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Salvador Sostres y Dora, la exploradora
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Nacho Gay

Carta de Ajuste

Por

Salvador Sostres y Dora, la exploradora

Salvador Sostres es ese tipo de señor que en ocasiones ve mujeres, al modo en que el protagonista de El sexto sentido veía muertos. Lo último que ha

Salvador Sostres es ese tipo de señor que en ocasiones ve mujeres, al modo en que el protagonista de El sexto sentido veía muertos. Lo último que ha dicho es que a las féminas deberían prohibirles la entrada en los restaurantes de lujo, porque no disfrutan de ellos, ya que comparten hasta el café. Se expresó de este modo hace un par de días en El gato al agua, donde todo el mundo sabe que el vino peleón mezclado con la mala baba suele hacer estragos. Pero Sostres no es un cavernícola al uso, de esos que lucen con gusto la porra y que visten con orgullo la boina calada cuando salen de su covacha. Más bien cree que esa misoginia de salón que se gasta le acerca a otros grandes misántropos de la historia como Schopenhauer, Nietzsche, Freud, Voltaire, Dostoievski u Óscar Wilde. Sus artículos en El Mundo, esos que escribe con las tripas, son el ejemplo de que en los periódicos, como en los restaurantes de lujo, quizá no deberían dejar entrar a todo el mundo. Sin embargo, sus apariciones públicas en tertulias, aún más indigestas, por aquello del poder de la imagen, hacen que uno eche de menos los artículos.

No es la primera vez que a Sostres le da por retratarse. En una ocasión llegó a justificar la violencia de género. Para él el asesinato de una mujer embarazada a manos de su novio debía ser entendido como un acto de amor, porque ésta pretendía abandonarle. El asesino era rumano, y Sostres fue capaz de defenderlo, él, que no lo hay más fanático de lo cañí, con tal de llamar la atención. En cierta ocasión escribió también: “Una chica que no es una prostituta, siempre que folla contigo parece que te está haciendo el favor de su vida [narraba los hechos, suponemos, en base a su propia experiencia]. Una vez en el lavabo enculé a una valenciana que decía que el catalán y el valenciano eran lenguas distintas mientras le hacía recitar un verso de Lluis Llach”. Se le olvidó aclarar, eso sí, si la valenciana era o no prostituta.

En este momento, Sostres es el único ciudadano que defiende a capa y garrote vil a Aznar y al Rey, por ejemplo. Es evidente que no lo hace por convicción personal, sino mercantil. Es su nicho de mercado. España es uno de los países en los que mejor se paga la temeridad. Se trata de levantar ampollas. “Lo de Haití [se refería al terremoto que sacudió la isla en enero de 2010] es una manera un poco aparatosa (pero una manera, al fin y al cabo) de limpiar el planeta”. Nadie en su sano juicio pensaría algo así, y mucho menos lo diría en público, pero 300 euros son 300 euros.

El de provocador sobrado de impostura es un oficio incipiente en el cátodo. Y muy bien remunerado, por cierto. Proliferan los ‘capciosos’ de plató. La misma semana que Sostres encerraba a las mujeres en granjas de crianza, dividiéndolas en ponedoras y laboradoras, Ernesto Ekaizer tildaba de “vergüenza nacional” a Francisco Marhuenda en Espejo Público para asegurarse un hueco a la izquierda del Padre en todas las tertulias políticas del espectro. 

Todo por la pasta, por el grosero mangoneo del share, por los cheques canjeables en El Corte Inglés, por las noches de gloria (Lomana) en prime time. El pasado lunes, Mercedes Milá nos enseñó las bragas en directo, quizá su mejor cara. En su descargo hay que decir, eso sí, que ella es ese tipo de alborotadora mundana que sólo se insulta a sí misma. Los hay peores. Jorge Javier Vázquez invitó a su programa de mensajería instantánea a una señora que reconoció al otro lado del sobre al hombre que en su día la maltrató. Él venía con la intención de pedirle matrimonio y el presentador insistió en que la dama narrase con claridad los hechos. “No es el lugar adecuado”, aseguró J.J., pero insistió. Claro que lo era. Tras exprimir el drama, se enfadó porque la invitada se negó a reencontrase con su verdugo, ya que esto le restaba emoción al formato.

Xavier Sardá, por su parte, ha regresado del planeta rojo y ha tomado tierra en el Gran Debate para meterle hasta en el cielo de la boca a Aznar y Señora, ese matrimonio que enciende de golpe una boda y funde los plomos de toda Europa Occidental. Habla Sardá de sobres y regalos en ‘B’, como el parroquiano de la probidad que sin duda es, pues como todo el mundo sabe tan lícitamente ha conseguido ganarse el yate con el que surca la Costa Brava. En el mismo programa perpetraron el sábado una pieza para destruir la imagen del amo de la competencia. José Manuel Lara, presidente de Planeta, fue presentado como “un bailarín oportunista” que cambia de pareja cuando le parece. Y Mauricio Casals, presidente del diario La Razón, como “el príncipe de las tinieblas”. Ahí queda eso. Perro como perro. Por rencor, ya que a Telecinco también le hubiese gustado cocinar la bilis de Aznar y porque hay una guerra de licencias en manos de la niña de Rajoy, la fea con la que ahora parece que Telecinco, que nunca cambia de pareja, quiere bailar.

Y así estaban las cosas entre las razas del Far West televisivo, repleto de forajidos armados hasta los dientes en busca del mejor botín que echarse a las alforjas, cuando se presentó el miércoles Leopoldo González-Echenique, presidente de RTVE, ante el Congreso, para dar explicaciones por las acusaciones de manipulación en los informativos de la casa. Negó la mayor, como no podía ser de otro modo, porque ellos no tienen excusa, ya que ni siquiera ‘matan’ por dinero, que ya está socialmente aceptado, sino que lo hacen por doctrina, que es como hacerlo por gusto y/o obligación. Dice Echenique que ellos no fabrican la realidad, como Mercedes Milá, pero hasta Ana Blanco, que es la tipa más flemática que habita entre Estaca de Bares y Tarifa, ha alzado la voz en los aquelarres de media mañana en los que se diseñan las escaletas. Sostiene Echenique que ellos no afirmaron que rezar calma la ansiedad del parado, sino que lo hacía un psicólogo al que entrevistaron. Tampoco ellos creen que la minifalda sea excesivamente provocativa, sino que lo decían las mujeres a las que dieron voz en uno de sus reportajes más polémicos de las últimas semanas. Es más, dice su presidente que TVE es un ejemplo de igualdad porque una niña protagoniza una de sus series animadas, Dora, la exploradora. No es broma. Fue el mejor ejemplo que se le ocurrió para negar el sexismo en la Pública. O sea que la solución a los males de la televisión patria pasan por poner a Sostres a ver los dibujos. Nos habíamos asustado y en realidad no era tan difícil.  

Salvador Sostres