Jorge Javier Vázquez vuelve a ganar ‘Supervivientes’

Tú, mi lector, que me sigues, que me lees, que me permites que te tutee, que me buscas en los bares donde sabes que me escondo en invierno del frío y en verano del calor, seguidor al que adoro -nunca te digo cosas bonitas, soy la Lucía Pariente de esta relación y tú su anónimo marido, pero nos entendemos- estarás pensando: la edición pasada hiciste la misma oda. ¿Y? ¿Acaso Jorge Javier Vázquez no se merece que una vez al año, ¡una!, le recordemos que es el mejor? ¿Acaso no ha vuelto a ser increíblemente ingenioso todas y cada una de las galas del reality? Incluso cuando le pasó la mano por el lomo a José Ortega Cano estuvo bien. ¿Acaso no se le puede decir al mejor maestro de ceremonias, al rey de la tele, el Medici de la telebasura (entiéndase como halago) que es pistonudo?

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No hay nadie en la televisión actual, si es que antes lo hubo, con su olfato para advertir cuándo el espectador está a una milésima de segundo de cambiar de canal para ver (¿qué programas hay en la tele aparte de los que presenta Jorge?) lo-que-sea cansado de asistir en directo a un drama injustificable de Laura Matamoros y enredarse en un tonteo con el primer aspirante a famoso al que enfoque la cámara. ¿Quién tiene ese sexto sentido?¿Carlos Sobera?

Ningún otro presentador tendría los bemoles de pedir a un concursante que se quite la camisa para deleitar al público. Ningún otro advertiría que ese concursante lesionado cuya mayor hazaña fue pasearse en farda-paquete por la isla interesa más por su cuerpo que por su breve experiencia. Solo él sabe sortear la dictadura de lo políticamente correcto y reconocer que ‘estar bueno’ es tan meritorio como leer a Balzac, al menos en televisión.

Alguien más preocupado del qué dirán los defensores de la defensa de lo indefendible cuando se cobra un pastón por pasar hambre sería incapaz de juguetear con las constantes quejas de Paola o entender que no es nocivo vacilar a Las Mellis por confundir al grupo musical Nirvana con una película de Steven Spielberg. Jorge no concibe a la audiencia como a una masa ignorante embrutecida que cree que hay que saberlo todo; se agradece. Solo él ha conseguido hacer reír a Alba Carrillo en directo.

Nadie abronca como él. No le tiembla la voz cuando tiene que castigar al novio de la todopoderosa María Teresa Campos por tocarse las bolas chilenas y sabe azuzar a Leticia Sabater para que desarrolle el guion que trae preparado de casa y con su labia logra frenarla y aunque parezca imposible: callarla, aplacarla y adormecerla. Jorge Javier con su ironía hace más por la estratosférica audiencia de ‘Supervivientes’ en una gala que el total de finalistas en todo el concurso. El que fideliza a la audiencia es el que gana el concurso. Gracias, Jorge, porque yo, como la Juana (la Loca) de Vicente Aranda, podré olvidar su nombre, pero jamás la carcajada que me hizo estremecer de placer cuando cabalgó sobre Carmen Gahona.