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Marichalar, ¡la infanta Elena te necesita!
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César Andrés Baciero

Mucha tele que cortar

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César Andrés

Marichalar, ¡la infanta Elena te necesita!

Tras el cese efectivo de la convivencia entre los duques de Lugo en 2009 ha quedado demostrado que como dote ella aportó los títulos y él el buen gusto al matrimonio

Foto: Boda de la infanta Elena con Jaime de Marichalar  en 1995
Boda de la infanta Elena con Jaime de Marichalar en 1995

Los atrevidos estilismos de Jaime de Marichalar han recibido durante años más críticas que la conducta poco ejemplar de sus ex cuñados los exiliados en Suiza. El noble ha sido, injustamente, acusado de hortera y mamarracho por unos dedos inquisidores poco duchos en materia de moda y estilo.

El duque de Lugo es un visionario, un tipo arriesgado al que el tiempo ha dado la razón; aunque sus ‘enemigos’, una vez más, y sabe Dios por qué oscuros y cortesanos motivos, quieran arrebatársela. Se rieron de su capa castellana que le guarda del frío de su gélida Soria y ahora la luce hasta su ex cuñada la reina Letizia y las esposas de los herederos al trono de Dinamarca e Inglaterra, en versión corta y barata. Se mofaron de los estampados excéntricos de vibrantes colores de sus camisas y pantalones de veraneante en el palacio de Marivent y la tendencia se ha colado hasta la más recóndita piscina municipal del país que un día representó.

Jaime es un tipo con (buen) gusto. Virtud de la que carece la infanta Elena, que desde su divorcio en 2009 viste peor, mucho peor de como lo hacía cuando convivían bajo el mismo techo. Tan mal como antes de casarse en 1995 con el padre de sus dos únicos hijos (el torero y la pianista). La infanta 'castiza' debería abrir las ventanas de su chalet y gritar: "¡Marichalar te necesito!"

No sé si como esposo, que lo desconozco, pero sí le hace falta como estilista. Este es el cambio de la hija favorita de ‘El rey campechano’:

El mono de trabajo. Cuando Marichalar llegó a su agenda, Elena comenzó a apostar para los actos oficiales por trajes sastre y vestidos cortos por encima de la rodilla y se subió a altísimos tacones que le estilizaban hasta la trenza con prendedor de niña bien de Madrid que todavía luce. Ahora se sujeta sobre insulsas cuñas de esparto que combina con pantalones anchos de lino, camisetas de tejidos sintéticos y blusones premamá que no dejan ver su esculpida figura, porque la primogénita tiene mal pelo, pero buena está un rato.

Para completar sus looks apuesta por collares étnicos de doble vuelta; antes no salía a la calle sin los broches Venecianos (regalo de Jaime) que estrenó en el bautizo de Victoria Federica y los pendientes de perlas que lució en su boda y que recuperó del joyero real Letizia durante la visita de Estado del presidente de la República Argentina.

Don Jaime es un gran amante de los estampados chocantes con reminiscencias artísticas, los luce en camisas, corbatas y pantalones, y logró contagiar a la infanta su ardor, que hasta su llegada a Zarzuela sólo había abusado de los lunares, o topos que escriben en las revistas de tendencias, de dimensiones catedralicias. Esta pasión se ha mantenido tras el divorcio, pero si bien es cierto que anteriormente la infanta combinaba los ‘prints’ con acertados tonos claros que potenciaban su efecto, ahora lo hace con colores oscuros que la avejentan. Tristemente los estampados pictóricos se han visto desplazados por los florales tipo tapiz y los de estilo mandala-playero.

Como una ola llegó el bolso ‘Chanel 2.55’ al armario de Elena para protagonizar todos sus looks de día, sólo fue sustituido, en contadas ocasiones, por el modelo ‘Lady’ de Dior y el ‘Saddle’ de la misma firma concebido por el gibraltareño John Galliano. De Pascuas a Ramos los saca del vestidor porque ahora, parece, preferir modelos más económicos tipo portamascotas en cuero sin tratar y los trenzados de macramé.

Tras su enlace en Sevilla la madre de Froilán y Federica se olvidó de Petro Valverde (encargado de confeccionar su vestido nupcial) y se abrazó a Christian Lacroix por el día y a Oscar de la Renta a la caída del sol. Nunca Elena ha estado más guapa que en las bodas de sus dos hermanos vestida por el modisto francés. El dos piezas rosa palo elegido para la boda de la infanta Cristina, y ex duquesa de Palma, lo recicló un 12 de octubre para celebrar en el Palacio Real la fiesta nacional, la elección de complementos le hizo pasar sin pena ni gloria en el tradicional besamanos al que desde hace años no está convocada. Ocurrió lo mismo con el abrigo de tweed estrenado en la boda de Laura Ponte con su primo Beltrán Gómez Acebo. Todas las miradas fueron a parar a Letizia que no iba mucho mejor vestida.

Elena tiene un porte elegante, por detrás y por delante como cantaba Carmen de Mairena, y lo coronaba con magnas y vistosas pamelas que ahora ha sustituido por minúsculos sombreros de paja barata, nada favorecedores, que le hacen parecer un saxofonista de charanga.

Para los últimos eventos nocturnos ha rebuscado en el baúl de los recuerdos y ha lucido vestidos espectaculares del pasado (incluso de los años 80) combinados erróneamente con bisutería, chaquetas y mantones de Manila nada favorecedores. Elena, llama a Jaime, el mejor aliado de una mujer (pública) es su estilista.

Los atrevidos estilismos de Jaime de Marichalar han recibido durante años más críticas que la conducta poco ejemplar de sus ex cuñados los exiliados en Suiza. El noble ha sido, injustamente, acusado de hortera y mamarracho por unos dedos inquisidores poco duchos en materia de moda y estilo.

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