Dulce confirma que los Pantoja viven en el medievo

Dulce, bien aconsejada por ¿Chabelita?, dosifica la información que durante 30 años ha ido reuniendo sobre el universo Pantoja. Hace dos semanas en ‘Sábado Deluxe’ enseñó la patita de ‘cabritilla’, la siguiente mostró las pezuñas de loba en el Polideluxe. La exsuperviviente comenzó como azote tierno de Cantora y terminará siendo el huracán que dinamite la finca por los aires. Que Dios nos libre de las Dulces mansas que a las Pepis Valladares bravas las veré venir.

La entrevista hubiese sido distinta si la máquina ‘de la verdad’ hubiese resuelto que Dulce estaba enamorada de Isabel Pantoja o la reina de la copla de su niñera. No fue así. Despejada la ecuación romántica, el relato de Dulce sirvió para conocer la relación entre empleada y señora. Para qué engañarnos, no es de Dulce de la que queremos saber más, sino del mito pop que es la cantante sevillana y de cómo se relaciona con su entorno. Su relación de tres décadas se podría resumir en este diálogo de ‘La casa de Bernarda Alba’ de Federico García Lorca. La Poncia (Dulce): "Contigo no se puede hablar, ¿tenemos o no tenemos confianza?". Bernarda (Pantoja): "No tenemos. Me sirves y te pago. ¡Nada más!".

Isabel es de las que se gana la fidelidad de amistades y servicio a golpe de confidencias y corta por lo sano cuando no le bailan el fandango. Y si vienen mal dadas, te regala la bata de cola y después te la cobra. Cuando a Dulce la echaron de Cantora, Juan Pantoja le espetó: vete de aquí muerta de hambre. Recordemos que poco antes Isabel le pedía envejecer juntas. La vida de Isabel, por gusto, es un drama. Ahora la dirección de su personaje, según Dulce, la lleva su hermano Agustín (les tiene miedo a ambos). No ha sido así siempre, cuando Isabel ha querido respirar libre, a la sombra de los pinos, ha hecho y deshecho a su voluntad como durante su amistad con María del Monte. Asegura la niñera.

Dulce, bajo el efecto del síndrome de Estocolmo, disculpa a la que fue su señora y a sus hijos. Aún no tiene la fuerza para afirmar que Kiko Rivera es vago y que a la hermana Chabelita, pese a sacar mejores notas, tampoco le gusta ganarse el pan con el sudor de su frente. Defiende a la niña diciendo que pinta la mar de bien y que va a estudiar diseño. De momento lo que ha hecho es encargar camisetas a China para estampar frases de la madre. “Cómprate una vida”, “no me vas a grabar más”, “dientes, dientes, que eso es lo que les jode” y toda esa retahíla que tanto tú como yo usamos a diario.

Llamó la atención el machismo que se respira en el ambiente Cantora. A Chelo García Cortés, la tonadillera, nunca le perdonará que fruto de un descuido Chabelita mantuviese un encuentro sexual con un chaval en el piso de la periodista. A esas alturas la por entonces menor ya tenía experiencia en asuntos de cama. A Kiko siempre le festejaron los polvos y aplaudieron los embarazos sin pasar por el altar. Pantoja fue orgullosamente virgo al matrimonio con el torero, pero no le importó pasearse de la mano de Julián Muñoz por El Rocío cuando este aún estaba desposado con Mayte Zaldívar. A Dios rogando y con el mazo dando. Pantoja parece que se ha olvidado de vivir y, volviendo a Lorca, ha convertido su existir en “un mar de luto”. La reina de la copla, viviendo en el pasado (Dulce dice que no escucha música de nadie que aún viva), no solo ha boicoteado la felicidad sexual de su hija, también la de Dulce. Comentó la catalana que alguna vez Isabel le había animado a ‘darse el gusto’ con algún joven para luego reprocharle que cómo podía hacerlo con esa naturalidad.

Isabel Pantoja no tiene amigos dentro de la profesión, Isabel nunca será como esa Sara Montiel analfabeta que, al rodearse de lo más destacado de su profesión, acabó siendo una señora cultísima. A Pantoja le vienen como anillo al dedo aquellas palabras de Massiel a Marta Sánchez: "Mira que canta bien, pero no ha leído nunca". Es una pena que en Cantora vivan en el medievo.