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'Operación Triunfo', la heroína del siglo XXI
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Nacho Gay

Carta de Ajuste

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'Operación Triunfo', la heroína del siglo XXI

El 'efecto diván' de este programa, que es maravilloso porque te dan ganas de cortarte las venas, ha devenido en un extraño proceso 'desmitificador' del primer 'OT' de los sueños por parte de los mismos que lo protagonizaron, financiaron y emitieron

Foto: Ilustración realizada por Jate para Vanitatis
Ilustración realizada por Jate para Vanitatis

A las 23:08 horas de la noche del pasado domingo, todos los relojes de España se pararon a la vez, sus agujas suspiraron un par de segundos y, ya después, llenas de amor, volvieron a ponerse en marcha. A esa hora un pelín bruja, David Bisbal se abrazaba a Chenoa unos doce años después del final de aquel romance crepuscular que en su día fue un descarte de Lorca para su 'Romancero gitano', pero que inspiró sin embargo grandes hitos posteriores del cine romántico como 'Sígueme el rollo', 'Algo pasa en Las Vegas' o 'Diez razones para odiarte'. Rosa (de España) rompió a llorar en el momento del 'arrejuntamiento' como metáfora casi perfecta del sentimiento global de un país que acababa de acumular dos segundos más de retraso, por si no llevábamos ya suficientes.

Todo esto que les cuento pasó el domingo en 'OT: El reencuentro', un formato televisivo de carácter documental (ahora se llama documental a todo lo que no se emite en la sobremesa de Antena 3) en el que quince Margo Channing al desnudo y una sola Eva se juntan en una casa para repasar juntas los traumas derivados del éxito. 

¡Madre mía! Si así está la gente que participó en el programa de televisión más exitoso de la historia de España, ¿qué habrá sido de los concursantes de fracasos estrepitosos como 'El bus'?

La cosa, aunque a primera vista no tenga un pase, resulta a la postre divertidísima. David Bisbal, en el papel de Eva, está allí como quien no está, viendo las horas pasar. Sentado impávido en una mecedora cual vieja de 'Psicosis', el pobre no abre la boca porque sabe que todos los demás piensan que es un capullo, porque es el único que ha… ¿triunfado? Vamos a dejarlo ahí, porque hace un tiempo de perros en Madrid como para ponerse ahora a derribar clichés milenarios.  

Y para una vez que se decidió a hablar el de Almería, probablemente embebido por el colapso temporal que había provocado su beso con Chenoa, afectado profundamente por esos dos segundos de retraso que había acumulado el país, acertó a decir que su salida de 'Operación Triunfo' le había afectado mucho porque la “aborigen” que vivió después fue muy dura. Claro, las aborígenes son así, te metes en una y ya no sales.  

placeholder Imagen de 'Operación Triunfo: El reencuentro' (TVE)
Imagen de 'Operación Triunfo: El reencuentro' (TVE)

Bisbal estuvo ahí bastante más atinado de lo que pueda parecer, porque si hay algo que merece la pena en este espacio no son los momentos pastel, forzados por una industria capaz de convertir en un pin de solapa un pedo de un concursante de 'Gran Hermano', sino precisamente esa vorágine traumática que supuestamente asoló a los chavales tras salir de 'OT'. La mayoría confiesa haber acudido al psicólogo porque no podía asumir, por ejemplo, que los empresarios cerraran una planta de un centro comercial para que ellos comprasen sin agobios. Todo el mundo sabe que esas cosas son, sin duda, muy difíciles de aceptar. Me imagino a los psicólogos de entonces escuchando estas historias y pienso que la Complutense debería subir desde ya la nota de corte de esa carrera, porque no debe de valer todo el mundo. Hay que estar hecho de otra pasta para ser psicólogo de un 'triunfito'.

El 'efecto diván' de este programa, que es maravilloso porque te dan ganas de cortarte las venas cada dos minutos y medio aprox., ha devenido en un extraño proceso 'desmitificador' de ese primer 'Operación Triunfo' de los sueños por parte de los mismos que lo protagonizaron, lo financiaron y lo emitieron hace ahora tres lustros. Uno está viendo este tostón y piensa: “¡Madre mía! Si así está la gente que participó en el programa de televisión más exitoso de la historia de España, ¿qué habrá sido de los concursantes de fracasos estrepitosos como 'El bus'?”.

Vale, que sí, que todos sabemos que la televisión moderna es una especie de franquicia de 'The Walking Dead' de la que van descolgándose muertos vivientes con casa en Boadilla del Monte y carné de socio del club Puerta de Hierro. Sin embargo, no deja de ser curioso que sean los mismos tuertos que nos vendieron la moto hace quince años, en nuestra disoluta pubertad, los que hoy desmonten el mito por piezas y lo rentabilicen, 'again', en el 'prime time' de los ciegos, intentando convencernos ahora de que el efecto pernicioso de 'OT' la convierte indudablemente en la heroína del siglo XXI, capaz de mermar la juventud de su tiempo. Y por si no había quedado claro el mensaje, el día elegido para emitir en TVE el broche de oro a este esperpento mortuorio, con un concierto en Barcelona, es la del lunes que viene, Noche de Difuntos. Pues eso.

 

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A las 23:08 horas de la noche del pasado domingo, todos los relojes de España se pararon a la vez, sus agujas suspiraron un par de segundos y, ya después, llenas de amor, volvieron a ponerse en marcha. A esa hora un pelín bruja, David Bisbal se abrazaba a Chenoa unos doce años después del final de aquel romance crepuscular que en su día fue un descarte de Lorca para su 'Romancero gitano', pero que inspiró sin embargo grandes hitos posteriores del cine romántico como 'Sígueme el rollo', 'Algo pasa en Las Vegas' o 'Diez razones para odiarte'. Rosa (de España) rompió a llorar en el momento del 'arrejuntamiento' como metáfora casi perfecta del sentimiento global de un país que acababa de acumular dos segundos más de retraso, por si no llevábamos ya suficientes.

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