Carta de Ajuste
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El 'putiferio' del tiempo
Parece que TVE pretendiese recuperar el brío perdido en estos años retrotrayéndose cada noche en el tiempo, como si eso le fuera a conferir estatus. Pero, como dijo alguien, cada nostalgia es un tipo de vejez
No sé qué hago aquí sentado, pero lo cierto es que aquí estoy. Son las ocho y media de la tarde de un sábado y el mejor plan que se me ha ocurrido es este. Hasta este preciso instante estaba católicamente convencido de que mi vida era patética, pero no sabía verdaderamente hasta qué punto. Hoy sé que Milhouse, de los Simpson, es a mi lado un triunfador, todo un tiburón. Siguiendo con analogías animales, mi abuela siempre me decía de pequeño que yo era como una “ardillita” y que por eso llegaría muy lejos en la vida, pero me temo que la pobre tenía las mismas dotes intuitivas que Rappel. Dios la tenga en su gloria, ya que a mí no me ha acogido en ella. Y por eso supongo que estoy hoy aquí sentado. Luego les cuento dónde.
A ustedes este arranque les resultará hiperbólico, pero deberían estar en la piel de un tipo que se arranca los ojos casi todos los días. Ese tipo soy yo, claro. Mi jefe me obliga a ver la televisión. Eso desde hace diez años. Ahora también me ha condenado a escribir la crítica de cine. ¿Qué será lo próximo, hacer los baños? Interpreto que todo esto forma parte de un plan urdido por mis superiores para que firme mi baja voluntaria y ahorrarse así el despido. Pero aquí estoy, aferrado como puedo al clavo incandescente de mi finiquito.
Ahora escribo este texto tras someterme a las dos horas de duración de un tostón, se lo califico en primicia, llamado 'Altamira', otro sueño húmedo del bueno de Antonio Banderas. Ver al malagueño rodeado de bisontes prehistóricos que cobran vida descolgándose de las paredes de la cueva cántabra no tiene precio, sinceramente. 'Jumanji' en Santillana del Mar. Una genialidad, de verdad, pero creo que me interesa más el pregón de ferias de Poyales del Hoyo (Ávila).
Si el cine me quita habitualmente la vida, la televisión lo hace siempre. Últimamente cada viernes me enfrento a un drama terrible porque no sé de qué escribir. Se supone que tengo que ver al menos un programa televisivo a lo largo de la semana y hablar de él, pero dudo en qué cadena suicidarme cada 'prime time'. Sobre todo porque a mí, como a todo el mundo, me gustaría morir de repente y no siete veces por semana.
Lo peor de la televisión actual, además, es que se trabaja en serie. Cada cadena está especializada en un tipo de veneno. Telecinco solo fabrica 'realities' y tertulias sobre esos 'realities'. Antena 3 trabaja la ficción española. Y la eligen particularmente a traición. Ha muerto más gente ya viendo 'Velvet' o 'Buscando el norte' que de malaria. Por su parte, TVE bucea cada noche en nuestro pasado, que es como hacerlo en barro, porque la nostalgia, sin duda, ya no es lo que era.
De todos modos, hace tiempo que sospecho que en mi casa la televisión que se emite no es la misma que sintonizan en el resto de hogares. Supongo que esto también es obra de mi jefe. Por eso no dejo de leer cosas buenas en la prensa y en las redes sociales sobre series y programas de TVE, mientras lo que a mí me ponen no tiene ni un pase. El martes se estrenó la serie 'El Caso' y todo lo que escucho son maravillas, así que no me he atrevido a decirle a nadie aún que a los diez minutos de caricatura social yo abandoné el barco por donde había tiburones. Arriesgando. Parece también que Roberto Ontiveros, creador de 'El Ministerio del Tiempo', hubiera descubierto el Santo Grial, cuando 'Doctor Who' lleva décadas triunfando en la BBC. Luego está lo de esa escalera, la que lleva a las puertas del tiempo, que la primera vez que la ves, piensas: “Esto seguro que va a dar a la bodega de Bertín Osborne”. Solo hay una relación más tormentosa de la que tuvieron Elizabeth Taylor y Richard Burton, la que hemos llevado los españoles siempre con un croma. Tú le das a un español un croma y siempre te dibuja lo mismo: una casita, un árbol y tres nubes.
Valoro el esfuerzo de series como 'Isabel' o 'Carlos, Rey Emperador', pero no sé cómo interpretar que a los Reyes de entonces les pongan cara (y sobre todo culo) chavales de veinte que van al rodaje justo después de haber salido del gimnasio. Cuando Carlos I o Francisco I se quitan la camiseta para amancebarse con una cortesana mi cara adquiere exactamente la forma de los abdominales de esos actores que interpretan a señores que padecían la enfermedad de la gota. Yo hago un esfuerzo por creer, pero lo cierto es que me costó bastante menos asimilar a los diez años aquello de que Dios es uno y trino al mismo tiempo.
Y qué decir de la incombustible 'Cuéntame'. Va a llegar un momento en que los Alcántara van a poner la televisión los jueves y van a ver su propia serie. “¡Merche, joder, que estamos saliendo en la tele!”. Al principio la cosa tenía gracia, pero con el tiempo ha ido virando peligrosamente al folletín. Donde hay un atentado de ETA, un intento de golpe de Estado, un asesinato de los GAL… allí hay un Alcántara para contárnoslo. Cuando lleguen al 2006, la abuela Herminia será una de las integrantes de las Ketchup en Eurovisión. Porque Herminia, como Jordi Hurtado, es inmortal.
Parece que TVE pretendiese recuperar el brío perdido en estos años retrotrayéndose cada noche en el tiempo, como si eso le fuera a conferir estatus, ya que, como todo el mundo sabe, cualquier tiempo pasado fue siempre mejor. Por eso cuando Picasso entró en aquella cueva de Santillana del Mar, dijo: "Después de Altamira todo el arte parece decadente". Pero, quién sabe, quizá acabase de ver la película de Banderas, el pobre hombre, y estuviese pesimista. Yo en particular pienso más como Woody Allen, quien en 'Medianoche en París' viajaba también por el tiempo y se sentaba a la mesa de los artistas de cada generación, que siempre afirmaban que la inmediatamente anterior era insuperable. Los amos de TVE no entendieron esta película y por eso se pasan las noches prostituyendo el tiempo. Si, como dijo alguno, cada nostalgia es realmente una especie de vejez, la de TVE es sin duda la más mortal de todas.
O casi. Porque hablando de hechos del pasado, recuerden que es sábado, ocho y media, y estoy sentado en una butaca convencido de que mi vida es más patética si cabe de lo que imaginaba. Voluntariamente, además. He pagado 50 euros y no vengo por trabajo, es mi día libre. En este momento arranca la representación de 'Iba en serio', la obra ideada, escrita, protagonizada, cantada y bailada por Jorge Javier Vázquez. No han conocido los tiempos hombre tan completo desde la muerte de Leonardo da Vinci, que la palmó, por cierto, en la corte de Francisco I, el rey aquel de los abdominales y el culo respingón. Todo el mundo se pregunta lo que ocurre justo después de morir. Yo, que estuve muerto dos horas, el tiempo que duró la obra teatral, he vuelto para contárselo. Para empezar, sí, toda la vida pasa por delante de tus ojos, pero no la tuya, sino la de Jorge Javier. El día que le llamaron por primera vez “marica” en el colegio; el día que su madre le pilló imitando a Betty Missiego; el día que perdió la virginidad con un puto…
Si cada nostalgia es realmente una especie de vejez, corrijo, la de TVE no es la más mortal de todas.
No sé qué hago aquí sentado, pero lo cierto es que aquí estoy. Son las ocho y media de la tarde de un sábado y el mejor plan que se me ha ocurrido es este. Hasta este preciso instante estaba católicamente convencido de que mi vida era patética, pero no sabía verdaderamente hasta qué punto. Hoy sé que Milhouse, de los Simpson, es a mi lado un triunfador, todo un tiburón. Siguiendo con analogías animales, mi abuela siempre me decía de pequeño que yo era como una “ardillita” y que por eso llegaría muy lejos en la vida, pero me temo que la pobre tenía las mismas dotes intuitivas que Rappel. Dios la tenga en su gloria, ya que a mí no me ha acogido en ella. Y por eso supongo que estoy hoy aquí sentado. Luego les cuento dónde.
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