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Parón técnico inmobiliario. No importan los resultados
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J. L. Bárcenas

El Ojo Clínico de la Inversión Inmobiliaria

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Parón técnico inmobiliario. No importan los resultados

Hasta hace bien poco, cada trimestre era tiempo de sacar a pasear el orgullo empresarial en el sector inmobiliario a través del anuncio de fastuosos resultados

Hasta hace bien poco, cada trimestre era tiempo de sacar a pasear el orgullo empresarial en el sector inmobiliario a través del anuncio de fastuosos resultados contables. Como si de la época de celo se tratara, asistíamos a verdaderas demostraciones de exceso de testosterona societaria. Si “Fulanito S.A.” da 100 millones de beneficio, yo doy 150 y, además, tomo posiciones en el mercado virgen del “Reino de la Plusvalía”, más allá de donde “Fulanito S.A.” ha abierto Delegación meses atrás. Se trataba de ser el número uno a cualquier precio. Imposible hacerlo sin cartas trucadas.

 

En efecto. De tanto mirarse al ombligo, se encontraron ante el cambio de ciclo con unos balances que habían crecido desproporcionadamente, muy amorfos, resultando de los mismos unos ratios de endeudamiento y solvencia tan alterados como las hormonas de un chico de 15 años. En muchos casos, la errónea contabilización de los activos adquiridos como "existencias" (que se anotaban como activos realizables a corto plazo aun cuando fueran suelos para desarrollar a años vista) permitía dar una imagen de solvencia de estas sociedades que no correspondía con la realidad.

 

Ahora bien, haciéndose trampas en el solitario no se llega muy lejos. Tanto los inmobiliarios como los banqueros, y el Gobierno, sabían dónde se estaban metiendo. Todos ellos tienen buena parte de culpa del lío en que nos encontramos. El caso es que durante los últimos años todos lucían abrigos de pieles para tapar las miserias que no podían hacer públicas. ¿Quién si no podría justificar el apoyo de los bancos a proyectos de imposible viabilidad? Si bien muchos promotores  y entidades financieras han confesado y reconocido las actuaciones tan desproporcionadas de los últimos años, asumiendo sus propios errores, no he percibido lo mismo por parte de los organismos reguladores de la economía nacional.

¿No sabía el Banco de España, hace tiempo, dónde nos metíamos? ¿No era la CNMV consciente de los goles que se estaba dejando meter en propia puerta con tanta operación kamikace al calor de la locura global que padecían los mercados inmobiliarios y financieros? Del aparato político prefiero no plantear cuestiones similares. Pienso que en este país la política se ha convertido en un duelo entre personas de distintos equipos y tan sólo se trata de atacar o defender una situación en función de lo que interese al Partido, no de lo que realmente necesita el país. Es digno de estudio que, ante una situación concreta, todos los integrantes de una fuerza política piensan, de forma homogénea, lo contrario que todos los integrantes de la fuerza política opuesta. Perdonen la simpleza del comentario pero creo que ni Gobierno ni Oposición están a la altura del nivel de dirección política que necesita una nación en una situación de emergencia como la actual. Por esto, limito mis preguntas a aquellos organismos “independientes” que deberían velar por un funcionamiento correcto de los mercados.

Pues bien, volviendo al tema del día, ahora ya no importan las Cuentas de Pérdidas y Ganancias. Qué más da lo que puedan perder o ganar en el 2008 y 2009 las empresas del sector inmobiliario si no tienen liquidez ni, lo que es peor, capacidad de generarla. Sin cuartos suficientes en las empresas promotoras, éstas se ven abocadas a un futuro muy incierto. La empresa que se haya convertido en un problema para algún Banco o Caja de Ahorros y sepa culebrear bien por las plantas nobles de las entidades financieras, contará con más margen para tratar de evitar besar la lona de forma inminente. Por desgracia, los Bancos no han reservado el dinero para los que hayan hecho bien las cosas sino para los que, habiéndolo hecho bien o mal, puedan ocasionarles daños en sus propias cuentas de resultados. Los que no cuenten con un Padrino que les proteja, estarán preparando los papeles para acabar, más antes que después, en un juzgado de lo mercantil presentando Concurso de Acreedores.

Es difícil, cuando tienes tantos problemas para subsistir, pensar en algo que no sean esos mismos problemas pero, quien quiera salir de este gran lío y poder contarlo, tiene la obligación de replantearse un plan de negocio, en positivo, y tratar de desarrollarlo. El actuar como lo hacen los avestruces no conlleva más que a demorar un casi seguro final fatal. Habrá estampida de todos aquellos que se animaron a última hora a jugar a ser promotores inmobiliarios, al calor del pelotazo asegurado de los últimos años. Estos mismos son los primeros que saldrán con el rabo entre las piernas perdiendo, posiblemente, tanto la inversión realizada como otro tanto con cargo al servicio de la deuda contraida para desarrollar sus proyectos. Para los promotores “de toda la vida” la situación es complicada. Muchos de ellos han sabido diversificar sus negocios como medida de protección. A algunos les ha ido bien. A otros les iba mal en el sector que dominaban y les va peor en sectores en los que, como recién llegados, pagan la novatada. El caso es que, aún habiendo proyectos que desarrollar en estos momentos, se encuentran con la doble dificultad de la escasez de recursos financieros en los que apoyarse y lo inelástico que está el mercado. Oscuro y duro panorama de lo que queda por delante.

Habrá quien, ante estas tribulaciones, piense que los promotores tienen su merecido y se alegre cada vez que se publica la caída de algún promotor. Posiblemente, nunca más lejos eso de “en el pecado lleva la penitencia”. Incluso para el que haya hecho mal las cosas es suficiente castigo una ruina de este calibre. Mucho más para quien haya desarrollado sus proyectos de forma honrada y profesional. No entiendo cómo noticias negativas sin más puedan ser motivo de celebración. Quien tenga que purgar errores cometidos anteriormente, que los purgue, pero no hay que olvidar que detrás de cada empresa que quiebra hay, además de un proyecto empresarial inconcluso, muchos proyectos laborales personales que se van al traste. Pero bueno, ya sabemos que “mal de muchos…”.

Hasta hace bien poco, cada trimestre era tiempo de sacar a pasear el orgullo empresarial en el sector inmobiliario a través del anuncio de fastuosos resultados contables. Como si de la época de celo se tratara, asistíamos a verdaderas demostraciones de exceso de testosterona societaria. Si “Fulanito S.A.” da 100 millones de beneficio, yo doy 150 y, además, tomo posiciones en el mercado virgen del “Reino de la Plusvalía”, más allá de donde “Fulanito S.A.” ha abierto Delegación meses atrás. Se trataba de ser el número uno a cualquier precio. Imposible hacerlo sin cartas trucadas.