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La banca acaba con la selección natural inmobiliaria o si Darwin levantara la cabeza
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J. L. Bárcenas

El Ojo Clínico de la Inversión Inmobiliaria

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La banca acaba con la selección natural inmobiliaria o si Darwin levantara la cabeza

Si la Teoría de la evolución por la Selección Natural de Charles Darwin, de cuyo nacimiento se cumplen hoy 200 años, postulaba que los recursos limitados y

Si la Teoría de la evolución por la Selección Natural de Charles Darwin, de cuyo nacimiento se cumplen hoy 200 años, postulaba que los recursos limitados y la competencia permitieron la supervivencia de los más aptos, fue porque el señor Darwin no contaba con la intervención, en medio de los escenarios más duros a los que se tuvieran que enfrentar las distintas especies, de agentes externos que echaran a perder su histórica tesis.

 

En el escenario de la crisis inmobiliaria actual, eran muchos los especimenes preparados para superarla (o, por lo menos, eso pensaban ellos). Había muchas empresas dedicadas a la promoción inmobiliaria que estaban listas para luchar en esa situación de recursos financieros limitados y competir contra todos aquellos congéneres que, en los últimos años de engorde de la burbuja inmobiliaria, se habían dedicado a esto mismo: a engordar.

 

Nos encontramos con cuatro tipos de comportamientos previos al hundimiento del sector:

 

1.     Las empresas que, durante la época de bonanza, decidieron mantener la calma, no calentarse con un entorno enfervorizado que les ponía en la boca el caramelo de la financiación ilimitada y casi gratuita, acompañada de una promesa de éxito garantizado en todo proyecto inmobiliario fuera éste cualquiera que fuera y dondequiera que fuera. Son éstas las empresas que, según Darwin, estarían preparadas para sobrevivir a sus semejantes en un entorno hostil.

 

2.     Las que aprovecharon los primeros años de este longevo ciclo económico y, tras los 5-6 primeros años de los 10 que duró el mismo, decidieron recoger lo ganado y hacer caso de lo que la “teoría de los ciclos económicos” les indicaba. No era lógico que aquello pudiera durar más años. Tuvieron que aguantar firmes en su decisión mientras veían cómo todo el mundo se llenaba los bolsillos promoviendo viviendas, fuera cual fuere el producto ofertado.

 

3.     Las que, alentadas y empujadas por un sistema financiero que se dedicaba a emborrachar a las empresas del sector a base de dinero, dinero y más dinero, convirtieron sus balances en cuerpos deformes que, tan pronto como allá por finales del año 2006 empezaron a flaquear las ventas de viviendas en nuestro país, empezaron a deambular como fantasmas desconsolados con un único final posible: el concurso de acreedores.

 

4.     Por último, quedan para el final los grandes “mamuts” que, si la teoría de Darwin se hubiera cumplido, habrían desaparecido, tan rápido como un caramelo en la puerta de un colegio, dentro de la natural selección empresarial de la crisis inmobiliaria. Me refiero al grupo de las empresas que cotizan en mercados organizados y, en especial, a aquellas que, bajo no sé qué influjo mental, decidieron lanzar OPAs estratosféricas por otras sociedades inmobiliarias, en clara actitud kamikaze, con los bancos nutriéndoles del “sake” necesario para afrontar esos suicidios empresariales: miles de millones de euros (algún que otro billón de las antiguas pesetas) otorgados en decisiones de los Consejos de Administración de las entidades financieras, tomadas éstas, más por motivos políticos que por el consejo de los distintos comités de riesgos.

 

Pues bien, si Darwin levantara la cabeza, apostaría toda su fortuna (desconozco tanto el importe al que ascendía su fortuna como su mayor o menor propensión al juego) a que el orden expuesto anteriormente coincidiría con el de mayor a menor posibilidad de sobrevivir en caso de sufrir un periodo de cambios drásticos en el entorno natural del sector inmobiliario.

 

La realidad no ha podido ser más distinta, hasta el punto de que, posiblemente, se haya invertido el orden de los 4 puntos anteriores. Todo ello gracias a la aparición de un elemento que ha alterado el curso natural de los acontecimientos. Este elemento tiene nombre y apellidos: Bancos y Cajas de ahorro. Ellos son los que han apostado por intervenir y salvar a todas esas empresas que en el SIMA (Salón Inmobiliario de Madrid) de mayo del 2008 tenían sus stands en el pabellón central de la muestra, conocido popularmente, aquellos días, como “El Panteón” (había un enorme tufo a futuras defunciones empresariales). Pues qué equivocado andaba todo el mundo. Han sido las empresas que estaban presentes en los otros pabellones las que peor suerte han corrido en estos meses que han transcurrido desde entonces.

 

En fin, que nadie intente encontrar algo de lógica en el comportamiento de las entidades financieras en esta crisis inmobiliaria. Han incumplido las normas no escritas de la buena praxis empresarial, de forma que, a quien ha sido prudente y buen conocedor de cómo funciona el mercado, le han dado calabazas. En cambio, a quien más ruido ha hecho y más lenta y torpemente ha actuado (con pólvora ajena se dispara muy tranquilamente) le han rematado la faena, por ahora. Supongo que, como ya dan por seguro que son ellos quienes van a tener que gestionar el mercado inmobiliario en un futuro próximo, prefieren quedarse con un gran atún antes que con un banco de sardinas.

Si la Teoría de la evolución por la Selección Natural de Charles Darwin, de cuyo nacimiento se cumplen hoy 200 años, postulaba que los recursos limitados y la competencia permitieron la supervivencia de los más aptos, fue porque el señor Darwin no contaba con la intervención, en medio de los escenarios más duros a los que se tuvieran que enfrentar las distintas especies, de agentes externos que echaran a perder su histórica tesis.