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'Making A Murderer', la docuserie de Netflix que saca los colores a la Justicia de EEUU
Basada en el caso real de un preso encarcelado injustamente, la trascendencia de esta producción documental ha llegado hasta la Casa Blanca
Noviembre, 2005. En España el Congreso aprueba la admisión a trámite del nuevo Estatuto de Autonomía de Cataluña, con el apoyo de todos los grupos excepto el PP. En Alemania, Ángela Merkel se convierte en la primera mujer en ocupar la cancillería. En Nueva York, Moira Demos y Laura Ricciardi, compañeras de clase en la Universidad de Columbia, toman una decisión que cambiará sus vidas. Y que derivará, años más tarde, en quejas al presidente Obama, pondrá en tela de juicio al sistema judicial estadounidense y convertirá al protagonista de esta historia en uno de los hombres del momento.
La culpa la tuvo la portada del 23 de noviembre de 2005 del 'New York Times', que aquel miércoles encabezaba un hombre corpulento (Steve Avery) en dos imágenes muy diferentes. En una de ellas, en la que lucía una frondosa barba pelirroja, se le veía feliz. En la otra aparecía rodeado por tres agentes luciendo el tradicional uniforme de preso, a rayas blancas y negras. El titular de la noticia, que firmaba Monica Davey decía, “Liberado por el ADN, acusado ahora de un nuevo crimen.”
Diez años y 24 días después, el pasado 18 de diciembre, Netflix estrenó la creación de Demos y Ricciardi que nació inspirada por aquella noticia, Making a Murderer. En formato docuserie, esta producción que ha ocupado una década de la vida de sus creadoras, cuenta la historia de Steve Avery.
Nacido en 1962 en el condado de Manitowoc, en la fría Wisconsin, Avery forma parte de una familia conocida en la zona, que regenta un desguace. Poco después de alcanzar la mayoría de edad, comienza a tener problemas con la justicia. Y en 1985 es encarcelado por violar a una mujer. Un crimen que no cometió y por el que pasó dieciocho años en prisión. En un intento de compensar ese tiempo, tras salir de la cárcel, Avery demandó al condado, un atrevimiento que le llevaría a ser acusado de un nuevo crimen. Que quizá, tampoco cometió...
Para complicarlo todo un poco más, también fue detenido su sobrino, Brendan Dassey, un joven con dificultades cognitivas que, en algunos interrogatorios, aseguraba haber visto a su tío matar a Teresa Halbach. Ayudado por los detectives e investigadores de su propia defensa, el joven describió su participación en una sangrienta tarde de sexo, disparos y descuartizamiento...
Justicia frustrante
'Making a Murderer' narra en diez episodios la turbia relación de Avery con la justicia y las fuerzas del orden, desde sus primeros delitos hasta la situación que vive su familia en la actualidad. Una familia rota, agotada física y mentalmente ante la imposibilidad de ayudar a Steven y Brendan en una condena que para ellos es injusta. Por el camino, Demos y Ricciardi analizan los aspectos más oscuros del crimen que llevó a Steven a permanecer detenido 18 años siendo inocente, su publicitada salida de prisión y el mediático asesinato de Teresa Halbach, del que fue acusado mientras se investigaba a fondo su condena previa.
La serie revisa los aspectos más oscuros del crimen que llevó a Steven a permanecer 18 años en la cárcel siendo inocente
Prescindiendo de la figura del narrador, 'Making a Murderer' logra ser un relato tan interesante como sólido. Para ello se sirve de las imágenes sobre el caso que grabaron las televisiones locales, las llamadas telefónicas a Avery y Brendan en la prisión y las horas que Demos y Ricciardi pasaron junto a su familia, especialmente con los padres del primero, y abuelos del segundo, Dolores y Allan. Otra de las virtudes de la producción es que las creadoras han dejado que sea la imaginación del televidente la que se encargue de representar las escenas más turbias, los asesinatos, prescindiendo así de las habitualmente morbosas dramatizaciones.
Aunque es inevitable que el ánimo del espectador decaiga en algún momento, quizá por el énfasis que se hace en ciertos aspectos, la docuserie consigue ganarse a la audiencia gracias a la propia naturaleza del caso. En la pantalla se suceden abogados, agentes de policía, fiscales, periodistas, investigadores privados y familiares tratando de explicar los hechos que envolvieron la encarcelación de Steven. Unos argumentos que, en demasiadas ocasiones, suscitan más preguntas que respuestas y que provocan en el espectador una frustrante sensación de incredulidad.
Carne mediática
Sin cifras sobre la audiencia de la docuserie, Netflix nunca las da, el alcance de la historia de Steve Avery se mide por su repercusión mediática. Y esta es prácticamente inabarcable. No hay medio, por grande o pequeño que sea, que no haya dedicado un espacio a la docuserie. Ya sea para invitar a uno de los abogados de Avery a aclarar las dudas que puedan tener los espectadores tras el visionado, para exponer las teorías que puedan surgir, entrevistar a uno de los integrantes del jurado o para recoger las hipótesis del propio Avery. Pero Making a Murderer no ha interesado únicamente a los medios de comunicación, y a las redes sociales ha llegado el interés de miles de espectadores. Entre los que se encuentran numerosas estrellas del cine y la televisión. Que incluso, como el actor Donnie Whalberg, comparten sus inquietudes en columnas periodísticas.
Con menos nombre, y quizá un interés más profundo, son muchos los que se han puesto a la tarea de encontrar algún resquicio legal por el cual Avery pueda aspirar a volver a ser juzgado. Para ello han creado un foro en Reddit en el que comentan, discuten y comparten sus opiniones, sus pensamientos o sus apreciaciones sobre alguno de los detalles del caso. Sin embargo, algunos han alertado, recordando lo sucedido durante los atentados de Boston, del riesgo de esta particular misión justiciera, en la que los espectadores aspiran a convertirse en investigadores y aportar un rayo de esperanza al drama que vive Steven Avery.
La respuesta de Obama
La controversia generada por la emisión del documental, en el que hay claros indicios de que la transparencia judicial brilló por su ausencia, ha desencadenado una masiva respuesta social: de los hackers de Anonymous al presidente Obama. A la petición creada en Change.Org se sumó una solicitud popular en la web de la Casa Blanca, a la que Obama tuvo que responder tras superar las cien mil firmas. Y no lo hizo en los términos que a muchos les habría gustado. Obama explicó que el presidente no tiene potestad para otorgar el perdón al acusado, ya que se trata de un delito criminal y no una ofensa federal. “En este caso se necesitaría de un indulto que tendría que ser elaborado por las autoridades competentes a nivel estatal.” Unas autoridades que se personalizan en el gobernador de Wisconsin, quien ya ha aclarado que no otorgará ningún perdón a Avery mientras se encuentre en el cargo.
Para rebajar el grado de excitación provocado por la docuserie, también hay quién ha criticado a la producción, destacando todo aquello que las creadoras han dejado fuera de la narración y podría ser importante para el caso.
De un modo más personal, el propio fiscal del caso, Ken Kratz, escribió a los medios para explicar las nueve razones por las que Avery es culpable del asesinato de Halbach. Sabedor de que es uno de los “personajes” más controvertidos de una producción que se ha convertido en tema de conversación nacional, Kratz, que ya no ocupa el cargo de Fiscal del Estado, no duda en intervenir en los medios de comunicación que lo requieren. Ya sea para hablar del proceso judicial que lo ha hecho famoso, o para contar las amenazas de muerte que él y su familia han recibido desde que Netflix estrenase la serie. Porque en esta historia tampoco faltan los trolls, y lo saben bien en Manitowoc, donde han aparecido carteles en los que, a modo de convocatoria laboral, se contrata personal para el departamento del sheriff. “¿Eres un oficial corrupto? ¿Un gilipollas? Entonces eres perfecto para nuestro equipo, llama al Sargento Colborn…”
Producción en desarrollo
A pesar de que el género de la docuserie no abunda en la televisión, 'Making a murderer' llega poco después de otra producción documental que también metió el dedo en la llaga de la justicia estadounidense, The Jinx. Aunque, al contrario que en la docuserie de HBO que pudimos ver en España en Canal +, el caso de Steven Avery sigue vivo. En la creación de Andrew Jarecki la emisión de último episodio provocó la encarcelación de su protagonista, y aunque el ruido mediático no murió ahí, se podría decir que la historia televisiva de Robert Durst sí. Por el contrario, Avery sigue en la cárcel, tratando de descubrir la rendija que, si no le sitúa en la calle, por lo menos le acerca a un jurado que vuelva a emitir un veredicto.
No voy a rendirme. Cuando sabes que eres inocente, no te detienes. La verdad siempre sale a la luz… Tarde o temprano
Demos y Ricciardi ya han expresado su intención de seguir “esta historia, la respuesta a la misma, los cambios que haya en sus casos o lo que suceda en el sistema de justicia como resultado de esto. Porque se trata de nuestro sistema, y solo estamos usando estos casos (los de Steven y Brendan) como ejemplo.”
Avery ha contratado recientemente a la especialista en condenas erróneas Kathleen Zellner, lo que sumado a la expectación generada por el caso, hace preveer que no habrá que esperar demasiado a que la pareja de creadoras se ponga de nuevo tras las cámaras. Para relatar así el desenlace (quizá) de la historia de un hombre que ha pasado veintiocho de sus cincuenta y tres años entre rejas. Y a pesar de que el destino insiste en tenerle encarcelado, no se ha dado por vencido y ha invertido todas sus fuerzas en demostrar que, otra vez, es inocente. “No voy a rendirme. Cuando sabes que eres inocente, no te detienes. La verdad siempre sale a la luz… Tarde o temprano” dice Steven en una conversación telefónica recogida en el último episodio.
Esta fortaleza bien merece, como poco, el interés y la atención del espectador que se sienta a disfrutar de “otra” producción de Netflix. Y sin quererlo, se encuentra con el crudo retrato de un sistema corrupto en el que, de partida, la inocencia se demuestra y la culpabilidad se presume.
Noviembre, 2005. En España el Congreso aprueba la admisión a trámite del nuevo Estatuto de Autonomía de Cataluña, con el apoyo de todos los grupos excepto el PP. En Alemania, Ángela Merkel se convierte en la primera mujer en ocupar la cancillería. En Nueva York, Moira Demos y Laura Ricciardi, compañeras de clase en la Universidad de Columbia, toman una decisión que cambiará sus vidas. Y que derivará, años más tarde, en quejas al presidente Obama, pondrá en tela de juicio al sistema judicial estadounidense y convertirá al protagonista de esta historia en uno de los hombres del momento.