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La Gran Vía Velvet
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Raúl de la Riva

El taller de Velvet

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La Gran Vía Velvet

Este texto es ficticio. Los relatos, opiniones y valoraciones aquí vertidas no mantienen conexión alguna con ninguno de los actores de la serie Velvet

Foto: Recreación de la fachada de las Galerías Velvet en 3D
Recreación de la fachada de las Galerías Velvet en 3D

¡Qué bullicio! No hay rincón para la tranquilidad en esta dichosa calle. Unos que se paran a hablar, otros que van como alma que se lleva el demonio; están también los que, voz en grito, venden desde noticias hasta promociones. También los coches, que son como un inacabable rebaño de ovejas metálicas que nunca termina de cruzar. ¡Ay la Gran Vía!

¿Y qué haríamos nosotros sin la Gran Vía? Tan madrileña como cosmopolita; una arteria crucial en la vida urbana de la ciudad, de sus habitantes y de sus visitantes. A ella se asoman nuestras galerías que abren sus puertas cada día con esta Gran Vía como inmejorable alfombra roja.

Preciosa en su arquitectura, con amplias aceras y de anchurosa calzada, la Gran Vía es –permítanme que me tome esta licencia- la Gran Vía de Velvet. Abraza a las galerías de la misma manera que el Ebro baña la basílica del Pilar a su paso por Zaragoza.

"Es mi recreo, mi diván"

No puedo concebir ya la una sin la otra. No puedo caminar por sus aceras sin pensar que, tras todo ese gentío, se alza majestuoso el edificio de estas galerías que es, en sí mismo, una puerta a la ensoñación. Es mi recreo, mi diván en el que echar a volar la imaginación creativamente. Rincón de no pocos quebraderos de cabeza, estas galerías son para mí un hogar profesional y personal.

Por eso he querido pararme y escribir esta semana sobre la Gran Vía. Esa calle de todos y para todos; ese pulmón de vida de Madrid. Esa inseparable compañera de las Galerías Velvet. Por eso, para mí ya siempre será, la Gran Vía Velvet.

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¡Qué bullicio! No hay rincón para la tranquilidad en esta dichosa calle. Unos que se paran a hablar, otros que van como alma que se lleva el demonio; están también los que, voz en grito, venden desde noticias hasta promociones. También los coches, que son como un inacabable rebaño de ovejas metálicas que nunca termina de cruzar. ¡Ay la Gran Vía!

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