo de Madrid pagara 8,50€ por ver en el cine Los amantes pasajeros de Almodóvar. Se trata de un fárrago megalómano que bien podría haber firmado el bueno de Roland Emmerich. Viajábamos a Egipto y aquello parecía Port Aventura. Pero Moisés es mucho Moisés y no hacen falta demasiados dioses para cocinar una pechuga con más sustancia que la de la señora Milá.

Lo peor de la escena valleinclanesca protagonizada el lunes por la deidad del esperpento no es el hecho de que Telecinco enseñe un pecho. No cabe una condena moral para un hecho tan coherente. No podemos escandalizarnos. Lo podríamos hacer si dicha cadena emitiese por error un documental. Lo peor, en realidad, es que hay gente que lo aplaude como ejemplo de irreverencia de un ‘ser modelo’, cuando hasta la propia Milá sabe que su divinidad habita ya en el crepúsculo de Wilder junto a la del capitán Pescanova.

Para dar lecciones de ética profesional, por cierto, ya está ella. Se presentó el viernes en el Deluxe a promocionar su libro de retales, Lo que me sale del bolo, un título que le va que ni pintado, y sacó sus tanques de diva para humillar en directo a María Patiño. No seré yo quien defienda a una señora que tiene un gato hidráulico por yugular, y que seguro debe muchos avemarías al párroco de su barrio, pero hay cosas que claman al cielo. “Tú te dedicas al chascarrillo barato”, le dijo Milá a Patiño. Y tú, Mercedes, ¿a qué te dedicas?

El día que Dios repartió pechos, ella estaba en primera fila; el que repartió vergüenza propia y ajena, estaba orinando en la ducha. Mercedes Milá, mujer renacentista donde las haya, quiso ser el lunes la musa de Tintoretto y escenificó uno de sus famosos cuadros, La dama que descubre el seno, sobre el lienzo de Vasile. Para su desdicha, pareció más bien que una de las tres Gracias de Rubens, la de la derecha, concretamente, se había escapado esa misma noche del Prado.

Mercedes Milá