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Harryhausen y los otros titanes
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María José S. Mayo

La hija del Acomodador

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María José S. Mayo

Harryhausen y los otros titanes

Anoche soñé que un ejército de esqueletos se acercaba blandiendo espadas en la mano y hoy he despertado viendo un crustáceo muy realista atacando a un

Foto: Harryhausen y los otros titanes
Harryhausen y los otros titanes

Anoche soñé que un ejército de esqueletos se acercaba blandiendo espadas en la mano y hoy he despertado viendo un crustáceo muy realista atacando a un grupo de aguerridos.

 

Dentro de poco vamos a sufrir la invasión publicitaria de la película Furia de titanes, que lleva de nuevo al cine las aventuras de Perseo. Es otro de esos proyectos con los que Hollywood revisita películas del pasado para demostrar lo mucho que se puede hacer con la ayuda de un fondo verde y unos cuantos ordenadores. Casi nada.

La cosa tiene buena pinta, no se puede dudar. Pero este tipo de proyectos no pueden evitar desligarse de esa frase mágica que no tardamos en utilizar como si hubiésemos inventado la pólvora: “Muy espectacular, pero los personajes no están bien desarrollados”. O “mucha circunstancia y poca sustancia”. Pero en este caso tengo ciertas esperanzas de que la cosa salga bien gracias a Louis Leterrier -que supo hacer un decente Hulk con la inestimable ayuda de Edward Norton- y a ese actor correcto con un aire a Ewan McGregor y cierta fuerza a lo Russell Crowe: Sam Worthington.

Viendo imágenes de esta nueva película me he dado cuenta de lo mucho que ha llovido desde que Ray Harryhausen ilustrase con sus criaturas un buen puñado de filmes de fantasía. El mago de los efectos especiales que perfeccionase la técnica del stop-motion –la que tanto gusta a Tim Burton, que no dudo en recordarle poniendo su nombre al piano que aparece en La novia cadáver-, brindó a tantos y tantos espectadores unas deliciosas matinees y tardes de cine y pipas. Antes de que el arte de los animatronics o de la digitalización se pusiera a reinventar el cine, Harryhausen dejó su artesanal impronta en títulos como Jasón y los argonautas, Simbad y la princesa, Hace un millón de años o Furia de titanes, que ahora se revisita.

Pero no es esa mi favorita. Con la que realmente disfrutaba era Jason y los argonautas, una película en la que estabas deseando que llegase ese momento cercano al final en el que el héroe se enfrentaba a unos aguerridos esqueletos con espadas y escudos. Ya en los ochenta, su último trabajo fue para Furia de titanes donde la cosa había mejorado sensiblemente desde sus ahora casi esperpénticas escenas de encuentros de humanos y dinosaurios en Hace un millón de años, donde lo que realmente importaba era el lucimiento de los cuerpos femeninos gracias a la escueta ropa. Que se lo digan a Raquel Welch.

Pero ese último trabajo de Harryhausen ha envejecido fatal, sobre todo por culpa de esos golpes de efecto a base de acercamientos rápidos de cámara, heredados de los setenta; pero también por un protagonista un tanto penoso, Harry Hamlin, un Ken con poca gracia. Por eso todo tiene visos de estar mejor reconducido el planteamiento de Leterrier, pero recemos para que no se deje llevar por esos otros golpes de efecto de nuestra época, como agotar todas las posibilidades de la acción utilizando sin miramientos el ralentí –es lo que llamo el toque 300 (muchos de sus fans ya están reservándose una entrada para este nuevo invento)-. Hasta marzo no lo sabremos, pero resulta toda una curiosidad comparar sus trailers. Juzguen ustedes mismos; pero, eso sí, un respeto para Harryhausen.

Anoche soñé que un ejército de esqueletos se acercaba blandiendo espadas en la mano y hoy he despertado viendo un crustáceo muy realista atacando a un grupo de aguerridos.